Es fácil cruzar hoy los océanos. Mucha gente lo hace por razones de trabajo, por viajes de placer y vacación, por interés cultural. Pero habría una motivación diferente que ha acompañado a tantos hombres y mujeres a través de los siglos: querer comunicar y compartir algo que vale la pena, que se anuncia con verdadera pasión, que se propone con delicado respeto, que suena a una Buena Noticia y que sabe a lo que sabe Dios. Sí, ha habido tantos cristianos que han viajado y siguen viajando sin otro motivo que el de anunciar a Jesucristo proclamando su Evangelio de salvación.
El Papa Francisco viaja para esto a Chile y Perú. He tenido la inmensa gracia de ser elegido por la Conferencia Episcopal Española para representarla en este viaje. Para mí es un regalo, para nuestra Diócesis de Oviedo una deferencia y honor. El Papa Francisco les decía hace unos meses a los cristianos de Perú que la reserva más hermosa que puede tener un pueblo es la «reserva de los santos», y que ese gran país es una reserva patente entre los pueblos de Hispanoamérica, porque tantos santos que allí han vivido el Evangelio de Cristo, han sembrado de esperanza la vida de las personas.
La unidad y la esperanza son los dos acentos que enmarcan este viaje apostólico del Santo Padre. La unidad que hace de las diferencias que nos distinguen a las personas y a los pueblos no sean vividas como arma arrojadiza que mira al otro como rival, adversario o enemigo, sino como una ocasión para completarnos y complementarnos viviendo la experiencia de la Iglesia que siendo muchos podemos ser una sola cosa, tal y como Jesús pidió en su oración al Padre durante la última cena. Y cuando esa unidad se da, respetando las diferencias que nos distinguen, pero transcendiéndolas en el amor que nos hace uno, entonces nace la esperanza como un cauce que nos permite vivir y convivir de otra manera: sin hacernos daño, sin destruirnos, sino construyendo la ciudad que Dios quiere para sus hijos en la que Él es bendecido y ellos son abrazados. Unidad y esperanza, serán los dos subrayados que el Papa Francisco querrá recordarnos en esas tierras hermanas de la América hispana.
Pero no será un viaje inicuo cuando hay tantas heridas en el corazón de las gentes, que están necesitando un bálsamo que ponga paz y una voz que acierte a proclamar la verdad en la caridad y la justicia. Como dice Francisco en su mensaje con motivo de este viaje: «quiero hacerme partícipe de vuestras alegrías, tristezas, dificultades y esperanzas, y deciros que no estáis solos, que el Papa está con vosotros, que la Iglesia entera os acoge y os mira. Con vosotros deseo experimentar la paz que viene de Dios; solo Él nos la puede dar. Es el regalo que Cristo nos hace a todos, el fundamento de nuestra convivencia y de la sociedad; la paz se sostiene en la justicia y nos permite encontrar instancias de comunión y armonía. Hay que pedirla constantemente al Señor y Él la da. Es la paz del Resucitado que trae la alegría y nos impulsa para ser misioneros, reavivando el don de la fe que nos lleva al encuentro, a la comunión compartida de una misma fe celebrada y entregada».
Con el afecto y la emoción de quien se une a este especial mensajero, voy a acompañar al Santo Padre llevando España y Asturias en el corazón, sabedor de la larga trayectoria misionera que nuestra Diócesis ha escrito en su historia. Que la Santina bendiga este viaje del Papa. Acompañadme con vuestra oración. Recemos por el Santo Padre. A la vuelta compartiré la gracia de este acontecimiento.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, Arzobispo de Oviedo
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