(La Cuarta Columna) Este sábado 18 de noviembre en el Vaticano, Mons. Carlos Osoro Sierra, Arzobispo de Madrid, recibe de manos del Papa el birrete que le elevará a la dignidad de cardenal de la Iglesia Católica. El anuncio se hizo el pasado 9 de octubre.
El nuevo purpurado, en un primer momento no se lo creyó. «Me enteré en el aeropuerto de mi tierra en Santander. Había ido a ver a mis hermanos esa noche y venía al día siguiente en el avión que sale a la una del aeropuerto de Santander».
En el aeropuerto sonó su móvil por primera vez: el Papa había citado su nombre en la lista de cardenales durante el Ángelus. «La primera llamada fue la de un buen amigo mío. Le dije: ‘No creas eso’. Pero inmediatamente me llamó el obispo emérito de Oviedo, don Gabino Díaz Merchán, emocionado. Quería felicitarme. Le contesté lo mismo. ‘¡Pero si lo ha dicho el Papa!’, replicó. A partir de entonces llegaron llamadas de todos los sitios».
En sus nombramientos cardenalicios, el Santo Padre ha marginado a las sedes tradicionales decantándose por otras menos conocidas. ¿Se vuelve a cierto equilibrio o tradición con la elevación del titular de la sede de Madrid?
No. Creo que el Papa está siendo muy libre. Ha universalizado cada día más la Iglesia. En esa libertad, que necesariamente ha de tener el sucesor de Pedro, llama a las personas que estima oportuno, sin que estén vinculadas a una determinada sede.
Madrid siempre ha sido cardenalicia en las últimas décadas.
Sí, pero podría no serlo. Yo nunca pensé que iba a ser cardenal en estos momentos.
¿Ha querido el Papa honrar a Madrid?
Ha querido honrar a España… y a Madrid, por supuesto. Pero podría haber sido otro de otra parte de España.
Sin embargo, hay algunas decisiones y actuaciones del Santo Padre que generan incomprensión en ciertos sectores católicos. Por ejemplo, no se entendió que no viniese a España por el V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa el pasado año y, en cambio, acuda a Suecia a celebrar a Lutero.
A mí me hace amar mucho más una Iglesia que está en salida, que es misionera. El ombligo del mundo no es Europa, precisamente. El ombligo del mundo es todo el mundo. Y el Papa ha querido hacer ver a todos los cristianos que tenemos que salir a dialogar a los caminos por donde transitan los hombres y donde están las dificultades. A mí, el tema ecuménico me parece esencial. La Iglesia no será creíble mientras no busque la unidad de los cristianos. Estaremos tambaleándonos de un sitio para otro.
¿Y eso es compatible con mantener ciertas reservas sobre la figura y obra de Lutero?
Naturalmente que es compatible. Pero también es compatible con resaltar, como ha dicho el Papa, que Lutero puso la Palabra de Dios en lo alto, y es para agradecérselo. Hay gente que es especialista en ver el punto negro. Yo no soy especialista en eso. Soy especialista en ver los puntos blancos, y este de Lutero, es uno de ellos.
Usted resalta el carácter universal de la Iglesia y Santa Teresa es Doctora de la Iglesia Universal. ¿No la podía haber honrado el Papa de forma más solemne?
Desde que soy cura, leo todas las noches un trozo de las Obras de Santa Teresa. Pero eso no quiere decir que el Papa, que la ha citado recientemente en una homilía, tome otras opciones, como la de ir a buscar a la gente que está alejada de Dios. ¿Por qué no leemos ésto de otra manera? Es una gracia de Dios que el Papa considere que estamos en un buen camino y necesita ir a otros sitios para señalar, precisamente, ese camino.
El Papa señala el camino, por ejemplo, a través la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, cuya puesta en práctica ya ha empezado en la Archidiócesis de Madrid. ¿Dispone ya de los primeros resultados?
Me llegan retornos y estamos tomando iniciativas: sin ir más lejos, estamos revalorizando la Fundación Casa de la Familia. Intento que preste un gran servicio a la institución familiar. Por una parte, que tengamos un observatorio permanente sobre el estado de la familia cristina, en Madrid y en España. Por otra, hacemos un esfuerzo por proponer la belleza del matrimonio y de la familia cristiana.
¿Y en tercer lugar?
