Fundación de un monasterio contemplativo en los Andes

Hace dos años, tuve la oportunidad de visitar el que quizá sea el monasterio más remoto de toda América: el monasterio contemplativo Mater Veritatis de Levicán (Chile). Nunca olvidaré los días que pasé allí, la belleza de la liturgia, la pobreza que hablaba de Cristo y la bienvenida y el cariño de la comunidad de Schola Veritatis. Era imposible no recordar las palabras de Pedro en el Tabor: Señor, qué bien se está aquí.

Recordando aquella ocasión, me alegra poder traer al blog, con ocasión de la festividad de San Bruno, esta entrevista, realizada al Superior de la comunidad, el P. Pedro Pablo Silva, con la esperanza de que los lectores disfruten de ella y de que quizá alguno se sienta movido por Dios para ayudar a estos monjes que están pasando por un momento difícil.

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- Padre Pedro Pablo, ¿qué es Schola Veritatis?  

Somos una pequeña fundación monástica que aún está en su infancia, con apenas diez años de vida. Seguimos el camino de búsqueda y de unión con Dios que abrieron los grandes monjes santos, especialmente San Benito, con una vida orientada a la gloria de Dios a través de la Sagrada Liturgia, y San Bruno, maestro y guía en la soledad del desierto. También nos acogemos a la paternidad de Santo Tomás de Aquino, el gran doctor de la Iglesia, cuya síntesis filosófica-teológica se presenta como el camino seguro de retorno del entendimiento al esplendor de la verdad.

Como buenos hijos de San Benito, nos sentimos llamados a descubrir la orientación trinitaria y cristológica de la Sagrada Liturgia, considerándola como verdadera fuente y cima de toda nuestra vida personal y comunitaria. Celebramos la Misa utilizando la forma extraordinaria, como lo aprendimos en la Abadía benedictina Notre Dame de Fontgombault (donde vivimos un año), con el deseo de dar testimonio de la continuidad en materia litúrgica, proponiendo un camino de reconciliación interna en el seno de la Iglesia, es decir, una especie de “ecumenismo intracatólico”. Utilizamos el canto gregoriano, por su valor pastoral formativo de la vida interior contemplativa y porque introduce en la alabanza divina de toda la tradición de la Iglesia. Así elevamos continuamente el alma a Dios, a través del incienso, el canto y las oraciones. A fin de cuentas, para eso hemos sido creados los seres humanos, para amar y alabar a Dios.

- Se han ido a alabar a Dios literalmente al fin del mundo…

Sí, como dice el Salmo 61, Te invoco desde el confín de la tierra. Aunque todos los miembros de Schola Veritatis somos chilenos, la obra fue aprobada como Asociación de Fieles por Mons. Demetrio Fernández hace una década en Tarazona y posteriormente en Córdoba (España). Hoy en día nos encontramos en la Patagonia chilena, constituyéndonos así en el monasterio más austral del continente americano. En 2012 nos recibió aquí con los brazos abiertos el Vicario Apostólico de Aysén, Monseñor Luis Infanti de la Mora. Dios les pague abundantemente a don Demetrio y a don Luis por su actitud paternal de acogida.

Al llegar a Aysén, acomodamos provisoriamente nuestros monasterios, con mucha pobreza, en la península de Levicán, a orillas del lago General Carrera, en unos terrenos entregados en comodato.

Es una zona preciosa y muy poco poblada de Chile (menos de 1 habitante por km2), donde la naturaleza es maravillosa y variada: grandes montañas, volcanes, el segundo mayor lago de toda Hispanoamérica y, sobre todo, el silencio y la soledad como elementos propios de nuestro carisma para el encuentro con Dios.

- Teniendo en cuenta la crisis actual de la Iglesia, ¿no sería mejor que se dedicaran a la vida activa, en medio del mundo?

La crisis de la Iglesia es una crisis de fe y proviene, en gran parte, de la falta de contemplación. El hombre postmoderno está prisionero del ruido y tiene miedo del silencio. Huye de él porque teme enfrentarse cara a cara con Dios y con su propia conciencia, que es la voz de Dios. De aquí el activismo desenfrenado, el movimiento permanente (viajes), la música ensordecedora, la esclavitud de los smartphones, etc. Este es el secreto de Nuestro Padre San Bruno: no es posible escuchar a Dios sino en el silencio exterior y sobre todo interior. Como decía tan hermosamente en una de sus cartas: “Cuánta utilidad y gozo divino traen consigo la soledad y el silencio del desierto a quien los ama, sólo lo saben quiénes lo han experimentado”.

