Hablamos con D. Rafael Escudero López-Brea, Obispo Prelado de Moyobamba (Perú). D. Rafael nació en Quintanar de la Orden, en Toledo, y fue presbítero de la Archidiócesis de Toledo hasta que, en 2006, fue nombrado Obispo Coadjutor de la Prelatura de Moyobamba y en 2007 Prelado de ésta. La Prelatura de Moyobamba abarca gran parte del Departamento de San Martín, en un extremo de la Amazonia peruana, por lo que su punto de vista resulta especialmente interesante de cara al próximo Sínodo. La Prelatura de Moyobamba fue confiada por la Santa Sede a la Archidiócesis de Toledo en 2004.
Monseñor, ¿cómo se pasa de un pueblo de la Mancha a ser obispo en la Selva del Perú?
Desde mi tiempo de seminario y luego como sacerdote el tema de la misión siempre ha estado presente. Siempre tuve claro que estaba dispuesto a dedicar algunos años del ministerio a la misión. Es algo que se inculcaba en el Seminario de Toledo, empezando por el cardenal D. Marcelo González, nuestro obispo entonces. Recuerdo que en mi época había muchas visitas de misioneros. Teníamos muchas tertulias con ellos por las noches. Eso fue creando en mí un deseo por la misión. Luego como sacerdote, el deseo seguía ahí.
Cuando surgió lo de Moyobamba yo llevaba unos meses en un destino. Había estado unos años en la Parroquia de Cebolla como párroco, y D. Antonio Cañizares me destinó otra vez a Talavera para que me ocupara de la Casa de la Iglesia. A mí me gustaba la idea de ir a Moyobamba, lo deseaba, pero no me veía con autoridad moral como para decirle al obispo que me enviara, estando recién nombrado para otro destino y más dedicado a los Cursillos de Cristiandad. Mi sorpresa fue que D. Antonio me llamó y fue que él mismo me lo propuso. Yo le dije que como llevaba unos meses en la nueva tarea, me parecía precipitado. Pero él me dijo que no había problema. Y así fue como se produjo y pasé de la Diócesis de Toledo a la Prelatura de Moyobamba.
Llegamos en el 2004 en el primer grupo de siete sacerdotes que envió D. Antonio Cañizares. Y yo venía para un tiempo. La sorpresa vino después, con el nombramiento de Obispo Coadjutor. Me dije: «si yo acepto esto, mi vida va a quedar unida a la Prelatura». Y así llegamos hasta aquí.
¿Cuántos sacerdotes de Toledo han pasado por Moyobamba?
En estos 15 años que vamos a hacer en el mes de octubre, han pasado por aquí 32 sacerdotes durante un periodo más o menos largo. Luego tenemos que contar los que vienen por un par de meses como profesores del seminario.
¿Qué retos y qué necesidades se ven en una prelatura en una región Amazónica?
Como bien dices es una región Amazónica, aunque la mayoría de su población proviene de la zona de la sierra. Tenemos esa mezcla cultural, por la migración que se dio en los años 70 hasta ahora. Esta región de San Martín es amazónica, pero la población en su mayoría es serrana.
Desde el principio, incluso antes de llegar, cuando D. Antonio vino a explorar un poco la Prelatura, el reto principal que ya señaló es la formación de sacerdotes propios. Yo recuerdo que quedó muy impactado, tanto él como los sacerdotes que le acompañaron, de que la gente le pidiera sacerdotes. Por eso dijo que lo primero era hacer un seminario. Establecer una pastoral vocacional fuerte para que la Prelatura pueda tener sus sacerdotes propios, de aquí y formados aquí. Eso lo hemos tomado muy en serio desde el principio. Es verdad que había algunos seminaristas que se estaban formando en Trujillo y en Jaén, pero ya en el año 2006 comenzamos con el seminario en Moyobamba.
Junto a ese primer reto está la pastoral familiar. Quien conoce un poco la selva sabe que las familias están muy desestructuradas y que hace falta evangelización en torno al tema del matrimonio cristiano y la familia y la vida.
Surgen muchos retos pastorales del hecho de que las parroquias son muy extensas. Hay muchas comunidades rurales, caseríos, centros poblados. La atención pastoral es mínima en esos lugares por la falta de sacerdotes y por la cantidad de comunidades. Tenemos más de 2.270 comunidades dispersas en la Prelatura.
Otro reto es la formación integral de los agentes de pastoral, especialmente de los animadores. Son los que hacen presente a la Iglesia en sus comunidades rurales. Digo formación integral porque hace falta una formación espiritual, doctrinal, humana, pastoral, familiar… y en eso las parroquias sí se empeñan. Todas las parroquias tienen cursos de formación, retiros, visitas. Tenemos más de 1.200 animadores.