Esforzarse en ayudar a los padres a educar a los hijos tal y cómo lo indica Amoris Laetitia, que dedica un capítulo importante a la educación de los hijos. Es esencial también que descubramos que hay una espiritualidad eclesiológica: la familia, como recuerda el Vaticano II recogiendo los textos de los Padres, es una Iglesia doméstica, una Iglesia viva, formada por padres e hijos que se aman y perdonan. Viven un amor difusivo y no retienen nada para sí mismos.
¿No teme que el católico de base se fije solo en el punto dedicado a la comunión de los católicos vueltos a casar y que lo interprete de forma mecánica y utilitarista? «Me caso, y si no funciona, me acojo a ese punto».
Quien lea Amoris Laetitia de verdad, y no en clave ideológica y con prejuicios, verá que es un documento en el que el Papa sale al camino real en el que están las familias y los matrimonios. Naturalmente, en ese camino real uno se encuentra con situaciones diversas, en las quen es necesario realizar procesos: el amor nunca termina. El Amor que el Señor nos exige a cada cristiano que tengamos hacia los demás, es un proceso. Nunca amamos como ama Dios.
Ahora bien… Tenemos que mirar a ver si estoy amando mejor que ayer, con más seguimiento del Amor de Jesucristo. En ese sentido, me parece que Amoris Laetitia hay que leerla también con la visión de la Iglesia peregrina, que camina al lado de los hombres, que tiene en cuenta sus situaciones, que no hace rebajas, pero que no es ajena a la situación real de los hombres.
Leer así Amoris Laetitia…
… Es un gozo. Hacer otra lectura es rebajar y no ser coherente con lo que es el Amor de Dios, que siempre nos ama en la situación real en que estemos. Cuando percibimos ese Amor, nos cambia.
¿Y Dios castiga a veces? Un sacerdote italiano declaró recientemente que los terremotos que han asolado a su país son un castigo divino por haber aprobado la ley de uniones civiles entre gais.
Dios ama, nunca castiga. Es amigo del hombre. Otra cosa es que los hombres no quieran vivir según ese amor que nos tiene y relegan muchas cosas. Pero Dios nos señala situaciones en las que podemos entregar ese Amor. En la vida, uno puede vivir matando o haciendo vivir. Dios vino a este mundo para hacernos vivir. No hay duda de que el Dios en el que creemos los cristianos, revelado en Jesucristo, es un Dios que ama y que sale a favor del hombre. Tan es así que dio la vida a favor nuestro. Y nos pide que hagamos lo mismo nosotros.
Eso supone también advertir los peligros de la ideología de género. Y los conceptos de los colectivos homosexuales se van extendiendo cada vez más. ¿Se ciernen nubarrones sobre la libertad de los padres con ciertas leyes aprobadas recientemente en la Comunidad de Madrid?
El nubarrón más grave se cierne cuando no hay familias que realmente vivan, en toda su constitución, lo que es la familia cristiana. Esa familia es el mejor antídoto contra la ideología de género. La ideología de género se acabaría con esa medicina que es curativa que es la familia cristiana. Eso no quiere decir que no haya situaciones en la que alguna familia encuentre que algún hijo toma decisiones erróneas. Pero serán familias que acogen, que no juzgan.
¿Se puede obligar a ciertos colegios a enseñar conceptos que chocan con las convicciones de los padres?
En una sociedad libre, sería una dictadura. Y no creo que en España estemos dispuestos a volver a dictaduras, sino a construir una sociedad libre en la que todas las dimensiones del ser humano sean respetadas entre otras, la dimensión religiosa y las creencias de cada uno. Lo otro sería una dictadura. No creo que ningún grupo social, si es de verdad respetuoso con los derechos fundamentales del ser humano, se atreva con cosas de éstas.
¿No es más el papel de los laicos que de los consagrados o de la jerarquía intentar frenar todo esto?
Me fío totalmente de los laicos, pero también es un papel de la jerarquía. De toda la Iglesia, cada uno en el lugar donde esté. Tengo la obligación de seguir predicando el Evangelio y decir cuáles son las armas que se tienen que utilizar al anunciar el Evangelio, porque no cualquier arma es válida. Es decir, el descarte y el insulto no son cristianos. Y eso hay que decirlo también, aunque duela a algunos cristianos: lo de los cristianos es intentar acercar a todos los hombres, incluso a aquellos que hacen daño. Pero no con las mismas armas que a mí me hacen daño, sino con las armas que rehabilitan al ser humano. Han de ser armas curativas, no morales.
Publicado originalmente en La Cuarta Columna
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