Por eso nosotros perseveramos en nuestra vida monástica, conscientes del bien inmenso que puede hacer la presencia de un monasterio contemplativo en esta hora crítica de la historia del mundo y de la Iglesia. Además, nuestra vocación es la de ser una Schola Veritatis, una escuela de la Verdad (que es Cristo). Por eso nos preocupa de forma particular la dictadura del relativismo que deforma la fe y la moral en el corazón de tantos católicos. En ese sentido, además de rezar por el Papa, los obispos y toda la Iglesia, rezamos especialmente por InfoCatólica y sus lectores, para que sean siempre fieles a la verdad de la fe católica.

- ¿Qué hace un monje o una monja de Schola Veritatis a lo largo del día?

Nos levantamos a las cinco de la mañana, para rezar las vigilias, laudes y prima. A las siete desayunamos y después rezamos la hora tercia. Después, tenemos tiempo de trabajo y de lectio divina o clases de formación. A las diez y media celebramos la Misa, que es el centro de toda nuestra jornada y de nuestra vida monástica. Tras rezar la hora sexta, almorzamos y tenemos una hora de descanso. A continuación, rezamos la hora nona y trabajamos de nuevo hasta las cinco y media cuando comienza la Exposición del Santísimo Sacramento, seguida por el rezo de vísperas y la adoración del Santísimo. Tras la bendición, cenamos y luego tenemos una breve lectura comunitaria. El rezo de completas inicia lo que llamamos el silencio mayor, durante la noche.

Este es el horario de semana, el domingo cambia un poco porque tenemos recreo en honor del día del Señor, como anticipación del cielo. Elviernes es un día completo de ayuno en silencio y con las oraciones litúrgicas en soledad, salvo la Misa.

Nuestro trabajo está orientado hacia algunas labores del campo, como el cultivo de la tierra y el cuidado de animales. También las hermanas se dedican, en cuanto el tiempo lo permite, a la confección de ornamentos litúrgicos, artesanías con la lana de nuestras ovejas y fabricación de mermeladas y conservas con frutos de la zona.

- Tengo entendido que, en los últimos meses, se han enfrentado a un obstáculo imprevisto.

Sí. Desde hace más de un año nuestra situación se ha vuelto bastante difícil. El terreno donde se encontraban instaladas las hermanas de Schola Veritatis fue vendido por su propietario y el nuevo dueño no quiso respetar nuestra presencia, a pesar de la validez del contrato de comodato que gravaba dicha propiedad. Los tres intentos de conciliación que tratamos de llevar a cabo no sirvieron de nada, así que las hermanas se vieron obligadas a abandonar el monasterio en abril de este año.

En este momento, las cuatro hermanas viven en lo que era mi monasterio, una pequeñísima casa de adobe, muy ajustadas de espacio, sin una capilla propia, lugar central en la vida de cualquier monasterio. Mi situación es aún más precaria, pues vivo en una habitación de adobe, sin aislamiento, con goteras y con un baño que solo funciona a medias.

Gracias a Dios, una joven, que lleva poco más de un año en la comunidad de las hermanas, recibió el hábito de novicia el pasado 15 de septiembre. Durante el mes de junio, recibí a un joven que hizo una experiencia monástica, pero por falta de lugar, tuvo que alojarse donde unos buenos vecinos que lo acogieron. Hay un buen número de personas jóvenes interesadas en conocer nuestras comunidades, pero en la situación actual no tenemos dónde recibirlas.

- ¿Y qué van a hacer ahora?

Vista la situación, se hace necesario trasladarnos. Gracias a Dios, que nunca nos abandona, y a algunos benefactores, hemos podido adquirir un terreno definitivo para el monasterio: un paraje precioso, el Valle de Nuestra Señora de Aysén, en las estribaciones de los Andes, lejos de cualquier distracción mundana. El lugar se encuentra a 22 km de nuestra actual ubicación. El traslado, sin embargo, tiene que realizarse pronto, antes del próximo invierno (que equivale al verano europeo), porque, en la región de Aysén, las nevadas hacen difíciles tanto las obras de construcción como los traslados que éstas requieren. Además, el dueño de la propiedad donde viven las hermanas no autoriza nuestra estadía por un plazo mayor.

