(ACIPrensa/InfoCatólica) El estudio, que ha recibido amplia cobertura y celebración en la prensa secular, concluye que los hijos de parejas del mismo sexo «les va bien en la mayoría de medidas de salud y bienestar infantil, y demuestran mayores niveles de cohesión familiar que las muestras de población».
Diversos medios de comunicación acogieron el estudio con titulares a favor de la adopción gay. El Washington Post de Estados Unidos, por ejemplo, tituló «Los niños de parejas del mismo sexo son más felices y más saludables que sus pares, muestra estudio».
Sólo se analizó a la élite LGTB
Sin embargo, Mark Regnerus, autor de un importante estudio que reveló que los niños criados por parejas homosexuales enfrentan mayores dificultades en su vida adulta, con una muestra de tres mil personas, advirtió que la investigación australiana «solo estudia las vidas y experiencias de la élite LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales)».
En un artículo publicado en el sitio web Public Discourse, de The Witherspoon Institute, titulado «¿Es la paternidad homosexual mejor para los niños? El nuevo estudio australiano no nos lo puede decir», Regnerus criticó, entre otras cosas, que la muestra no fue aleatoria.
«Ellos saben que una muestra aleatoria es mejor, pero citan ‘limitaciones de costos’ y ‘limitaciones de dificultades de investigación’ para justificar su decisión de usar una muestra conveniente», dijo.
«No acuso de mala voluntad al equipo de investigación; la recopilación de datos no es una tara simple. No impugnaré las motivaciones del autor y sus colaboradores. Esas varían ampliamente, y cada uno tiene sus propias. No me importa la fuente de financiamiento. Pero el estudio merece algunos comentarios críticos», apuntó.
Mala metodología
Regnerus criticó la metodología del estudio, en el que se reconoce que «la muestra conveniente fue reclutada usando técnicas de reclutamiento tradicionales y online, accediendo a padres atraídos por el mismo sexo a través de medios informativos, eventos comunitarios y grupos comunitarios. Trescientos nueve padres elegibles contactaron a los investigadores».
El científico estadounidense advirtió que «esta no es la forma de construir un sentido de hogar homosexual promedio con niños. Comparar los resultados de una muestra tan inusual con la de una muestra basada en la población es simplemente ciencia sospechosa Y puedo estar diciéndolo muy suavemente».
Regnerus advirtió que «hasta que los científicos sociales decidan hacer el difícil, caro trabajo de localizar padres atraídos por el mismo sexo (como sean definidos), a través de estrategias de muestreo basadas en la población, aleatorias (…) simplemente no podemos saber si afirmaciones como ‘sin diferencia’ o ‘más felices y saludables que’ son verdaderas, válidas y sobre el objetivo».
«Esta muestra no aleatoria refleja a aquellos que activamente buscaron participar en el estudio, con motivaciones personales y políticas incluidas. En un ambiente tan cargado, el público –incluyendo jueces y los medios de comunicación– harían bien en exigir diseños de investigación de mejor calidad, no solo resultados que ellos aprueben».
Los encuestados sabían de la importancia política del estudio
El investigador destacó que otra razón para ser escéptico con el estudio australiano es que los participantes, «padres informando sobre la vida de sus hijos, están al tanto de la importancia política del tema de estudio, y un número desconocido de ellos ciertamente se inscribieron por esa misma razón».
«Como resultado, es poco sensato confiar en sus auto-informes, dado el alto riesgo de ‘sesgo de conveniencia social’, o la tendencia a retratarse a uno mismo (o aquí, al hijo de uno) como mejor de lo que ellos realmente son».
Regnerus criticó además que el estudio australiano «incluye muchos niños nacidos en formas comparativamente nuevas» como son la tecnología de reproducción asistida y los vientres de alquiler, que no suman en el caso de Estados Unidos ni el 1 por ciento de los niños nacidos al año.
Exclusión de los que no son ricos
«En este estudio, como en mucho del movimiento a favor del matrimonio homosexual, el público es dirigido solo hacia las vidas y experiencias de la élite LGBT. Aquellos con medios más modestos están desaparecidos en acción».
A pesar de los estudios «defectuosos», Regnerus cuestionó «¿qué sabemos con confianza (sobre los niños criados por parejas homosexuales)?».
Lo que sabemos, indicó, es que «la paternidad homosexual es rara. Menos del 2 por ciento de los estadounidenses encajan en esa descripción. Entre los hogares homosexuales que quieren niños, la población más apta para la reproducción asistida –mujeres educadas, blancas– es actualmente el grupo demográfico menos interesado en tener niños».
Otra cosa conocida con certeza por los científicos sociales, dijo, es que «los niños van mejor en un ambiente de estabilidad en el hogar» y recordando su estudio sobre «nuevas estructuras familiares», Regnerus apuntó que «la estabilidad estaba largamente ausente cuando un niño ya adulto reportó una relación de padres homosexuales».
«Por lo tanto, sus experiencias de vida (de los niños criados por padres homosexuales) eran, en promedio, notablemente más desafiantes que aquellas de sus pares con padres y madres casados. Algunos críticos sintieron que esta era una comparación ‘injusta’. Pero si la realidad social es injusta, no hay mucho que cualquier sociólogo pueda hacer al respecto».
Sin embargo Regnerus expresó su preocupación porque «en una nación que parece estarse convirtiendo rápidamente en una gran escuela secundaria, la evidencia parece ya no importar más. Solo las alianzas importan».
«En mi corta carrera legal, vi al juez Bernard Friedman de la Corte Distrital de Estados Unidos desechar mi Estudio de Nuevas Estructuras Familiares y los análisis de datos de mis colegas de censos de Estados Unidos y Canadá, prefiriendo parecer moderno en sus cenas, tirando nuestra evidencia bajo el bus en vez de responder a ella», recordó.
Para leer el artículo completo, en inglés:
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