Hace unos días se realizó la marcha del llamado «orgullo gay» y poco antes fue el estreno de la película Toy Story 4. ¿Existe alguna relación entre ambas cosas? Probablemente en la intención de los creadores de la película no, aunque eso nunca lo sabremos a ciencia cierta.
Sin embargo, de esta película de niños y tributo a una generación de no tan niños, se puede extraer un principio que, ciertamente, es un argumento en contra del movimiento LGTB y toda la lógica de la ideología de género y demás.
En la película vemos a Woody, un muñeco vaquero que se autopercibe como el líder de los juguetes y que su sociedad también lo acepta e identifica como el líder, pero que ya no lo es realmente. Vemos a Forky, un juguete casero que se considera basura y que duerme feliz arropándose en un pañuelo usado, pero que ya no es basura: ahora es un juguete. Vemos a una malvada Gabby Gabby, que no acepta ser una muñeca rota y desechada y que busca dañar a los demás y hacerse cambios según sus propios intereses pero que ni así logra ser feliz porque está empeñada en ser la muñeca de quien ella desea… y en el otro lado vemos a la pastora Betty, feliz, libre y empoderada porque ha aceptado lo que es: un juguete sin niño.
¿La película trata entonces de aceptarse a uno mismo? Sí, pero no en el sentido subjetivista de la Ideología de Género. Si así fuera, habría estado bien que Forky se autopercibiera como basura si eso le hacía feliz, tal como está supuestamente bien que un hombre se considere un perro si eso le hace feliz. Estaría también bien que Woody siguiera recogiendo su chapa de sherif cada día si él y su entorno están de acuerdo y con eso no dañan a nadie. Incluso la muñeca Gabby Gabby debería haberse vuelto una Anabelle que se manifestara contra la pobre niña Harmony hasta que esta la aceptara por amor o por miedo, tal como se manifiestan las de Femen, a ver si por medio o por qué vía logran del Estado la aprobación de sus despropósitos. Pero no, la película no va de eso, sino todo lo contrario.
Este film va de aceptarse a uno mismo como lo que realmente eres, de reconocer tu finalidad natural y amarla, en vez de autopercibirte y autodeterminarte. Solo cuando Woody reconoce y acepta que es un juguete viejo, solo cuando Forky acepta la verdad objetiva de que es un juguete, solo cuando Gabby Gabby acepta que la pueden rechazar y busca quien la necesite en vez de quien a ella se le ocurrira y se le antoje, solo en esos los juguetes son verdaderamente felices.
Y aquí, el esfuerzo de Woody por luchar contra las tendencias autodestructivas de Forky es un ejemplo bellísimo de cómo sí es lícito decirle a alguien que lo que siente sobre sí mismo, si no se ajusta a la realidad, no le hace bien. ¡Hasta el punto que Forky pasará a explicarle al nuevo juguete casero que ya no es basura sino un juguete vivo! Y, ¿por qué? No sabe, porque el hecho de que ahora sea un juguete no procede de sí mismo, de su autoconstrucción, sino que le viene de fuera: de una inteligencia que le ha dado una finalidad a su existencia.
No se trata, pues, de quién quieres ser, sino de quién debes ser. Si se tratara de ser quien quieres ser, la razón de quién eres todos la conocerían, pues sería la propia voluntad. Pero no conocerlo es reconocer que quien eres no depende de eso sino de algo externo llamado Ley Natural, y que no debe solo ser respetada, sino hasta promovida en favor, incluso, de quienes la niegan y marchan por un orgullo de querer ser lo que no son, de irrespetar y atentar contra su finalidad natural y contra aquél de quien procede esta: su Creador.
Javier Gutiérrez Fernández-Cuervo
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