Los funcionarios públicos andaluces podrán acreditar como horas de trabajo no presencial –para alcanzar las 37,5 horas semanales– la realización de cursos de mindfulness (meditación de raíces budistas), de autoayuda o de liderazgo personal, según se recoge en el catálogo hecho público por la Junta de Andalucía (España), y del que se hace eco la agencia Efe.
El catálogo, denominado “Sistema de seguimiento del cumplimiento de la jornada de trabajo del personal empleado público de la Junta de Andalucía”, pretende hacer cumplir la sentencia del Tribunal Constitucional (TC), que ha obligado a la Junta de Andalucía a dejar de aplicar las 35 horas semanales y volver a las 37,5.
Este sistema, según ha explicado ayer, 9 de enero, el portavoz del Gobierno andaluz, Juan carlos Blanco, en la rueda de prensa posterior a la reunión del Consejo de Gobierno, cumple “escrupulosamente” con la sentencia del Constitucional, aunque a lo largo de los próximos meses se “pulirá” y “mejorará” para conseguir que al final del año se computen las 91 horas anuales de cada trabajador.
La meditación equivale a 30 horas de trabajo
En dicho catálogo se recoge que los cursos de mindfulness, técnica de meditación de raíces budistas para mejorar la productividad de los empleados públicos y evitar situaciones de estrés, computan como 30 horas de trabajo.
Por su parte, el curso de liderazgo personal convalida por 18 horas, aunque en el catálogo hay también actividades formativas como “lenguaje claro para comprender y hacernos entender” –con 10 horas– o “descuentos aplicables en la nómina de la Junta de Andalucía” –60 horas–.Los funcionarios podrán computar también como horas de trabajo el matricularse en la Universidad, ya sea en un grado o un máster, hacer cursos por internet de formación o asistir a jornadas y congresos específicos.
En total son 113 las acciones formativas por internet que la Junta ofrecerá a los trabajadores de la Administración General y los entes instrumentales, entre los que figuran cursos de idiomas, de ofimática, de prevención de riesgos laborales, de medio ambiente o de violencia de género, entre otros.
Una técnica en entredicho
Recientemente el diario español El País publicaba un artículo firmado por Nicholas Van Dam y Nicholas Haslam, que trabajan en la Universidad de Melbourne, precisamente sobre este tema. En él se hacen eco de un importante estudio en una revista científica que afirma que “no existe una definición inequívoca de mindfulness. Esto puede tener repercusiones graves. Si unos tratamientos y unas prácticas muy diferentes entre sí se consideran equivalentes, las pruebas científicas de la validez de uno se pueden emplear erróneamente para defender otro”.
Porque, como señalan, “mindfulness y meditación no son lo mismo”. Y ponen en duda sus supuestos beneficios, ya que se insiste en que “reduce el estrés, algo que pocas pruebas confirman. En cuanto a promesas como la mejora del estado de ánimo y la atención, unos hábitos alimenticios más saludables, mejor calidad del sueño y un control del peso más eficaz, tampoco cuentan con el pleno respaldo de la ciencia”.
No sólo eso: según estos investigadores, “mientras que las pruebas de sus efectos benéficos son escasas, a veces el mindfulness y la meditación pueden conducir a la aparición de psicosis, manías, pérdida de la identidad personal, ansiedad y pánico, y provocar que se revivan recuerdos traumáticos. Los expertos opinan que su práctica no es adecuada para todo el mundo, especialmente para las personas que padecen problemas graves de salud mental, como la esquizofrenia o el trastorno bipolar”.
Un problema para los creyentes
Por otro lado, Religión en Libertad se hacía eco ayer mismo de la aparición de un libro que ofrece pautas de discernimiento para los católicos, ya que no todo vale. Al igual que en otras técnicas de origen oriental netamente espiritual, como el yoga, es necesario hacer un análisis profundo para ver la compatibilidad o no del mindfulness con la fe y la cosmovisión cristianas.
En esta información leemos que Susan Brinkmann ha publicado un libro al respecto, A Catholic Guide to Mindfulness, en el que advierte de los peligros de esta última moda de meditación oriental mientras ofrece a los católicos la oración y la adoración como una alternativa profunda y enraizada en la tradición de la Iglesia.
La autora explica que cuando se hace la “meditación espacial”, el “escaneo del cuerpo” u otras técnicas de mindfulness, “nos estamos aventurando en el ámbito de las prácticas budistas”. A tenor de su experiencia, “muchos católicos pueden comenzar tratando de mantener estas prácticas separadas pero existe una confusión con respecto a la meditación oriental y cómo difiere de la meditación occidental (uno es un es un ejercicio mental, el otro es un diálogo con Dios), y es por eso que muchos están combinando inadvertidamente los dos, y esto a menudo puede resultar un desastre espiritual, incluso hasta el punto de requerir exorcismos en algunos casos”.
Y es que insiste en que aunque disfrazado, esta nueva moda proviene del budismo y no es compatible con el catolicismo porque sus fines son diferentes. “Cuando uno entiende bien las intenciones de la oración cristiana y la atención plena está claro que, en su raíz, apuntan en direcciones opuestas”, afirma en el prólogo Anthony E. Clark, profesor de Historia Oriental.
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