Mons. Chaput pide no usar la terminología LGTBI y enseñar a los jóvenes la moral sexual católica

(InfoCatólica) El prelado norteamericano ha recalcado la necesidad de que cada generación transmita a la siguiente la fe, sin corrupción alguna, a la vez que ha reconocido que su propia generación ha renunciado a esa tarea, tanto a nivel familiar como de la propia Iglesia.

El arzobispo de Filadelfia ha advertido contra la tentación de adular a los jóvenes, ignorando que ellos son en buena medida el producto de su época.

Mons. Chaput ha condenado el uso de la terminología LGTBI dentro de la Iglesia, recordando que las personas no se definen solo por su identidad sexual. A su vez, ha lamentado la ausencia de la enseñanza católica sobre la sexualidad humana en el Instrumentum Laboris del Sínodo.

Discurso completo de Mons. Chaput

Hermanos

Fui elegido para el consejo permanente del sínodo hace tres años. En ese momento, se me pidió, igual que a los otros miembros, que sugiriera temas para este sínodo. Mi consejo entonces fue centrarnos en el Salmo 8. Todos conocemos el texto:

«Cuando veo los cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas, que Tú pusiste, ¿qué es el hombre, para que de él te acuerdes, y el hijo de Adán, para que te cuides de él?»

Quiénes somos como criaturas, qué significa ser humano, por qué deberíamos imaginar que tenemos alguna dignidad especial, estas son las preguntas permamentes detrás de todas nuestras ansiedades y conflictos. Y la respuesta a todas ellos no se encontrará en las ideologías ni en las ciencias sociales, sino solo en la persona de Jesucristo, redentor del hombre. Lo que, por supuesto, significa en primer lugar que debemos comprender, al nivel más profundo, por qué debemos ser redimidos

Si carecemos de la confianza para predicar a Jesucristo sin vacilación ni excusas a cada generación, especialmente para los jóvenes, entonces la Iglesia es simplemente otro proveedor de piedades éticas que el mundo no necesita.

En este sentido, leí el capítulo IV del Instrumentum, p. 51-63, con gran interés. El capítulo describe bien los desafíos antropológicos y culturales que enfrentan nuestros jóvenes. De hecho, la descripción de los problemas de hoy y la necesidad de acompañar a los jóvenes cuando enfrentan esos problemas son puntos fuertes del texto en general. Pero creo que el p. 51 es engañoso cuando habla de los jóvenes como los «vigilantes y sismógrafos de todas las edades». Esto es una falsa adulación, y enmascara la pérdida de la confianza adulta en la belleza y el poder continuos de las creencias que hemos recibido.

En realidad, los jóvenes a menudo son productos de la época, formados en parte por las palabras, el amor, la confianza y el testimonio de sus padres y maestros, pero más profundamente hoy en día por una cultura que es a la vez muy atrayente y esencialmente atea. .

Los ancianos de la comunidad de fe tienen la tarea de transmitir la verdad del Evangelio de una época a otra, sin que sufra daños ni concesiones. Sin embargo, con demasiada frecuencia, los líderes de mi generación, en nuestras familias y en la Iglesia, han renunciado a esa responsabilidad por una combinación de ignorancia, cobardía y pereza en la formación de jóvenes para llevar la fe hacia el futuro. Formar vidas jóvenes es un trabajo duro frente a una cultura hostil. La crisis de abuso sexual del clero es precisamente el resultado de la autocomplacencia y la confusión introducidas en la Iglesia durante mi vida, incluso entre los encargados de enseñar y liderar. Y los menores, nuestros jóvenes, han pagado el precio por ello.

Finalmente, lo que la Iglesia sostiene que es verdad sobre la sexualidad humana no es un obstáculo. Es el único camino real a la alegría y la totalidad. No existe un «católico LGBTI» o un «católico transgénero» o un «católico heterosexual», como si nuestros apetitos sexuales definieran quiénes somos; como si estas designaciones describieran comunidades discretas de diferente pero igual integridad dentro de la comunidad eclesial real, el cuerpo de Jesucristo. Esto nunca ha sido verdad en la vida de la Iglesia, y no es verdad ahora. De ello se deduce que «LGBTI» y un lenguaje similar no se deben usar en los documentos de la Iglesia, porque su uso sugiere que estos son grupos reales y autónomos, y la Iglesia simplemente no clasifica a las personas de esa manera.

Explicar por qué la enseñanza católica sobre la sexualidad humana es verdadera, y por qué es ennoblecedora y misericordiosa, parece crucial en cualquier discusión sobre temas antropológicos. Sin embargo, lamentablemente falta en este capítulo y en este documento. Espero que las revisiones de los Padres sinodales puedan abordarlo.

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