(Agencias/InfoCatólica) En concreto, la sentencia condena a los dos agresores a cuatro años de cárcel por un delito de robo con violencia y a otros 10 por lesiones agravadas al párroco, D. Antonio Rodríguez, octogenario, que arrastra importantes secuelas de la agresión.
Además se les prohíbe aproximarse a la víctima por un periodo de ocho años una vez cumplida la condena y a indeminzar al sacerdote con más de 429.000 euros por sus secuelas y lesiones, y con 9.500 euros más por gastos de rehabilitación. La hermana del párroco, que ahora se encarga de cuidarlo, también debería recibir una indemnización fijada en 60.000 euros.
La sentencia recoge como hechos probados que en la tarde del 8 de octubre de 2016, los dos condenados, guiados «por un ánimo de enriquecimiento ilícito», entraron en la Iglesia de Santa Rita de Vigo con el pretexto de solicitar una confesión del párroco.
Una vez en dependencias del despacho del sacerdote, uno de los hombres agarró al párroco por detrás, mientras que el otro cogía las llaves de la caja de caudales, donde se apoderó de 700 euros. También se hicieron con joyas y el reloj y las gafas de la víctima.
Dado que el sacerdote, de 82 años de edad cuando ocurrieron los hechos, se resistió, los agresores lo zarandearon y lo arrojaron al suelo, donde «le propinaron varias patadas y golpes en la cabeza».
Secuelas
Los golpes recibidos en la cabeza provocaron al párroco un hematoma subdural agudo que le ha causado múltiples secuelas, como la incapacidad de andar o realizar actividades básicas para la vida, así como «alteración de funciones cerebrales superiores en grado moderado-grave».
Actualmente, el sacerdote se encuentra ingresado en la residencia sacerdotal Nuestra Señora de la Guía y necesita de la ayuda constante de su hermana por problemas de movilidad y de capacidad para alimentarse, entre otras circunstancias.
Para el tribunal, existe «material incriminatorio suficiente para obtener un pronunciamiento de condena» contra los agresores, basado, sobre todo, en la declaración de la víctima y de testigos que lo vieron después de la agresión.
Del mismo modo, también se ha tenido en cuenta la reconstrucción que se hizo de la salida de los agresores desde la Iglesia y hasta que cogieron un taxi, apoyada por grabaciones de las cámaras de seguridad de diversos establecimientos de la zona. A estas pruebas «se unen las contradicciones patentes y evidentes de las declaraciones de los acusados», recoge el auto.
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