(Gaudium Press) El Obispo de Portsmouth, Inglaterra, Mons. Philip Egan, publicó un mensaje pastoral con motivo de las investigaciones sobre cientos de muertes de pacientes ancianos en el Hospital Memorial Gosport, ubicado dentro de la jurisdicción de su Diócesis, ocurridas en el período 1989 a 2000 y causadas por el suministro de grandes dosis de analgésicos sin justificación médica. El prelado pidió orar por los doctores y profesionales de la salud, además de los enfermos, y pidió considerar la posibilidad para los pacientes terminales de vivir sus últimas etapas en casa.
El Obispo pidió transformar la atención de salud al final de la vida para proteger la dignidad humana. «Esta es una terrible tragedia», expresó el prelado. «Oremos por el reposo de quienes han muerto, por sus familias y por la justicia y la reconciliación. Mientras que las acciones para ser aprendidas en este caso serán muchas, parece claro que como sociedad necesitamos urgentemente revisar nuestro cuidado geriátrico y nuestro cuidado al final de la vida, especialmente en relación con los principios morales fundamentales».
El Obispo hizo mención de casos recientes como la campaña en favor del suicidio asistido en la isla de Guernsey y el caso del bebé Alfie Evans, a quien no se le permitió acceder a tratamientos experimentales ni a un traslado y finalmente falleció, cumpliéndose la voluntad de las cortes a las cuales habían apelado sus padres. «Es por este motivo que desde hace mucho tiempo me he sentido incómodo con el concepto de “calidad de vida” que parece otorgarle a los expertos y a los jueces un poder sobre la vida y la muerte de un individuo», comentó el Obispo. «Yo prefiero el término "dignidad de vida" que nos recuerda el bien absoluto de la persona y su valor infinito».
El prelado afirmó que el Servicio Nacional de Salud de Gran Bretaña «es una gran bendición, pero tenemos que estar siempre vigilantes ante las políticas, valores, prioridades y procedimientos que operan dentro del mismo». El prelado denunció las presiones utilitaristas que podrían conducir a la sugerencia de una supuesta necesidad de acelerar la muerte de los pacientes, incluso sin consultar a las familias, y recordó que la vida es un don de Dios desde el momento de la concepción hasta la muerte natural que debe ser respetado si excepción.
El prelado finalizó su comunicación con tres puntos prácticos. El primero es pedir la oración de los fieles por los doctores, enfermeros y profesionales del cuidado de la salud, «para que Dios los bendiga y guíe el maravilloso y generoso trabajo que realizan». También pidió orar por los enfermos, los moribundos y todas las personas que padecen enfermedades mentales, emocionales o físicas. «Si un católico está seriamente enfermo en casa, en unhospital, en una residencia, o donde sea, por favor llame al sacerdote para que se le puedan ofrecer los sacramentos», recordó.
«En segundo lugar, si usted o un ser querido es enfermo terminal, considere si puede ser práctico morir en casa. Pregunte si es posible usar fármacos que no retiren la conciencia totalmente y den oportunidad para orar y comulgar con la familia y los amigos», aconsejó Mons. Egan. «La vida por supuesto no puede ser prolongada indefinidamente, pero no es moralmente permisible hasta el último momento retirar la alimentación y la hidratación. Si el equipo médico sugiere que hay poco más que se pueda hacer, ése es el momento, si no se ha hecho antes, de llamar al sacerdote».
«En tercer lugar, cada día ore por usted, por una muerte feliz, esto es, morir en estado de gracia, ayudado por el cuidado sacramental de la Madre Iglesia y apoyado como lo fue el Señor Jesús mismo por la familia y sus amigos», indicó el prelado. «Aceptemos la muerte que el Señor ha preparado para nosotros. Nunca sabemos el día, ni la hora, ni las circunstancias en las cuales el Señor nos llamará al juicio y a nuestra recompensa eterna. Así que, como discípulos cristianos, preparémonos perseverando la práctica de nuestra fe, asistiendo a la Eucaristía y haciendo una confesión regular, a través de la oración y la formación en la fe, y viviendo una vida buena en justicia y caridad».
Mons. Egan concluyó recordando la jaculatoria enseñada a él cuando era niño y ahora recomendada a sus fieles:
«Jesús, José y María, os doy mi corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.
Jesús, José y María, en ustedes descance en paz el alma mía».
Información de Diócesis de Portsmouth.
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