«El aborto no puede ser un derecho, casi me mata»: relato de una superviviente

(Andrés Vacca/Bles) Los partidarios del aborto acuden frecuentemente a historias de mujeres que han sido violadas o maltratadas para justificar su posición. Pero también existen relatos conmovedores de mujeres provida, como el caso de Melissa Ohden que comparte su historia de vida como sobreviviente de un aborto y hoy reclama por los derechos de los niños por nacer que en muchos casos, al igual que ella, sufren la posibilidad de ser asesinados antes de salir del útero de sus madres.

Como relata Andrés Vacca, para Bles, el 16 de junio, el Subcomité de Constitución del Poder Judicial del Senado celebró una audiencia sobre la Ley de Protección de la Salud de la Mujer (WHPA por sus siglas en inglés), la cual tiene la intención de proteger a los «proveedores de atención médica» al permitirles realizar abortos «sin limitaciones o requisitos que busquen obstruir la provisión de servicios de aborto».

Dos testigos provida testificaron durante la audiencia: Melissa Ohden, fundadora y directora de Abortion Survivors Network, y Catherine Glenn Foster, presidenta y directora ejecutiva de Americans United for Life. Ambas compartieron sus historias personales, una hablando como una sobreviviente de un aborto y la otra hablando como una mujer que efectuó un aborto.

Ambos testimonios buscaron desafiar la polémica legislación WHPA, creada e implementada exclusivamente para defender a las empresas abortistas y eliminar todo intento de generar algún tipo de traba burocrática, sanitaria o económica para el aborto.

Melissa Ohden, se presentó ante los presentes como sobreviviente de un aborto y en sus primeras palabras alentó a reflexionar diciendo «¿Cómo puede el acceso al aborto, el mismo acto que debería haber terminado con mi vida, ser simultáneamente mi derecho fundamental a ejercer?»

Terribles procedimientos

Su madre biológica de 19 años llamada Ruth, en 1977, «tuvo un aborto por infusión de solución salina impuesto por su madre», que era una «enfermera prominente en su comunidad». Ruth y el abortista local intentaron acabar con la vida del inocente feto, que milagrosamente se aferró a la vida y sobrevivió al ataque.

«Este procedimiento implicó inyectar una solución de sal tóxica en el líquido amniótico destinado a proteger mi frágil cuerpo, en lugar de envenenarme y escaldarme hasta la muerte», dijo Melissa. «Me empapé en esa solución de sal tóxica durante cinco días mientras intentaban una y otra vez inducir el parto de Ruth conmigo».

Luego de cinco días el pequeño cuerpo salió del útero de la madre, pero para sorpresa de todos no nació muerto como lo esperaban. Desde ya que estaba sumamente debilitado y debió luchar por su vida.

«Mis registros médicos reflejan que los médicos inicialmente sospecharon que tenía un defecto cardíaco fatal debido a la cantidad de sufrimiento fetal que presenté», y agregó que su abuela exigió que la dejaran morir pero afortunadamente una enfermera la llevó rápidamente a la unidad de cuidados intensivos neonatales, donde la ayudaron a sobrevivir.

Los sobrevivientes de abortos abundan incluso hoy con las nuevas tecnologías aplicadas, asegura Melissa, quien desde su asociación asegura que logró tener contacto con 384 de ellos, desde bebés hasta personas de 70 años.

Como asegura Melissa, los sobrevivientes de prácticas abortivas resultan sumamente incómodos para los defensores del aborto. Porque le ponen nombre y apellido y le dan cuerpo a personas, que en su momento fueron tratadas como un simple feto digno de ser asesinado por el simple hecho de su reducido tamaño.

Por su lado, Catherine Glenn Foster declaró como mujer que tuvo un aborto, también conmovió a los presentes cuando advirtió que al ingresar a la clinica abortista con tan solo 19 años le hubiese gustado mucho haber recibido «las protecciones comunitarias básicas que este Congreso busca destruir».

«Entré por las puertas del centro de abortos porque pensé que no tenía opciones». Catherine perdió a su bebé y hoy se arrepiente de ello, sin duda lo que hubiese necesitado en ese entonces era ayuda, asesoramiento y contención, no una clínica abortista que esté pensando en maximizar sus ganancias asesinando vidas inocentes sin preocuparse por las madres y su futuro.

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