(Marco Tosatti, La Nuova Bussola Quotidiana/InfoCatólica) Un sacerdote puede y debe negarse a dar la Comunión a un no católico, aunque su obispo le haya ordenado dársela, afirmó el cardenal Gerhard Müller, Prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en relación con la afirmación singular de Monseñor Felix Genn, obispo de Münster (Alemania), quien, presentando en su diócesis las orientaciones alemanas sobre la recepción de la Comunión por los cónyuges protestantes de fieles católicos, había declarado: «Como pastores, no tenemos el derecho de permitir o denegar el acceso a la Eucaristía. Es absolutamente inaceptable negar sagrada Comunión».
El Card. Müller respondía así a una pregunta directa que le había planteado Maike Hickson, de LifeSiteNews. Se trata de un tema que en Alemania se ha vuelto particularmente delicado, porque fue el núcleo de una batalla entre los obispos, que quedó resuelta de manera ambigua por Roma y el Papa. El Cardenal Müller subraya, entre otras cosas, que la decisión de recibir la Eucaristía de acuerdo con la enseñanza católica o la enseñanza protestante no puede dejarse a la libre decisión de aquellos que se acercan a comulgar.
El problema saltó a los medios de comunicación cuando, durante su visita a la iglesia luterana de Roma, el Papa respondió a la pregunta de una luterana casada con un católico sobre la posibilidad de comulgar en la iglesia católica. La respuesta del Pontífice no fue muy clara: «La vida es más que las explicaciones e interpretaciones. Remóntese siempre al bautismo: 'Una fe, un bautismo, un Señor', eso es lo que nos dice Pablo, y desde allí saque usted las consecuencias. Nunca me atrevería a dar permiso para hacer esto [comulgar a pesar de no ser católica], porque no es mi responsabilidad. Un bautismo, un Señor, una fe. Hable con el Señor y siga adelante. No me atrevo a decir más».
Müller explica claramente que la misma autoridad episcopal quedaría puesta en cuestión si un obispo exigiese la obediencia a órdenes contrarias a la doctrina enseñada por la Iglesia de manera vinculante. El Cardenal recordó a LifeSiteNews que hay casos en que un sacerdote debe resistirse a su obispo, al igual que San Pablo resistió a San Pedro: «En este caso, cada católico, y especialmente cada pastor, tiene el deber –como San Pablo en su disputa con San Pedro– de oponerse a él ‘cara a cara, porque es digno de reprensión’» (Gal 2,11). Para el Cardenal, un sacerdote no está obligado a dar la Sagrada Comunión a un no católico. Al contrario, está obligado a no vulnerar »la sacramentalidad de la Iglesia«. «Sin embargo, no está obligado por el derecho divino a dar la sagrada Comunión a un no católico y, en cualquier caso, no puede quedar obligado por una orden episcopal y según el derecho meramente eclesiástico a cometer un acto que vulnera y ofusca la sacramentalidad de la Iglesia».
En su declaración, el Cardenal Müller también hizo referencia al caso McCarrick: «Los obispos debilitarían su autoridad, si exigieran obediencia a vulneraciones de la ley moral natural y falsas enseñanzas en cuestiones doctrinales y morales. Está claro que el ex arzobispo de Washington, McCarrick, indujo a seminaristas y sacerdotes a cometer actos inmorales, abusando de su poder para recompensarlos o castigarlos. Esto solo es un aspecto del escándalo de los abusos. También se ha manifestado una incapacidad fundamental para afrontar el problema: no queremos ver que su origen está en la decadencia de la moral en el ámbito sexual y, en consecuencia, nos negamos a sanear esta ciénaga».
«Sería igualmente grave» continuó el cardenal, «que un obispo, apelando a la ‘obediencia religiosa’ que le deben los sacerdotes y fieles de su diócesis (Lumen Gentium 25), les pidiera una confesión de fe y una atención pastoral que se apartasen de la verdad del Evangelio» (Gal 2,14). Precisamente en relación con esas situaciones, Müller recuerda el deber de resistirse abiertamente, como hizo San Pablo. «Desafortunadamente, no solo tenemos pastores como San Pablo. Algunos obispos son progresistas, es decir, complacientes e indiferentes en cuanto a la doctrina, sí, casi relativistas, mientras que al mismo tiempo actúan de manera extremadamente autoritaria con los católicos ortodoxos, a quienes solo saben tratar con amenazas y castigos».
Volviendo al problema de la Comunión para los no católicos, el Cardenal recuerda que «la sagrada Comunión solo puede ser recibida dignamente por un cristiano bautizado que esté en plena comunión con la Iglesia Católica en cuanto a su credo (es decir, su doctrina) y sus sacramentos y con el Papa y los obispos. Además, es necesario añadir a eso la reconciliación con Dios y con la Iglesia en caso de culpa grave, con la ayuda del Sacramento de la Penitencia, o mediante la contrición perfecta con la determinación de confesar el pecado a un sacerdote tan pronto como sea posible». Por lo tanto, continúa Müller, «los obispos alemanes, con su dispensa concerniente a la recepción de la Comunión por los cónyuges protestantes, que fue elaborada de manera teológicamente defectuosa, han excedido claramente sus competencias magisteriales, como afirmó la Congregación para la Fe con la aprobación del Papa Francisco. No se puede dejar a la conciencia de los fieles católicos o de los cristianos no católicos la libertad de recibir la Santa Comunión en un sentido católico o, más bien, darle a la Comunión un sentido luterano o humanista (en el sentido de que favorece un sentido de comunidad). La comunión eclesial y sacramental son inseparables, a menos que los obispos quieran desacramentalizar la Iglesia».
Es cierto que «en el caso de aquellos que están adecuadamente preparados, entienden los sacramentos en el sentido católico y desean recibirlos, no se pueden negar los sacramentos. Sin embargo, [los sacerdotes] también deben comprobar que los que los reciben estén en comunión eclesial plena, así como su disposición a recibirlos de acuerdo con la Fe católica».
Es de sentido común que cada persona debe evitar participar en los ritos de otras comunidades o religiones a las que no pertenece. Por su parte, «un buen pastor tratará de evitar causar escándalo durante la sagrada Comunión [...]. Deberá explicar la doctrina de la Iglesia de manera amable y a la vez firme. Sin embargo, no está obligado por el derecho divino a dar la sagrada Comunión a un no católico».
«Un obispo que impone sanciones contra los sacerdotes que lo desobedecen con razón», concluye Müller, «está abusando gravemente de su autoridad apostólica y debe responder ante un tribunal eclesiástico. Aquí se deben aplicar criterios objetivos. Incluso si los acuerdos personales entre bambalinas favorecen por un momento a personas que desean adquirir poder, la autoridad del Magisterio, y especialmente la del Papa, se ve socavada permanentemente».
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