Agarrarse a la letra de la ley

Se quiere presentar como algo impresentable en la Iglesia. Como si lo bueno, lo que quiere Dios, es hacer de la ley borrón y cuenta nueva. Y eso con leyes que nos ha dado el mismo Dios. Pues, ¿para qué nos las habrá dado?

En el fondo subyace un pensamiento de que Dios no nos ha dado nada, incluso que no existe, y que es hora ya de acabar con ese engañabobos que la Iglesia utilizó tantos siglos para hacerse con el poder y con las conciencias. Acepto plenamente que haya gente que piensa así. Y lo diga. Lo que no entiendo es que se diga desde la Iglesia. Porque eso acaba con ella.

Cierto que las declaraciones de gente de Iglesia en ese sentido son más hipócritas. Disimulan algo. Realzan la misericordia, la comprensión, la bondad, el discernimiento… Conceptos todos sin duda a tener en cuenta pero siempre que no se carguen la ley que en este caso es la Ley de Dios. Las leyes civiles, fruto del voluntarismo de los legisladores, permiten lo que dicen y mañana pueden permitir lo contrario. La zona de dominio público en una ley de costas puede ser la que es o más amplia o menor. Y no pasa nada. La velocidad en las autopistas hoy es de 120kms/h y mañana pueden ser 100 o 140. Pero cargarse la Ley de Dios en la Iglesia es más complicado. Porque, ¿nos han engañado 2.000 años diciéndonos que era Ley de Dios sin serlo? ¿Y ahora al decirnos otra cosa no nos engañan? ¿Tiene algún sentido seguir a quien la que ayer nos dijo negro y hoy nos dice blanco? ¿Estamos en un mero positivismo en el que el legislador dice en cada momento lo que se le ocurre y con obligación por nuestra parte de creernos sus últimas ocurrencias? ¿La Iglesia es acaso Corea de Norte? Porque, si lo fuera, yo me daría de baja.

La palabra de Dios es para seguirla y no para cambiarla. No matarás, no fornicarás ni adulterarás, no robarás, no levantarás falso testimonio… ¿O no es palabra de Dios?

Se puede pintar el salón de otro color o cambiar los muebles del dormitorio. Eso es el ayuno eucarístico desde las doce del día anterior o una hora antes, comulgar en la boca o en la mano, la misa mozárabe, el novus ordo, el modo extraordinario o el rito copto. Dios no ha dicho nada sobre ello. Ni directamente ni en los libros inspirados. Pero hay cosas que si dijo. Y que cuando se leen en la misa se añade: Palabra de Dios.

¿A ver si es que a partir de ahora Dios no tiene palabra? ¿O que no existe Dios sino un personaje notable, al que crucificaron, pero que dijo algunas tonterías que hoy no tenemos que creer? ¿No estarán algunos dinamitando la Iglesia de Cristo?

Francisco José Fernández de la Cigoña

Publicado originalmente en La Cigüeña de la Torre

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