- Imagino que no es fácil construir de la nada un nuevo monasterio…

En este año en que celebramos los 100 años de Fátima, hemos puesto toda esta “empresa divina” en manos de los Corazones de Jesús y de María, así como pidiendo la ayuda de San José. “Quien no lo crea, que lo pruebe”, dice Santa Teresa hablando de San José. Con mucho trabajo, el favor de Dios y la ayuda de algunos benefactores, junto con la adquisición del terreno, hemos podido llevar a cabo una primera etapa de esta obra del nuevo monasterio, que consistió en la construcción de cuatro celdas, una capilla y una cocina-despensa-lavadero-refectorio. Es lo mínimo indispensable para un monasterio.

Hemos usado un sistema de módulos, que se han prefabricado en la ciudad de Coyhaique. La idea es transportar los módulos ya terminados al terreno apenas tengamos los medios para hacerlo, ojalá ahora en el mes de noviembre. El tipo de construcción que ha resultado es sólido, bien aislado, pobre y muy austero.

- Entonces, ¿qué es lo que falta por hacer?

La difícil situación en que nos encontramos nos mueve a pedir ayuda para poder concluir la segunda etapa, esto es, todo lo relativo a nuestra instalación en el Valle de Nuestra Señora (arreglo del camino, traslado de los módulos, preparación del terreno, solución del tema hídrico y eléctrico, construcción de un galpón y lugar de acogida, etc.). Ya hemos agotado todos nuestros recursos, así que dependemos de todos aquellos que sean movidos por Dios a hacerse parte de esta gran aventura sobrenatural.

Dom Prospero Guéranger, el gran restaurador de la vida benedictina en Francia luego de la Revolución francesa, se dolía grandemente de que la gente católica ayudaba a las obras ya consolidadas. Pero las que más lo necesitaban, las que comienzan como la nuestra, para esas no había ayuda.

Al lector que lea estas líneas, que crea en el mensaje de Nuestra Señora en Fátima (oración y penitencia), que entienda el poder de la oración, a los fieles laicos o a congregaciones religiosas ya consolidadas…, a ellos recurrimos ahora. De ustedes depende que podamos salir de la situación en que nos encontramos y construir lo que nos falta, de modo que la Iglesia pueda contar con un nuevo monasterio contemplativo en estos tiempos tan necesitados de oración.

- Me gustaría ayudarles y seguro que muchos lectores de InfoCatólica también lo querrán. ¿Cómo podemos hacerlo?

Les agradeceríamos muchísimo cualquier ayuda. Así como nuestro Señor elogió la humilde ofrenda de la viuda, que entregó todo lo que tenía para vivir, no dejará de recompensar ni la más pequeña de las ofrendas hechas en su nombre.

Si alguien quiere aportarnos una contribución económica directamente, puede enviarme un correo electrónico a san-bruno@live.com y le proporcionaré los datos bancarios para hacer una transferencia. Incluso pueden enviarnos dinero a través de PayPal (en el siguiente enlace https://www.paypal.me/sanbruno). Sabemos que el Señor se lo retribuirá al ciento por uno.

- ¿Y el que no pueda ayudar con dinero?

Que nos ayude con su oración, para que seamos santos y fieles a nuestra vocación en medio de las dificultades, como verdaderos signos para el mundo de que Dios existe y de que la felicidad del hombre solo puede encontrarse en Jesucristo. En nuestras propias plegarias recordamos cada día a todos los que nos sostienen con su oración y su apoyo económico. Los encomendamos muy especialmente en la Santa Misa mensual que se ofrece por sus intenciones. Por último, a nuestros benefactores les ofrecemos un lugar en nuestro futuro cementerio monástico.

También me gustaría animar a los jóvenes a que no tengan miedo de consagrar su vida a Cristo. Aunque tantos cristianos estén sordos a la voz de Dios por el ruido del mundo y la falta de oración, el Señor sigue llamando, y nosotros siempre estamos dispuestos a compartir nuestra espiritualidad con todos aquellos que llevan en el fondo del alma el deseo de una mayor santidad y unión con Dios, sea en la soledad y el silencio de la vida contemplativa o sea en medio del mundo secular.

BENDICE, ALMA MÍA AL SEÑOR, Y TODO MI SER A SU SANTO NOMBRE (Sal 102).

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