La Misa por el 45 aniversario de la muerte de Perón se convierte en una loa a su persona y sus ideales

(Aica) La Eucaristía en memoria del mandatario fallecido el 1º de julio de 1974 fue concelebrada por el presbítero Raúl García y se llevó a cabo en la catedral de los santos Justo y Pastor, y asistieron dirigentes políticos, sindicalistas y de organizaciones sociales, además de referentes de la Pastoral Social diocesana.

«Siempre la muerte de un ser querido, además de dolor provoca cierto sentimiento de desamparo. Esa fue la experiencia que gran parte del pueblo vivió el 1° de julio del año 1974 en las largas colas que hacían en el Congreso de la Nación mientras esperaban el momento de darle el último adiós con lágrimas y dolor al presidente de la Nación», recordó.

«Han pasado muchos años. El tiempo ha secado muchas de esas lágrimas, pero no ha podido borrar el recuerdo y menos una doctrina que sigue moviendo a millones de argentinos», agregó.

El obispo matancero afirmó que «honrar su memoria no es solo gritar su nombre, sino ser consecuentes con los ideales por los que vivió, luchó y que siguen siendo significativos para un pueblo» y leyó una frase de Perón que, dijo, «viene muy bien para nuestra Argentina de hoy».

«Es necesario tender a la riqueza espiritual, hacia eso que constituye los únicos valores eternos, y que son los que unirán a los millones de argentinos ...a costa de cualquier sacrificio, pensamos en una Nueva Argentina, profundamente cristiana y profundamente humanista. El mundo del futuro será solamente de los que poseen las virtudes que Dios inspiró como norte de la vida de los hombres», subrayó citando a Perón.

Monseñor García aseguró que «si hoy miramos con dolor a nuestra Patria no es solamente porque la devaluación monetaria es grande, sino porque constatamos que la devaluación de esa riqueza espiritual es más grande todavía», pero destacó: «Sin embargo, la fe no nos clausura para querer encender una llama de esperanza».

«Para no seguir llorando a la muerta sin hacernos cargo, reconozcamos con sinceridad qué es lo que mata a la Patria», pidió, y enumeró alguna de esas cuestiones de muerte: «La anorexia espiritual en la que nos hemos ido sumergiendo», «la soberbia de creernos el ombligo del mundo», «la soberbia que da el poder económico, real, casual o mal habido», «renegar de nuestras raíces», «la idea de la política como espacio para tener poder y restar o dar poder a otros» o «haber confundido patriotismo con patrioterismo».

El obispo explicó que «siguiendo la lógica del Evangelio, la Patria no está muerta, duerme; y, como Jesús, para darle vida tenemos que acercarnos con amor, tenderle la mano y avisar a los encargados que hay que darle de comer».

«Acercarnos a ella buscando ese rescoldo espiritual que nos anime a generar una nueva mentalidad, un clima político, cultural y social que desde todos los ámbitos posibles comience a promover diálogo y encuentro a pesar de las más hondas diferencias, de modo que se construyan puentes y oportunidades para que los diferentes sectores y actores de la sociedad se encuentren y aprendan a escucharse y a reconocer las necesidades, aspiraciones, inclinaciones, de los otros y, especialmente, de aquellos que histórica o circunstancialmente aparecen como opuestos o excluyentes», enfatizó.

Monseñor García sostuvo que «la Patria no está muerta, duerme» y planteó: «Necesitamos acercarnos a ella respetuosamente dejando de lado los oscuros intereses ideológicos y corporativos que en muchos casos se han afianzado de manera muy perversa en el corazón de muchos ciudadanos, para comenzar a entrenar actores sociales generosos desde la infancia y la adolescencia para que sean ciudadanos con valores bien fundados, sólida formación plural, no sectorizada, ni clasista ni ideologizada, personas con una mirada social amplia que los haga protagonistas y constructores de una cultura del encuentro desde una diversidad reconciliada».

«Igual que la niña del Evangelio, a nuestra Patria hay que darle de comer. Y volviendo al inicio, en las palabras del General Perón: ‘darle de comer aquellos únicos valores eternos, y que son los que unirán a los millones de argentinos… que son amor, justicia verdadera, solidaridad y paz… y darle de comer también concretamente a esos millones de argentinos que se merecen una vida digna y que no pueden seguir esperando nuestros tiempos’», concluyó.

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