(Catholic Herald/InfoCatólica) El «gélido espectro» de la eutanasia se está extendiendo, ha dicho el Cardenal Collins, Arzobsipo de Toronto, Canadá.
Hablando en la 39ª Cena anual del Cardenal, en Toronto, el pasado día 8, el cardenal urgió a los 1600 asistentes a luchar contra el intento de ampliar la ley de eutanasia de Canadá a los menores.
«El momento para revisar la ley federal de eutanasia está sobre nosotros, y existe un gran presión para eliminar las así llamadas «garantías» que la hicieron parecer menos terrible» manifestó a los participantes en el Centro de Convenciones Metropolitano de Toronto.
«Una de aquellas «garantías» era que se aplicaría solo a los adultos. En este momento escuchamos razonamientos para que el concepto de ‘adulto’ tenga una interpretación «tan elástica» de manera que incluso se les pueda aplicar la eutanasia a los menores de edad, incluso sin el consentimiento de sus padres. La fría sombra de la eutanasia está cubriendo nuestra tierra hasta el más allá y debemos resistir y luchar contra ello», dijo el cardenal.
Se espera que en diciembre un comité gubernamental entregue un informe sobre la ampliación del suicidio asistido a los jóvenes menores de 18 años, pacientes psiquiátricos y adultos que hayan dado un consentimiento previo para que les apliquen la eutanasia en el caso de que queden incapacitados por una enfermedad.
El cardenal enfatizó la necesidad del acceso a los cuidados paliativos. «Este, no la eutanasia, es el camino correcto», añadió.
«Cuando las personas están solas y piensan que ya no sirven para nada y que su vida no meceré ser vivida, es el momento para volcarnos con ellos con nuestro amor y nuestro apoyo. Cada persona es merecedora de la vida y de nuestro cariño.
La mesa principal reunió a invitados de distintos niveles gubernamentales, así como al Arzobispo Luigi Bonazzi, embajador de la Santa Sede ante el Canadá.
El discurso del cardenal Collins tuvo como tema central la importancia del cuidado de la salud desde el punto de vista católico, aunque también mencionó otros asuntos noticiosos como el «terrible mal» del ataque a la sinagoga de Pittsburgh, la situación de los cristianos que sufren persecución en Oriente Medio y, finalmente, el escándalo de los abusos sexuales en la Iglesia.
Abusos
Sobre los abusos, dijo: «Tenemos que estar siempre vigilantes y especialmente atentos para eliminar la corrupción en la Iglesia». «Sobre todo, debemos tener siempre presente que el dolor sufrido en el pasado continúa en el presente de aquellos que sufrieron este grave mal. Nunca dejaremos de hacer todo lo necesario para ayudar a las víctimas de aquellos abusos».
En su discurso, el cardenal definió a los servicios católicos de salud como «una brillante luz de esperanza en este valle de lágrimas».
Recordando una historia de cuidados de salud que se remonta al siglo XIX y a la Madre Delphine Fontbonne –y continuada por las Hermanas de San José- el Cardenal Collins dijo que las instituciones de los servicios de salud católicos «están unidos en una misión común, enraizada en el Evangelio».
«En cualquier actividad que merezca la pena, tenemos que tener muy clara nuestra identidad: quiénes somos», dijo el cardenal. «Eso también es verdad para los servicios católicos de salud. Algunos de los aquí presentes están directamente implicados en este gran trabajo, y todos nos beneficiamos de él, y al mismo tiempo todos debemos tener muy claro qué es lo que le hace ser como es».
El cardenal Collins describió a los servicios católicos de salud como «especialmente dedicados a cuidar a aquellas personas que son marginadas: «cuando lo hicisteis con uno de éstos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt XXV, 40).
También resaltó que hay dos temas esenciales en los servicios de salud católicos: el respeto por la persona y el «amor sacrificial al extranjero» (Ex XXII, 20; Lev XIX, 33-34; Núm XXXV, 25; Dt X, 18-19;…).
«El respeto, la reverencia, por la dignidad de la persona humana marca el camino para cómo nosotros tratamos el comienzo, el desarrollo y el fin de la existencia, de la vida», añadió.
«Todos nosotros llegamos al final de nuestra vida en la tierra», comentó. «Estamos destinados a morir. Pero nunca debemos suprimir una vida humana –ni la nuestra propia ni la de ninguna otra persona- porque no tenemos ningún derecho a ello. Somos servidores, no propietarios, de la vida que Dios nos ha confiado. Con la terrorífica llegada de la eutanasia a nuestro país, debemos insistir que nosotros no la aceptamos. Dar muerte a un paciente es justamente el mayor error».
La razón de ser de los servicios de salud católicos, continuó el purpurado, está en el amor conocido como ‘ágape’ (amor al prójimo, caridad hacia el prójimo) o el ‘amor sacrificial y práctico al extranjero’.
«Primeramente, es sacrificial –«nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos» (Jn XV, 13). Cuando nos sacrificamos, dejamos fuera a nuestro ‘ego’ y nos olvidamos de nosotros mismos para servir a los demás».
«Por otro lado, el amor que motiva a los servicios católicos de salud es la imitación de Cristo, sanador, es práctico. No es cuestión de bellas palabras, sino de acciones concretas. El modelo aquí es Jesús en la Última Cena: se arrodillo y lavó los pies a sus discípulos y les invitó a hacer lo mismo entre ellos (Jn XIII). Nuestro amor al prójimo debe descender a la tierra y ser práctico, concreto en sus acciones».
Traducido por Laudetur Jesus Christus, del equipo de traductores de InfoCatólica.
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