Además está la formación de catequistas. Hemos optado por una catequesis basada en el RICA, en la iniciación cristiana, y es necesario no solamente contar con materiales apropiados —que gracias a Dios los tenemos— sino que necesitamos catequistas testigos del Señor, cuya vida sea ya una catequesis para niños y jóvenes. Es necesaria una formación espiritual, doctrinal, litúrgica, catequética… Porque a veces podemos contar con gente que está en torno a las parroquias, pero no están suficientemente formadas y su compromiso no tiene esa profundidad cristiana. Necesitan un conocimiento de Cristo y un compromiso, que haya una formación en la oración, en la meditación de la palabra de Dios, en la devoción a la Virgen, etc.
El reto general es la Evangelización y sólo evangeliza el que está evangelizado, el que vive en Gracia de Dios y que tiene experiencia de Dios en su vida. Y yo como obispo quisiera que todos nos enfocáramos en eso.
Las sectas están muy presentes en las zonas donde hay carencia de clero. Al mismo tiempo, en Perú la gente tiene una sensibilidad religiosa muy grande. ¿Cuál es la situación en la Prelatura con respecto a las sectas y cómo afecta, a diferencia de Europa, la carencia de clero?
Evidentemente, en las zonas donde hay menos presencia sacerdotal y de laicado comprometido las sectas son muchísimo más numerosas. En España y en Europa se está dando también el fenómeno de que muchos pueblos se quedan sin sacerdote. Pero la diferencia está en que aquí, si no hay presencia de Iglesia Católica, la gente, por la sensibilidad religiosa, se va a las sectas. En España pienso que la sensibilidad religiosa no es tan fuerte. Y secta que se abre, secta que tiene sus integrantes. Eso manifiesta esa sensibilidad religiosa, que no me atrevo a llamar cristiana, sino propia de la naturaleza religiosa del ser humano. De hecho, cuando se han ido creando parroquias en algunos lugares nos hemos dado cuenta, por el testimonio de los sacerdotes, de que algunos de las sectas se han pasado a la parroquia cuando han visto que la Iglesia abría su templo no sólo una vez al mes, sino con más frecuencia. Los sacerdotes han manifestado que algunos de las sectas que eran católicos han regresado. Pero la abundancia de sectas que tenemos es un reto muy grande para nosotros. Ante este fenómeno creo que nuestra tarea es formar bien a los católicos. No lamentarnos, sino tomar en serio nuestra fe católica.
En Moyobamba hay algunas comunidades de naturales, que viven según sus costumbres ancestrales. Al proponerles el Evangelio, ¿se siente como proponer algo ajeno, algo violento?
Lo que se ha hecho no es mucho, porque hay mucha demanda por parte de la gente que ha venido de la sierra y, por otro lado, no contamos con agentes pastorales preparados para afrontar la evangelización de los pueblos originarios, los aguarunas. Algunos laicos se acercan a las comunidades indígenas a proponerles el Evangelio, pero estamos, lamentablemente, muy lejos de poder atenderlos como ellos se merecen.
La evangelización de los naturales es, entonces, un desafío más a largo plazo.
Sí, a largo plazo. Creo que para anunciarles la Nueva Buena sería muy importante que los agentes evangelizadores vivieran entre ellos y así poder entenderlos en medio de su cultura y costumbres.
¿Se podría decir que parte de la Evangelización en Moyobamba es de Nueva Evangelización y luego hay una más reducida de Evangelización Ad gentes?
Se da un fenómeno importante: hay mucha gente sin Bautismo. Bautismos de adultos hacemos cada año unos 3.000, sin contar los de niños. Hay mucha gente sin Bautismo pero que tienen cariño a la Iglesia. Dicen: «soy católico pero no estoy bautizado». Eso te lo encuentras mucho en los catecumenados de adultos. Incluso en estos casos de gente que se siente católica pero no están bautizados hay que hacer una primera Evangelización.
Desde el Vaticano II se ha insistido mucho en la figura del sacerdote diocesano. ¿Cómo se compagina ser sacerdote diocesano y misionero? ¿Es una vocación particular o surge de la misma naturaleza del sacerdote?
