(Gaudium Press/InfoCatólica) Candia nació en Portici, Nápoles, Italia, el 27 de julio de 1916, a donde la familia se había trasladado de Milán. Él era el tercero de una familia de cinco hijos, conformada por los esposos Camillo y Luigia. Su padre, fundador de la «Fábrica Italiana de Ácido Carbónico Doctor Candia & C.», que tenía su sede en Milán, era un hombre dedicado al trabajo y a la familia, mientras que su madre era una mujer culta y con grades cualidades humanas y completamente dedicada a la familia. Cualidades de ambos que fueron un gran ejemplo para Marcello y con las cuales creció. Ya desde pequeño manifestaba una fuerte fe y una gran pasión por el prójimo.
Con el paso de los años, y tras la muerte de su madre -que ocurrió en 1933-, Candia se preparó para seguir los pasos de su padre, y se formó en química, farmacia y biología. Al lado de él, Marcello comienza a ocuparse de la empresa de la familia en el difícil contexto de la reconstrucción italiana tras las guerras mundiales; y a la vez crecía en su corazón el deseo de participar en obras benéficas, iniciado un camino por diferentes iniciativas misioneras.
Laicado misionero
Entre ellas, colabora con el nacimiento de un laicado misionero, organizando el envío de medicinas a la misión; también funda la revista «La Misssione» sobre cultura misionera; y en el año 1950, junto con el entonces Arzobispo de Milán, Mons. Giovanni Battista Montini -quien posteriormente es el Papa Pablo VI-, y el profesor Giuseppe, funda el «Collegio Studenti d'Oltremare», para extranjeros.
Pero lo que realmente marcó la inquietud misionera de Marcello Candia fue un viaje que realizó a la Amazonía brasilera, en Macapà, donde conoce a Mons. Aristide Pirovano, con quien decide construir una iglesia y comienza a madurar la idea de edificar un hospital para los pobres de aquel lugar. Poco tiempo después, y gracias a que conoció de cerca el rostro de Jesucristo, Marcello vende todos sus bienes y en 1961 comienza a construir el hospital, dedicado a San Camilo y San Luis, y cuyas obras concluyen cuatro años después.
Ya en Brasil hizo propio el consejo que un día recibió del fututo Pablo VI, quien en una ocasión le dijo: «Haz todo de tal forma que no seas necesario», y convirtiéndose en un misionero más, Candia cede el Hospital a los Camilianos, cuyo carisma es precisamente en el servicio de los más pobres y enfermos.
Vivió con los leprosos
Un momento marca también su labor misionera. Cuando el hospital vive el drama de la lepra -por entonces una enfermedad que marginaba socialmente-, Marcello decide vivir en medio de ellos en Marituba, iniciando un nuevo proyecto para devolverle la dignidad a los hijos leprosos de Dios. Un lugar que en el año 1981 recibe una bendición especial con la visita de San Juan Pablo II.
Un par de años después, en 1983, Marcello cae gravemente enfermo y es llevado de regreso a Italia donde fallece el 31 de agosto.
«El Señor me dio a entender en profundidad el Evangelio cuando lo leí en la Amazonía. En Italia ya lo había leído muchas veces, pero aquí finalmente comprendí bien la frase del Señor: «Lo qué hiciste a uno de estos pequeñitos me lo haces a mí»», expresaría Candia a Giorgio Torelli, periodista y escritor italiano, quien publicó el libro «El que era rico», sobre Marcello.
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