El Papa denuncia la dictadura del pensamiento único


Solución: «vigilar y rezar; no ser tontos, no comprar»


«También hoy existe la dictadura del pensamiento único» que mata «la libertad de los pueblos, la libertad de la gente, la libertad de las conciencias», por lo que es necesario «vigilar y rezar». Lo dijo el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta, en este caso el jueves de Cuaresma que precede el Domingo de Ramos. La solución, ha dicho el Santo Padre, es la misma


10/04/14 2:23 PM | Imprimir | Enviar




(RV) Dios promete a Abraham que será padre de una multitud de naciones, y que él y su descendencia deberá observar la alianza con el Señor. El Papa Francisco se inspiró en la primera lectura del día para explicar la cerrazón de los fariseos ante el mensaje de Jesús. Y destacó que «su equivocación fue la de separar los mandamientos del corazón de Dios». Pensaban que todo se resolvía observando los mandamientos – subrayó el Papa –, pero éstos no constituyen «una fría ley», porque nacen de una relación de amor; y son «indicaciones» que nos ayudan a no equivocarnos en nuestro camino para encontrar a Jesús.


De este modo, los fariseos cierran su corazón y su mente «a toda novedad», y no comprenden «el camino de la esperanza». «Es el drama del corazón cerrado, el drama de la mente cerrada» – afirmó Francisco – y añadió que «cuando el corazón está cerrado, este corazón cierra la mente, y cuando mente y corazón están cerrados, no hay lugar para Dios», sino sólo para lo que nosotros creemos que se debe hacer.


En cambio, «los mandamientos llevan una promesa y los profetas despiertan esta promesa». Quienes tienen el corazón y la mente cerrados, no logran acoger el «mensaje de novedad» que trajo Jesús, y que «es el que había sido prometido por la fidelidad de Dios y por los profetas. Pero ellos no entienden»:



«Es un pensamiento cerrado que no está abierto al diálogo, a la posibilidad de que exista otra cosa, a la posibilidad de que Dios nos hable, que nos diga cómo es su camino, como hizo con los profetas. Esta gente no había escuchado a los profetas y no escuchaba a Jesús. Es algo más que ser simplemente cabeza dura. No, es algo más: es la idolatría del propio pensamiento. ‘Yo pienso así, esto debe ser así y nada más’. Esta gente tenía un pensamiento único y quería imponer este pensamiento al pueblo de Dios, por esto Jesús les llama la atención: ‘Ustedes cargan sobre las espaldas del pueblo tantos mandamientos y ustedes no los tocan ni con un dedo’».



Jesús «les reprocha su incoherencia». «La teología de esta gente – observó el Santo Padre – se vuelve esclava de este esquema, de este esquema de pensamiento: el pensamiento único»:



«No hay posibilidad de diálogo, no hay posibilidad de abrirse a las novedades que Dios trae con los profetas. Esta gente ha matado a los profetas; cierran la puerta a la promesa de Dios. Y cuando en la historia de la humanidad se produce este fenómeno del pensamiento único, cuántas desgracias. En el siglo pasado hemos visto todos nosotros las dictaduras del pensamiento único, que terminó por matar a tanta gente, pero en el momento en el que ellos se sentían patrones no se podía pensar de otra manera. Se piensa así».



Y «también hoy – prosiguió Francisco – existe la idolatría del pensamiento único»:



«Hoy se debe pensar así y si tú no piensas así no eres moderno, no eres abierto o peor. Tantas veces dicen algunos gobernantes: ‘Pero, yo pido una ayuda, una ayuda financiera para esto’, ‘pero si tú quieres esta ayuda, debes pensar así y debes cumplir esta ley, y esta otra, y esta otra...’. También hoy está la dictadura del pensamiento único y esta dictadura es la misma de aquella gente: toma las piedras para lapidar la libertad de los pueblos, la libertad de la gente, la libertad de las conciencias, la relación de la gente con Dios. Y hoy Jesús es crucificado otra vez».



La exhortación del Señor «frente a esta dictadura – concluyó el Papa – es la misma de siempre: vigilar y rezar; no ser tontos, no comprar» cosas «que no sirven y ser humildes y rezar, para que el Señor nos de siempre la libertad del corazón abierto, para recibir su Palabra ¡que es promesa, alegría y alianza! Y con esta alianza ir adelante».



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