(Zenit) El Papa exhorta a los enfermos a que «siempre encuentren en la fe, alimentada por la Palabra y los Sacramentos, la fuerza para amar a Dios y a los hermanos en la experiencia también de la enfermedad».
Además, el Santo Padre indica en el mensaje que «cada paciente es y será siempre un ser humano», y «debe ser tratado en consecuencia». Los enfermos, como las personas que tienen una discapacidad incluso muy grave, «tienen una dignidad inalienable y una misión en la vida» y «nunca se convierten en simples objetos, aunque a veces puedan parecer meramente pasivos, pero en realidad nunca es así».
Esta Jornada, instituida por san Juan Pablo II, en 1992, y celebrada por primera vez precisamente en Lourdes el 11 de febrero de 1993, constituye una ocasión «para prestar especial atención a la situación de los enfermos y de todos los que sufren en general» y al mismo tiempo, «es una llamada dirigida a los que se entregan en su favor, comenzando por sus familiares, los agentes sanitarios y voluntarios, para que den gracias por la vocación que el Señor les ha dado de acompañar a los hermanos enfermos».
Además –precisa el Papa– esta celebración renueva en la Iglesia la fuerza espiritual para realizar de la mejor manera posible esa parte esencial de su misión que incluye el servicio a los últimos, a los enfermos, a los que sufren, a los excluidos y marginados
También aprovecha el mensaje para expresar su cercanía a todos los que viven en la experiencia del sufrimiento, y a sus familias. Del mismo modo agradece a todos los que, según sus distintas ocupaciones y en todos los centros de salud repartidos por todo el mundo, «trabajan con competencia, responsabilidad y dedicación para vuestro alivio, vuestra salud y vuestro bienestar diario».
Por otro lado, recuerda que como santa Bernadette estamos bajo la mirada de María. «La humilde muchacha de Lourdes cuenta que la Virgen, a la que llamaba «la hermosa Señora», la miraba como se mira a una persona», indica. Estas sencillas palabras «describen la plenitud de una relación», ha reconocido Francisco.
Bernadette, recuerda, después de haber estado en la Gruta y gracias a la oración, «transforma su fragilidad en apoyo para los demás», gracias al amor se hace capaz de enriquecer a su prójimo y, sobre todo, de ofrecer su vida por la salvación de la humanidad.
En esta misma línea, el Papa invita a pedir a la Inmaculada Concepción «la gracia de saber siempre ver al enfermo como a una persona» que, ciertamente, necesita ayuda, a veces incluso para las cosas más básicas, «pero que también lleva consigo un don que compartir con los demás».
Los frutos maravillosos de esta solicitud de la Iglesia hacia el mundo del sufrimiento y la enfermedad «son motivo de agradecimiento al Señor Jesús, que se hizo solidario con nosotros, en obediencia a la voluntad del Padre y hasta la muerte en la cruz, para que la humanidad fuera redimida», insiste Francisco. Asimismo recuerda que la solidaridad de Cristo, Hijo de Dios nacido de María, es la expresión de la omnipotencia misericordiosa de Dios que se manifiesta en nuestras vidas ―especialmente cuando es frágil, herida, humillada, marginada, sufriente―, infundiendo en ella la fuerza de la esperanza que nos ayuda a levantarnos y nos sostiene.
Tanta riqueza de humanidad y de fe no debe perderse, sino que «nos ha de ayudar a hacer frente a nuestras debilidades humanas y, al mismo tiempo, a los retos actuales en el ámbito sanitario y tecnológico», subraya el Papa.
Finalmente, el Pontífice asegura que en la Jornada Mundial del Enfermo podemos encontrar «una nueva motivación» para colaborar en la difusión de «una cultura respetuosa de la vida, la salud y el medio ambiente», «un nuevo impulso para luchar en favor del respeto de la integridad y dignidad de las personas», incluso a través de un enfoque correcto de las cuestiones de bioética, la protección de los más débiles y el cuidado del medio ambiente.
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