Yo creo que no es una vocación particular. Hemos oído siempre que la Iglesia es esencialmente misionera. Entonces cada cristiano es misionero y el sacerdote diocesano también. Por la organización de la Iglesia te incardinas en una diócesis, pero creo que todos, por el hecho de ser cristianos, haber recibido la llamada al sacerdocio y haber sido consagrados sacerdotes, tenemos implícita la dimensión misionera. D. Marcelo lo repetía constantemente: «somos sacerdotes para la Iglesia universal». Siempre nos estaba recordando eso. Y los documentos del Concilio Vaticano II que hacen referencia a la formación sacerdotal lo dejan bien claro: que el sacerdote diocesano es misionero. Va en el ser sacerdote. Y aquí lo vivimos así.
Los sacerdotes que hemos venido por aquí no nos hemos desarraigado de la diócesis de origen. Tenemos una buena relación con la diócesis de Toledo, pero no nos hemos sentido aquí como gente extraña. Hemos compartido con el presbiterio de Moyobamba lo que nos une, que es nuestro carácter sacerdotal. Y hemos intentado vivir, y vivimos, esa fraternidad sacerdotal que está por encima de la cultura, la raza, la lengua, las naciones. Eso cuando lo hablamos aquí los sacerdotes lo decimos con frecuencia: que, gracias a Dios, hay una buena relación entre el presbiterio propio de Moyobamba y los que han venido de Toledo, o de Córdoba.
Si un sacerdote diocesano español, con permiso de su obispo, quisiera tener una experiencia misionera, ¿podría llamar a la diócesis de Moyobamba?
Claro, sí. Es bueno que un sacerdote quiera conocer lo que es la misión y pueda venir un mes o unos meses. Sin ningún compromiso de quedarse, sino para conocer. Yo creo que sería una buena decisión, porque a veces no conocemos la misión hasta que estamos en ella. Y en este caso cuando oímos hablar de la selva nos puede parecer que vamos a vivir en medio de peligros constantes, entre animales salvajes y un clima abrasado. No es así.
Juan Pablo II decía en Redemptoris Missio que «la fe se fortalece dándola»; ¿qué aporta a la diócesis de origen el hecho de enviar sacerdotes a la misión, durante el tiempo de misión y a la vuelta?
Por el testimonio de algunos de los sacerdotes de Toledo que han estado aquí años, veo que coinciden en que la experiencia misionera les ha renovado sacerdotalmente, que les ha dado una visión pastoral más amplia y han tenido una experiencia pastoral satisfactoria. Hoy tenemos que reconocer que la misión de la Iglesia es más dura en España que en América. Incluso por la manera de ser de las gentes de esta tierra el sacerdote se siente querido, se siente valorado. Yo, en los 15 años que llevo aquí en Moyobamba, todavía no me he encontrado con alguien que me insulte por la calle. Al contrario. Ese cúmulo de experiencias positivas creo que los sacerdotes lo llevan en su corazón. Y lo más importante es que planteamientos pastorales, no tanto de conservación, sino más de evangelización, que uno no se atrevería a hacer en España, al hacerlos aquí se comprueba que se puede y que funcionan. Esto también puede enriquecer la pastoral de la diócesis que envía.
¿Qué piensa cuando se dice que la misión hoy está en Europa, y que no hay que perder fuerzas en ir a otros sitios cuando tenemos tanto trabajo allí, o incluso que ir a la misión es una especie de huida hacia a una situación más fácil?
La misión es importante en todas partes. En el mundo entero. Pero la diferencia está en que mientras que en Europa la gente rechaza la fe, pero tiene una cantidad de sacerdotes que posiblemente triplique a la de América, aquí la gente todavía tiene un deseo de conocer al Señor y de saber de Cristo y de la Iglesia. Que esa hambre que hay aquí hay que satisfacerla. El Señor dijo a los apóstoles: «denles ustedes de comer». Pero en Europa no tienen hambre y en América sí. Hay que satisfacer esas ganas que por ahora todavía hay en muchas personas en Perú y, en general, en toda América. Yo lo valoraría así.
Por supuesto que tiene que haber sacerdotes en Europa, y hay que emprender la Nueva Evangelización de la que tanto se ha hablado. Me da pena que en Europa haya esa indiferencia, ese rechazo, ese no querer, ese no me interesa. Y los sacerdotes se pueden quebrar la cabeza ofreciendo cosas y cosas. Aquí, sin embargo, con menos esfuerzo el fruto es mayor. Y eso en la Iglesia tenemos que verlo. Y darnos cuenta del detalle de que en América está ahora mismo casi la mitad de los católicos del mundo. Entonces si hacemos una proporción sacerdotes/católicos, la cosa no queda bien. Aquí mismo, en la Prelatura de Moyobamba, hay 18.000 habitantes por cada sacerdote. En Toledo, por ejemplo, 2.000 por sacerdote.
