(InfoCatólica) El Señor encarnado. Un estudio tomista sobre cristología, que acaba de publicar Ediciones Cor Iesu, es la primera obra traducida al español del dominico estadounidense Thomas Joseph White.
White es director del Thomistic Institute del Angelicum (Roma), miembro de la Academia Pontificia de Santo Tomás de Aquino y corredactor de la revista Nova et Vetera, además de un prolífico e influyente autor en el pujante escenario del tomismo norteamericano, tareas que aún le dejan tiempo para dedicarse a componer y tocar el banjo en el grupo The Hillbily Thomists, compuesto por sacerdotes dominicos de su casa de estudios en Washington DC.
Con motivo de la publicación de dicha obra entrevistamos al padre White:
Una primera pregunta para empezar. El subtítulo de su libro menciona a Tomás de Aquino, ¿qué significa Tomás de Aquino para usted?
Descubrí la obra de Tomás de Aquino en una universidad laica en Estados Unidos, cuando todavía no era católico. En concreto, me interesó la tesis de Alasdair MacIntyre sobre la perspectiva ética de santo Tomás, que se dirigía a la felicidad más que a las leyes y a las obligaciones, algo que ha sido olvidado en nuestros días y debería ser recuperado.
A pesar de ello, no estudié seriamente a santo Tomás hasta algunos años después, cuando entré en la vida religiosa. Fue entonces cuando me introduje en su pensamiento de un modo más sistemático. Comencé a darme cuenta de que Tomás de Aquino, como filósofo, intentaba alcanzar la «forma» de la realidad y ver cuál es la constitución misma de las cosas que nos rodean. De ese modo, estudiar su pensamiento no nos hace dependientes de sus planteamientos, sino libres para pensar de modo realista la estructura de la realidad.
Sus ideas metafísicas me resultaron particularmente llamativas, sobre todo su teoría sobre el ser, la substancia, la naturaleza, la verdad y la causalidad. Pero también desde el principio me di cuenta de que sus teorías sobre el hombre eran muy profundas; la composición alma-cuerpo, la naturaleza de las emociones, el carácter de la libertad y del razonamiento, la búsqueda humana de la felicidad… Y luego pude ver cómo intentaba introducir este mismo realismo en su teología: ¿qué significa realmente decir que el único Dios es distinto en tres personas, que Dios se ha hecho hombre o que el pan y el vino en la eucaristía se convierten substancialmente en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo? Y en cada uno de estos casos se me hizo claro, ya en mis días como estudiante, que santo Tomás era una persona espiritual y pastoral, preocupada por nuestro ascenso espiritual a Dios y por la comprensión compasiva de nuestros semejantes, en el amor.
Por lo que se ve, la vinculación con santo Tomás va más allá de los estudios. Además de trabajar como director en el «Thomistic Institute» de Roma también forma parte del grupo «The Hillbilly Thomists»…
Es verdad, además de ser el director del «Thomistic Institute» en Roma, soy miembro del grupo de folklore y bluegrass norteamericano llamado «The Hillbilly Thomists». Esta banda está compuesta exclusivamente por sacerdotes dominicos. Los estilos musicales son algo diversos, pero su inspiración básica es el folklore apalache, el blugrass y la música country. Tocamos para divertirnos, como una afición, pero hemos hecho algunos álbumes que tiene cierta popularidad a nivel nacional. El nombre de la banda se inspira en la famosa novelista norteamericana Flannery O’Connor, quien dijo que sus críticos literarios pensaban que ella era una «hillbbily nihilista» cuando en realidad era una «hillbbily tomista»[1]. Nuestro estilo musical procede de su región y, como ella, somos católicos y sureños en nuestra forma de arte, por lo que este juego de palabras tiene sentido en el contexto estadounidense. Ver a sacerdotes dominicos y tomistas tocar música bluegrass en los Estados Unidos no es lo que la gente suele esperar. Pero lo hacemos porque nos gusta la música, no para sorprender o como un truco. En cuanto a la música litúrgica, solemos tener gustos más tradicionales… ¡pero nadie pasa todo el día en la Iglesia!
Volviendo a santo Tomás y a su pensamiento; quizás alguien podría sorprenderse de encontrar demasiada «metafísica» en su libro El Señor Encarnado. ¿No es eso un poco confuso para alguien que quiere estudiar teología?
Me parece que esta pregunta tiene dos partes: una sobre la cristología y otra sobre la teología más en general. Me referiré sobre todo a la primera.
La cristología es el estudio de la revelación de Cristo, sobre su misterio y sobre su identidad. Y, obviamente, algunos de estos puntos son históricos. Podemos decir que el Jesús de los evangelios se nos presenta de una manera históricamente creíble, pero si es así, podemos preguntarnos: ¿por qué debemos creer en la resurrección histórica de Cristo y en su exaltación? Y en ese caso, ¿cuáles son las implicaciones para nuestro mundo y para el cosmos? ¿Qué debemos hacer con la historia de la reflexión dogmática de la Iglesia sobre Cristo? ¿Tiene sentido y nos ayuda a comprender mejor su misterio?
Pero al mismo tiempo, sigue habiendo preguntas ontológicas que están en el núcleo de esta investigación. ¿Qué es Cristo? ¿Quién es? Si es verdadero Dios y verdadero hombre, ¿qué significa hablar de su naturaleza en cuanto naturaleza que comparte con nosotros? Muchas personas en nuestros días son escépticas con respecto a una naturaleza común, aunque esta idea es básica en cualquier política coherente relativa al bien común que quiera reconocer nuestra igualdad fundamental.
