(Fides) Hay quienes suponen que la ola de refugiados que huyen de Mosul podría alcanzar la cifra de un millón de personas, mientras que las organizaciones caritativas católicas que trabajan en Iraq lanzan la «alarma invierno».
En el norte de Iraq las temperaturas invernales caen por debajo de cero, y ya el año pasado, muchos niños murieron de hipotermia en las tiendas de los campamentos de refugiados. «La llegada del invierno puede hacer que lo emergencia migrantes sea imposible de gestionar» refiere Hani El Mahdi, responsable en Iraq del Catholic Relief Services (CRS).
El descenso del precio del petróleo – refieren fuentes locales – ha causado indirectamente, la reducción de los recursos dedicados a las emergencias humanitarias por parte del gobierno de la región autónoma del Kurdistán iraquí. Cualquier aumento repentino del flujo de refugiados de Mosul haría imposible en la actualidad el poder asegurar a todos la hospitalidad precaria en tiendas de campaña. Además pondría a prueba - refieren los voluntarios – a las estructuras de asistencia y de acogida que participan en un esfuerzo para responder a las emergencias causadas por la guerra.
Según los datos proporcionados por la Organización de las Naciones Unidas, unos 34.000 hombres, mujeres y niños han huido de sus hogares desde que comenzó la ofensiva en Mosul, el pasado 17 de octubre. Desde 2014, la violencia en Iraq ha provocado la devastación y el desplazamiento masivo de más de 3 millones de iraquíes. Más del 80 por ciento de los desplazados viven fuera de campamentos organizados, huéspedes de familiares y amigos o refugiados en alojamientos precarios y provisionales.
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