(Aica) La presentación estuvo a cargo del presidente de la CEA, monseñor Oscar Vicente Ojea y del presidente de la Cevilaf, monseñor Pedro María Laxague, obispo de Zárate-Campana, acompañados por el presbítero Gustavo Antico y los miembros del Secretariado Nacional de Pastoral Familiar, Paulette Von Wuthenau y Manuel González Quesnel.
Al presentar el documento, monseñor Ojea recordó cuatro características que proponía el papa San Pablo VI en la encíclica Ecclesiam suam, que debe tener el diálogo: claro, afable, confiado y cordial.
En ese sentido, explicó que el diálogo debe representar claramente la identidad del que piensa de una manera. No puede engañarse y tiene que buscar la claridad, ser fiel a sí mismo; debe ser afable, no puede ser hiriente, tiene que ser paciente, generoso, pero nunca busca lastimar. Debe ser confiado, que quiere decir creer en la capacidad que puede tener el otro de cambiar cuando expreso mi pensamiento, y en la capacidad mía de ser modificado por lo que el otro me pueda decir. Debe ser prudente, adaptarse a características de edad y ambiente cultural.
«Este documento busca expresar el pensamiento de la Iglesia en cuestiones tan fundamentales como la familia y la vida», detalló el presidente de la Conferencia Episcopal, y aclaró que «está escrito en primer lugar para los padres de familia, para los educadores, para los docentes, para los catequistas, para los sacerdotes; y también para los hermanos que no piensan como nosotros, que tienen otra manera de ver estas cuestiones, para poder establecer un diálogo con ellos, con respeto, con humildad y con claridad».
Luego de la intervención del presbítero Antico, quien compartió la introducción del documento, Paulette Von Wuthenau y Manuel González Quesnel expusieron algunos puntos del documento y desarrollaron algunas reflexiones al respecto.
Monseñor Pedro María Laxague, por su parte, recordó las palabras del papa Francisco: «La verdad tiene que ser amable». En ese sentido, aclaró: «No amable en el sentido de educada, sino amada, recibida por el otro. Este documento cuidó mucho ese aspecto, porque cuando se comunica algo, uno quiere que el otro lo escuche», aseguró.
El prelado agradeció luego a tantos que dan testimonio en su vida de la belleza y del amor humano, principalmente los padres que dan su vida para gestar y cuidar de la vida de sus hijos; los jóvenes que demuestran su alegría en estos tiempos y levantan la bandera de «Vale toda vida»; profesionales de la salud que siguen su conciencia para salvar la vida; docentes que se esfuerzan en transmitir el valor de la vida y educan en el amor a la vida con respeto y valoración del otro; funcionarios judiciales que se esfuerzan por garantizar los derechos de las madres y sus hijos; comunicadores que transmiten el respeto a la vida y la belleza, aun en medio de presiones.
«Asumimos con alegría y esperanza la misión de proteger la vida, el amor y la familia», expresó el obispo. «Jesús nos reveló que la fuente de la vida y del amor humano está en Dios y también es Él quien enseña a vivir y a amar. Le pedimos a María que nos acompañe e interceda para que promovamos la belleza de la vida y el amor humano».
El documento
El documento asume «el gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia» en orden a dos realidades fundamentales de la existencia del hombre: la vida y el amor humano, y expresa la cercanía a los hombres y mujeres de nuestro tiempo con la propuesta cristiana, «que nos impulsa a reconocer al otro, sanar las heridas, construir puentes, estrechar lazos y ayudarnos mutuamente a llevar las cargas».
La reflexión expuesta en el documento, detallan, «se dirige especialmente a los padres de familia, sujetos insustituibles de la educación en la fe de sus hijos, a los catequistas, a las comunidades educativas católicas, a sus docentes y directivos, a los sacerdotes y, obviamente, a toda persona cuya visión de la vida, del amor humano y de la familia, converge con los valores cristianos».
Asimismo, aclaran: «Con aquellas personas que poseen otra comprensión del ser humano, de la pareja humana y del mundo, estamos dispuestos a dialogar y a valorarlos en las diferencias, y buscar en conjunto una convivencia en la libertad, la pluralidad, la humildad y el respeto al que opina distinto».
Ante las nuevas circunstancias en que se desarrolla una cultura que «ya no se inspira en los valores del Evangelio», sino que prescinde de él, la Cevilaf considera necesario «decir una palabra que ilumine estas realidades de enorme importancia para la persona, la familia y la sociedad».
«Son cada vez más frecuentes las expresiones, movimientos y asociaciones que defienden, cuidan y promueven la vida de la madre y del niño que se gesta en su seno. Al mismo tiempo, hay una mayor conciencia de la importancia de una educación integral de la sexualidad que la vincule estrechamente con el amor, la libertad y responsabilidad».
Por otra parte, expresan su preocupación por «cómo se incrementan las esclavitudes que claman a Dios: la violencia en todas sus formas; la trata de personas, la explotación de los débiles, los vulnerables y empobrecidos (especialmente niños, mujeres y ancianos); las prácticas abortivas y la anticoncepción; la degradación de los vínculos interpersonales y la violencia doméstica, especialmente sobre la mujer; las adicciones a las drogas y a la pornografía, la indiferencia».
En ese sentido, alertan también sobre una «desorientación antropológica» que «tiende a cancelar las diferencias entre el hombre y la mujer, consideradas como simples efectos de un condicionamiento histórico-cultural, estructurándose como pensamiento único y clausurado a un diálogo abierto y plural y, por lo tanto, excluyendo el encuentro». Todas estas esclavitudes, señalan, «generan angustia, atentan contra la integridad de la vida de las personas, y obstaculizan la posibilidad de construir una convivencia humana en la que efectivamente haya lugar para todos y a todos se les reconozca su inviolable dignidad».
«Estamos convencidos de que la propuesta cristiana tiene una palabra luminosa, liberadora y de esperanza para vivir con sentido, alegría y plenitud la vida y el amor humano. Para ello, necesitamos recrear permanentemente en nosotros la mirada de Dios sobre nuestra realidad».
«Lo primero que surge desde lo más íntimo del corazón creyente es alabar a Dios por todo lo que Él es y todo lo que hace. Pero, al mismo tiempo, ver desde Dios lo que nos pasa exige también discernir lo que nos hace bien de lo que nos daña». Ante lo que se define como un «cambio de época», plantean el desafío de «abrirnos a una humanidad más libre y tolerante» y alientan a «aprender a convivir mediante el diálogo, el respeto por las diferencias y el anhelo en procurar siempre el bien del otro».
Finalmente, con la presentación de este documento esperan «contribuir a una auténtica cultura del encuentro, de la vida y del amor humano, junto con todos los que estén abiertos a una intercomunicación personal y pluralista, y buscan sinceramente el bien de todos, sin marginar ni excluir a nadie».
«En esta prolongada época transicional, el Espíritu Santo sigue suscitando ‘la nueva creación», la humanidad nueva a la que la evangelización debe conducir, mediante la unidad en la variedad que la misma evangelización querría provocar en la comunidad cristiana’», concluyen.+
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