La contradicción de algunos católicos que simpatizan con la Revolución francesa

En realidad sólo desde la mala fe o desde una ignorancia supina se puede hablar en esos términos. Es famoso el decreto de La Gran Logia Nacional de Francia que comienza así: «Desde el establecimiento de la masonería en Francia se había deseado permanentemente poder formar una asamblea general en la que los diputados de todas las partes del reino, aportando en común los poderes y las luces de todos sus Orientes, para que concurriesen a operaciones generales e igualmente útiles para la Orden. Así, en la Asamblea Nacional de 1789, la masonería se inclinó en favor del régimen revolucionario a las órdenes del Duque de Chartres, es decir Luis Felipe José, Duque de Orleans». Esdecir, que la propia masonería admitía su influencia decisiva en el mismo origen de la Revolución francesa.

Es también muy llamativo que la propia Iglesia estuviera infectada de espíritu «Ilustrado» como lo demuestra el hecho de que una parte importante del clero se uniera a la burguesía revolucionaria en la decisiva sesión de los Estados Generales del 4 de agosto. Y fue un obispo, Talleyrand, quien propuso la nacionalización de los bienes de la Iglesia, el 2 de diciembre. Al principio, la Revolución mantuvo una cierta tolerancia hacia la Iglesia, no exenta de cierto respeto fingido pero pronto empezó una persecución gradual contra la Iglesia que en breve se convirtió en total.

Fue prohibido el diezmo, que sostenía a la Iglesia y el Estado incautó los recursos de su obra asistencial. El decreto del 13 de febrero de 1790 prohibía las órdenes religiosas en Francia. El 12 de julio se aprobó la constitución civil del clero que convertía a los sacerdotes en funcionarios y establecía que párrocos y obispos se elegirían en «asambleas populares» (naturalmente controladas por el Estado). Solo 2 de los 44 obispos diputados la juraron pero dos terceras partes de los sacerdotes sí que la juraron. El Papa Pío VI condenó la constitución civil del clero y parte de los «juramentados « se retractaron de su acatamiento. De heho 40.000 sacerdotes franceses emigraron para no tener que jurarla. Pero seguían siendo mayoría los sacerdotes juramentados.

La persecución revolucionaria contra la Iglesia en Francia dio un nuevo salto cualitativo con la aprobación de la Constitución «del año 1»( 1793) que, de hecho, abolía a la Iglesia como Institución en Francia, incluyendo a la juramentada. Ahora dio comienzo la fase más atroz de la persecución antirreligiosa de la Revolución. Los sacerdotes tendrían que casarse. En la Catedral de Notre Dame (Nuestra Señora ) de París se entronizó oficialmente como «diosa razón» a una conocida prostituta madeimoselle Maillard, una bailarina de la ópera y de los prostíbulos que tenían los altos jerarcas y aristócratas de la Corte.

La diosa razón, encarnada esta bailarina, es entronizada en la catedral de Notre Dame. La propia Maillard mientras es paseada en andas pisotea un crucifijo por lo que acentúa todavía más el carácter blasfemo y sacrílego del acto. Ante esta situación a los católicos franceses no les queda más que entregarse a un culto de catacumbas. Las Misas se celebran a escondidas en los bosques y donde se puede.

Otro elemento importante para descristianizar la sociedad es la incautación del tiempo. A partir de ahora él tiempo no tendrá como referencia el nacimiento de Cristo, plenitud de los tiempos, sino la proclamación de la República. 1792 pasa a ser el año 1 cuando se proclama la República. Los nombres de los meses empiezan a adoptar elementos de la naturaleza. Los meses van a tener 30 días, pero no 4 semanas sino 3 décadas y la fiesta es el último día de la década. Lo hacen para hacer desaparecer el domingo, que deja de ser festivo.

Cada día deja de estar dedicado a un santo y se dedican a un producto del campo o a un mineral. No es nada inocente,pues el 24 de diciembre es el día del azufre y el día 25, que es el día de la Natividad del Señor, es el día del perro.

La represión contra esa zona que se levantó en defensa de la religión fue feroz. Una de las represiones más famosa es la que se conoce como los matrimonios republicanos que consistía en atar desnudos a un hombre y a una mujer y ahogarlos en el río Loira. A veces incluso el hombre era un sacerdote o religioso. Luis XVI y su esposa van a ser guillotinados.

El 8 de noviembre de 1794 Robespierre anunció el establecimiento del culto oficial al Ser Supremo (o sea , en realidad, al »Gran Arquitecto del Universo «masónico en definitiva a Baal, osea a Satanás).

De 83 obispos juramentados, 23 apostataron en público, 9 se casaron, 24 se retiraron y los demás fueron gullotinados. En las matanzas de septiembre de 1792 en París se había asesinado ya a 300 sacerdotes y 3 obispos. Entre 1793 y 1794 el gobierno revolucionario cambió los meses y días de la semana para borrar su origen cristiano y se destruyeron o cerraron miles de Iglesias en toda Francia. Al clero juramentado superviviente se le impuso además un ridículo juramento de odio hacia la monarquia.

Cuestión diversa que no he citado porque merecería un articulo aparte es el terrible genocidio revolucionario anticristiano en la Vendeé, cerca de la región de Bretaña, donde fueron asesinadas 300.000 personas hombre, mujeres y niños del pueblo, a menudo entre atroces tormentos. Al margen de la Vendeé, en el resto de Francia el número de personas guillotinades no fue inferior a 60.000, muchas de ellas católicas y con predominio del pueblo y las clases no privilegiadas ente las víctimas.

Pero entonces dio comienzo la extensión del odio anticatólico al resto de Europa por parte de los ejércitos revolucionarios franceses. En 1797 la expansión revolucionaria francesa acabó con los Estados Pontificios, sustituidos por una república romana satélite de Francia. El Papa Pío VI que se había unido a la primera coalición antirrevolucionaria fue hecho prisionero y llevado a la ciudad de Valence donde murió.

Entre 1801 y 1803 el ejército francés conquistó la parte más occidental de Alemania y la Iglesia católica alemana fue también despojada. Es cierto que, más tarde en el periodo napoleónico se firmó un Concordato con el Vaticano y la persecución antirreligiosa fue cesando en Francia (aunque no el laicismo oficial) pero los ejércitos del autoproclamada Emperador siguieron siendo vehículo del odio a la Fe, como se vio en España donde las destrucciones y saqueos en catedrales, iglesias y monasterios que llevaron a cabo fue enorme. De ahí que en nuestro país la lucha contra Napoleón tuviera una gran connotación de cruzada cristiana en la que participaron con las armas en la mano un gran número de sacerdotes.

En 1989, mientra la República Francesa celebraba por todo lo alto el bicentenario de la revolución (celebración a la que se unieron muchos papanatas políticamente correctos en toda Europa y, desde luego, en España). También se alzaron algunes voces discordantes valientes en el seno de la intelectualidad francesa.

Destacó especialmente el gran historiador Pierre Chaunu (que además era un gran hispanista) que denunció la inmensa regresión cultural, social y económica que la revolución significó para Francia. A pesar de no ser católico Chaunu criticaba duramente a la Revolución francesa en su libro la cruel pesecución contra la Iglesia en Francia (por cierto, el libro de Chaunu no se pudo editar en España entonces al no encontar editor dispuesto).

Queda bastante claro, pues, que ningún católico, que intente serlo con coherencia puede tener una visión positiva o amable de la Revolución francesa.

Javier Navascués

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