(Ecclesia Digital) La tensión en Nicaragua no se alivia después de la celebración del 39º aniversario de la revolución sandinista que marcó el final del dictador Anastasio Somoza.
En la celebración del 19 de julio no hubo la gran masa de gente como en otros años, y el presidente Daniel Ortega describió una situación de conflicto completamente ajena a la realidad, acusando a los obispos de Nicaragua de ser «conspiradores» y «golpistas», y añadió irónicamente: «Pensé que eran mediadores, pero le pidieron al presidente que saliera, son parciales, han maniobrado un golpe de Estado contra el gobierno». Luego, el presidente acusó a la comunidad católica: «Nunca han convocado manifestaciones pacíficas, y si la policía entró en las iglesias es porque son cuarteles, ocultan armas».
La reacción de la comunidad católica es internacional: varias Conferencias Episcopales han organizado jornadas de oración y ayuno por Nicaragua, el CELAM ha convocado a todas las Iglesias de América Latina a celebrar el domingo 22 de julio como día de oración por Nicaragua: «El próximo domingo, 22 de julio, es nuestro deseo y pedimos que en todas nuestras celebraciones, en todas las comunidades de creyentes de todos nuestros países, se eleve una oración especial para el pueblo de Nicaragua», reza el texto enviado a la Agencia Fides.
Hay muchas organizaciones católicas que han expresado su solidaridad con la comunidad católica y el pueblo de Nicaragua: la Agencia Fides recibió, entre otras, las declaraciones del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), de la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR), de diversos órdenes religiosas y congregaciones, como los Redentoristas, que tienen misioneros que comparten los sufrimientos del pueblo nicaragüense en algunas parroquias que han sido atacadas.
A nivel político, varios países se han declarado a favor de la mediación de los Obispos para seguir el camino democrático del diálogo y encontrar una solución pacífica. La Organización de los Estados Americanos también se ha pronunciado a este respecto de la misma manera.
Desafortunadamente, la violencia del gobierno continúa y en algunos lugares logra imponer el terror y el miedo, hasta el punto de que las familias comienzan a pensar en abandonar el país como una solución extrema. Costa Rica, un país fronterizo con Nicaragua, ha abierto dos sedes para dar cabida al creciente número de migrantes que huyen de Nicaragua. Según el canciller Epsy Campbell, en la última semana, todos los días «entre 100 y 150 personas han llegado por primera vez a Costa Rica».
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