¿Qué significa decir que Dios asumió una naturaleza humana y que es «igual» a nosotros en cuanto hombre, y también quizás el más perfecto de todos, precisamente en cuanto humano? De este modo podemos intentar también entender la naturaleza divina de Dios. Jesús en cuanto Dios es uno con el Padre y el Espíritu Santo. Éste es un gran e insondable misterio. Pero probablemente podemos al menos decir lo que no es Dios. Dios no es un cuerpo físico o una realidad inanimada; Dios es personal, él nos conoce y nos ama. Y al hacerse hombre, su divinidad no destruye nuestra humanidad. Si Dios se hace hombre, no destruye su creación, sino que la enriquece. Esto es algo realmente misterioso, pero al mismo tiempo muy interesante. El «problema» de Dios hecho hombre está en el centro de la fe cristiana. Por eso el libro busca entender mejor este misterio recurriendo también a la metafísica, no para eliminarlo o reducirlo, sino para apreciarlo más profundamente, de modo que podamos conocer y amar mejor a Dios.
Otro punto interesante del libro es el «diálogo» que establece con diversos teólogos contemporáneos, mostrando también algunos problemas en sus planteamientos. ¿Podría señalar las ventajas y los problemas en la teología de nuestros días?
Una gran parte de la teología moderna se ha desarrollado siguiendo las huellas de Kant y Hegel, tratando de lidiar con los desafíos que sus sistemas de pensamiento plantearon a la teología clásica. Teólogos modernos como Rahner o Balthasar son dignos de elogio por tratar de dialogar profunda y sistemáticamente con estos filósofos modernos, dentro de nuestro contexto contemporáneo. Al mismo tiempo, muchos teólogos cristianos modernos del siglo XX eran por definición «experimentalistas». Intentaban experimentar con nuevas formas de decir las cosas, de ver las cosas y de explicar el misterio de la encarnación (Dios hecho hombre) y de la crucifixión de Dios en su naturaleza humana. Pero hay que saber discernir en el tiempo las aportaciones de estos grandes experimentos intelectuales. ¿Qué éxito tuvieron las cristologías de grandes figuras como Barth, Rahner o Balthasar? En este libro sugiero que la cristología de Tomás de Aquino sigue siendo útil, precisamente porque proporciona algunas claves para hacer un buen discernimiento sobre las diversas contribuciones cristológicas modernas.
¿Hay algún punto en concreto que tenga en mente que pueda servir de ejemplo?
Ciertamente, un punto clave para mí es el tema del sufrimiento de Dios. El cristianismo es único en comparación a otras religiones, porque sostiene no solo que Dios se ha hecho hombre, sino que Dios ha padecido la agonía y la muerte, por una injusticia política, y que lo hizo para manifestar nuestro verdadero estado y para redimirnos, para satisfacer por el pecado humano y reconciliar el mundo con Dios. Este es un misterio de misericordia y de amor, pero también un gran misterio sobre Dios mismo, un misterio sobre un Dios que es al mismo tiempo próximo por su solidaridad, pero trascendente por su gloria. Después de Hegel, la tendencia en la teología moderna es afirmar que Dios, en la crucifixión, sufre en sí mismo, en su naturaleza divina y, de este modo, que Dios cambia en su identidad eterna. Esto me parece inadmisible. Si Dios sufre en sí mismo, en su naturaleza divina, entonces Él es como nosotros, está atado al sufrimiento y, en último término, no puede trascender ni superar tal sufrimiento. De hecho, queda de algún modo eternamente definido por él.
Por eso es mejor decir, con la tradición clásica, que Dios sufrió realmente, pero que sufrió en virtud de su humanidad. Lo hizo por solidaridad amorosa con nosotros, como hombre, pero también lo hizo para superar el sufrimiento en nosotros y por nosotros, en el misterio de la resurrección. Y al hacerlo, reveló su propio misterio interior como aquel en el que el amor y la sabiduría eternos resultan victoriosos, y de ningún modo quedan atados o heridos por nuestro pecado, que no puede superar su eterna gloria y su misterio.
Para resumir, ¿por qué una cristología tomista y católica puede resultar interesante?
En último término, el cristianismo no es una convención social, es una elección. Cada generación tiene que elegir a Cristo y aceptar o rechazar el evangelio. Obviamente, esta es una verdad compleja hoy en día en Europa, donde la herencia del cristianismo marca la cultura común de la gente, pero que también está en riesgo de ser radicalmente abandonada. A pesar de ello, el cristianismo no puede ser algo simplemente elegido. En cada generación debe ser pensado, en cada nueva generación, hay que interrogarse sobre la verdad última, como explicación de la realidad. ¿Es verdadero el cristianismo?
Para responder a esta pregunta debemos reflexionar sobre Dios, sobre el hombre y sobre el Dios humanado, Jesucristo. Y, de hecho, esta es la estructura de la famosa Summa theologiae de santo Tomás. En dicha obra, estudia primero a Dios, luego la humanidad y, por último, la encarnación de Dios en nuestra humanidad. Su comprensión sobre nuestra propia condición sigue siendo muy relevante y puede ayudarnos, incluso en este tiempo tan difícil, o quizás, justamente en este tiempo, a pensar en una idea peligrosa: quizás el cristianismo es realmente verdadero.
[1] «Hillbbily» es un término despectivo para sus adversarios y orgullosamente identificador para sus destinatarios. Podría traducirse en su aspecto despectivo como campesino, palurdo, paleto (N. del R.)
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