A dos días de aquello que con tanta énfasis muchos han definido como un «histórico acuerdo», el firmado entre China y la Santa Sede sobre el nombramiento de los obispos, tratemos de comprender y evaluar su portada. El sobrio anuncio de la Sala de prensa vaticana- mientras todos los periodistas estaban comprometidos en otras partes, en el viaje a Lituania del Papa Francisco- fue recibido con un encendido optimismo y un oscuro pesimismo.
Entre los optimistas, el adjetivo «histórico» fue usado hasta el hartazgo, olvidando que el acuerdo fue definido como «provisorio», sujeto a «evaluaciones periódicas» y que el mismo director de la Sala de prensa habló de «inicio» de «un proceso» y no de su «fin».
Para los pesimistas, este es «el inicio de una entrega total de la Iglesia china en manos del Estado que, como ya sucedió, hará lo que querrá, esto es: un instrumento del Partido y acusan al silencio sobre los sufrimientos que los católicos oficiales y no oficiales sufren desde hace 70 años.
Ya otras veces hemos dicho que nosotros de AsiaNews, no somos ni optimistas ni pesimistas, sino realistas. Y tal realismo nos permite ver lo positivo y lo negativo presente en este frágil y «provisorio» acuerdo.
El Papa en los nombramientos de los obispos
En este hay de hecho una novedad: de algún modo- que no sabemos, por qué el texto no fue hecho público y no lo será- la Santa Sede estará implicada en los nombramientos de los obispos. Esto, al menos en el papel, significa el fin de la Iglesia «independiente» tan anunciada en todos estos años y el reconocimiento que el ligamen con el Papa es necesario también con un obispo chino para poder ejercitar su ministerio. Según el acuerdo no será ya posible nombrar y consagrar a un obispo sin el mandato papal, aunque si el gobierno o la asociación patriótica o el consejo de los obispos podrán proponer sus candidatos. Y esta es la parte optimista.
Pero también está el lado pesimista: ¿Qué sucederá si el candidato propuesto por China no es aceptado por el Papa? Hasta ahora se habló de un poder de veto temporáneo del pontífice: el Papa, debía dar las motivaciones sobre su rechazo dentro de 3 meses, pero si el gobierno evaluaba inconsistentes las motivaciones papales, habría continuado con el nombramiento y la ordenación de su candidato. No conociéndose el texto del acuerdo, no sabemos si esta cláusula fue mantenida, si realmente el pontífice tendrá la última palabra sobre los nombramientos y las ordenaciones o si en cambio su autoridad será sólo formal.
Un amigo mío canonista está «seguro» que el Papa tendrá un poder permanente sobre la elección última de los candidatos «porque la Iglesia no puede ser de otro modo». En todo caso, este es uno de los puntos que- faltando el texto del acuerdo- será necesario verificar en los próximos meses, con los posibles nombramientos y ordenaciones que se esperan desde hace años.
La cancelación de las excomuniones
Otro elemento positivo es la cancelación de la excomunión de 7 obispos, ordenados sin el mandato papal desde el 200 hasta 2012. Es un hecho positivo porque al menos en vía de principio ayudará a los católicos chinos poder vivir más la unidad. estos obispos excomulgados eran usados por la Asociación patriótica para dividir a la Iglesia, haciéndoles presenciar con la fuerza de la policía en las ceremonias de ordenaciones episcopales.
También hay que decir que diversos de ellos han realizado un camino de arrepentimiento y desde hace años piden la reconciliación con Roma. La eliminación de las excomuniones no forman parte del «paquete del acuerdo», sino que es un gesto de la Iglesia, si bien-quizás con astucia un poco ingenua- fue dado el anuncio de la reconciliación el mismo día de la noticia sobre el acuerdo.
Pero, entre los fieles chinos- parte de aquel «santo pueblo fiel de Dios» que el Papa nos pide de escuchar- hay humillación y tristeza porque algunos de estos obispos reconciliados son conocidos por tener amantes e hijos y por ser «colaboracionistas». Muchos otros se preguntan si los obispos reconciliados expresarán un pedido de perdón delante del pueblo que ellos han escandalizado con su modo de obrar en forma «independiente». Justamente el Card. Pietro Parolin, en su comentario sobre el acuerdo, pidió se hagan «gestos concretos que ayuden a superar las incomprensiones del pasado, también de pasado reciente».