Nadie debe ir como una huida hacia a una situación más fácil, porque aquí también el misionero se encuentra con situaciones muy dolorosas. No hay misión sin cruz, decía san Daniel Comboni. Uno va a la misión porque tiene un sentido amplio de Iglesia y quiere servir al Señor en lugares donde todavía hay pocos sacerdotes y agentes evangelizadores.
La situación de la Archidiócesis de Toledo es especial dentro de España, porque ya algunas regiones de allí tienen relaciones de fieles por sacerdote peores que las que se dan en Moyobamba. Por lo tanto, es difícil que España pueda sostener mucho tiempo la labor evangelizadora que ha realizado durante tantos siglos en América. ¿Cómo ve el futuro?
Perú ahora mismo no se sostendría si todos los misioneros salieran de Perú. Todavía no ha conseguido tener una Iglesia consolidada, con su propia jerarquía. Empezando por los obispos: casi la mitad de los obispos peruanos somos extranjeros. Siguiendo por los sacerdotes: todavía necesita de la ayuda evangelizadora de fuera, especialmente de España. Veremos qué pasa con el tiempo. Ya en España hay muchos sacerdotes de América. Quizá no en Toledo, porque está muy bendecido por el número de sacerdotes, pero en otras diócesis ya hay sacerdotes americanos, sobre todo colombianos, y de otros países. Llegará un momento en que Europa tendrá que ser evangelizada por América o por África, si es que se deja evangelizar.
El problema de Europa es que es una sociedad envejecida, no sólo en años sino también en el espíritu. Ha perdido su esencia, sus raíces. Mira lo que está pasando en algunos países en los que se venden catedrales o se cierran iglesias todos los días. Si las nuevas generaciones están más dispuestas a escuchar y a aceptar a Jesucristo, de Él y solo de Él les vendrá la Salvación.
Mi propia experiencia es que en Perú se puede comprobar la importancia de la cultura cristiana, y cómo muchos de los problemas sociales vienen de la falta de esta cultura. Nosotros en España hemos pasado de una sociedad muy cristiana a una que reniega de Cristo.
España está viviendo de la herencia que nos han dejado nuestros antepasados, pero la estamos derrochando. En España todavía pesa la cultura católica, pero cada vez menos, porque el número de católicos convencidos es menor cada año. Se habla de un 20%. En la medida en que los españoles abandonen la fe católica, irá apareciendo lo que aquí nos encontramos: familias rotas, violencia, jóvenes sin sentido de la vida, suicidios, materialismo, relativismo, consumismo, aberraciones como la ideología de género, el aborto que ya reina en España, etc. Cuando se pierde a Cristo volvemos a lo que había antes de Cristo: al paganismo. Esto aquí nos lo encontramos. Encontramos mucha gente que tiene una religiosidad natural, pero que no conoce al único Dios vivo y verdadero, ni a Jesucristo, y por eso también se dan todos esos males. En España vemos como eso está llegando, pero la causa está en la apostasía, en el alejamiento de Dios.
En Perú hay una ofensiva muy fuerte para introducir una agenda de colonización cultural, que tiene como punta de lanza la ideología de género, tras la que van muchas otras cosas. Esto ya se da en Argentina, Chile, etc. Perú parece que se resiste. ¿Cuál le parece que debe ser la postura de la Iglesia ante esto?
La Iglesia tiene que apostar clara y firmemente por la verdad sobre la naturaleza humana y sobre la moral basada en dicha naturaleza y en la Revelación de Dios para afrontar estos temas de la ideología de género, del aborto y el valor de vida humana, porque en estos temas le va la vida y la felicidad que tanto ansía. La Iglesia tiene que apostar por la predicación de esa verdad. Debe tener claro que su deber es formar a sus hijos en la verdad, en el designio de Dios sobre la vida humana. También debe usar todos los medios humanos y divinos para luchar contra toda esa ofensiva en contra de la vida, en contra del matrimonio varón-mujer, en contra de la creación de Dios, debe utilizar los medios legales, que todavía en Perú podemos contar con ellos, crear asociaciones provida, como la Red Provida San Martín, que tenemos en la Prelatura, formada especialmente con jóvenes católicos adultos que ha optado por la defensa de la vida humana, y también utilizar los medios sobrenaturales, que son esenciales: la oración, la penitencia, la participación en la Santa Misa, la adoración al Santísimo, la devoción a la Virgen María…
Muchas gracias, Monseñor.
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