Acuerdo «pastoral» y «no político»
Otro elemento del todo positivo del acuerdo es su carácter «pastoral» y «no político». Y en efecto el acuerdo fue firmado sin que China exigiese como condición previa la ruptura de las relaciones diplomáticas con Taiwán. Por decenios y hasta en los últimos años de diálogo en tiempos del Papa Francisco, el estribillo de China era que si el Vaticano quería mejorar las relaciones con Beijing, ante todo tenía que interrumpir las relaciones diplomáticas con taiwán y no entrometerse en los asuntos internos de China. Con el acuerdo «pastoral» estas 2 condiciones no aparecieron: el vaticano tiene injerencia sobre el nombramiento de los obispos y no hay ninguna ruptura con Taiwán, con tanta alegría de parte del ministerio de Exteriores de la isla y del embajador junto a la S. Sede.
La persecución no mencionada
Pero, hay otro elemento es del todo negativo: ni en la noticia del acuerdo, ni en sus explicaciones existe una mínima mención sobre la persecución que los católicos y todos los cristianos están soportando en estos tiempos. Como los testimonian tantas veces en las agencias, en nombre de la «sinización», en China son quemadas y destruidas tantas cruces, tantas iglesias demolidas, se arrestan a los fieles y a los jóvenes menores de 18 años les está prohibida la participación a las funciones religiosas ni a la educación religiosa. Además hay obispos y sacerdotes que están desaparecidos en manos de la policía; obispos que están en arrestos domiciliarios; obispos no oficiales considerados como criminales; controles de todo tipo de vida de las comunidades. A todo esto se agregan las persecuciones a las cuales son sometidas las otras comunidades religiosas (budistas, taoístas, musulmanas…), que manifiestan la visión negativa que China tiene sobre las religiones y su proyecto de asimilarlas o destruirlas.
Esto hace mirar al acuerdo provisorio como a un resultado extraño, un poco inesperado, provisorio, pero si futuro, porque deja una sombra de sospecha sobre el interlocutor con el cual la Santa Sede decidió dialogar. De hecho, desde China llegan comentarios que expresan alegría por el acuerdo, pero también tristeza porque los chinos no confían en sus autoridades políticas.
A este propósito. hace algunos meses atrás, en una entrevista el Papa Francisco dijo que «el diálogo es un riesgo, pero prefiero el riesgo en vez de la derrota segura en el no dialogar». Por lo tanto iniciar un diálogo también con interlocutor no confiado, es mejor que permanecer sin moverse. De este punto de vista, el acuerdo, si bien provisorio, representa sin duda una nueva página.
Los mártires lituanos y los mártires chinos
Queda el hecho del silencio sobre las persecuciones. En todos estos años la Santa Sede calló sobre cualquier acto de persecución: el asesinato de sacerdotes; sobre las iglesias destruidas; los obispos arrestados… Esto dio a muchos la impresión que el diálogo fuese más «político» que «pastoral». Justamente ayer el Papa Francisco en Vilnius, recordando a las víctimas del genocidio nazi y comunista, hizo una oración en la cual pide al Señor para que no seamos «sordos al grito de todos aquellos que hoy continúan elevando sus voces al cielo». Y es justamente eso lo que los católicos chinos nos piden.
Me pregunté cómo es que la Santa Sede haya querido comunicar la firma del,acuerdo justo en el momento que el Papa Francisco en Vilnius recordaba el gran testimonio de los católicos lituanos bajo el comunismo, su resistencia y fe bajo las torturas, su ser semilla de una sociedad más libre y más acogedora. También entonces los católicos discutían y se dividían entre la denuncia y la resistencia y la Ospolitik vaticana. Si se mira al cuerdo sólo como una cosa negativa, entonces la memoria de los mártires lituanos podría dar pie a una interpretación de los «dos pesos y dos medidas» que la diplomacia a menudo actúa y una toma de pelo a los sufrimientos de los cristianos chinos».
Pero si en el acuerdo, aunque provisorio, se ve un poquitito de positividad, entonces las celebraciones lituanas son un signo de esperanza: el comunismo, «el delirio de omnipotencia de aquellos que pretendían controlar todo», no venció. Y esto hace esperar suceda también a China.
Artículo publicado originalmente en AsiaNews el 24 de septiembre de 2018
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