(RevistaEcclesia/InfoCatólica) La noche del 15 de marzo fue secuestrado el padre Harrison Egwuenu, director del colegio St. George de Obinomba en la localidad de Abraka, cuando iba en su coche, los delincuentes dispararon al aire para hacerlo deternerse y lo bajaron del vehículo.
Estos secuestros se han hecho frecuentes con fines de extorsión en Nigeria. Estas bandas delictivas suelen pedir sumas de dinero por el rescate de las víctimas.
La Conferencia Episcopal ya había dictaminado hace varios años que no accedería a incentivar estos delitos y no pagaría ningún rescate.
Gracias a Dios el sacerdote fue liberado el domingo 21 de marzo.
El padre Harrison dice que: «Está bien, pero necesita tiempo para superar la experiencia traumática».
Nigeria vive actualmente mucha inseguridad y los secuestros se han vuelto delito recurrente. Incluso se realizan de manera masiva, como el perpetrado en febrero en una escuela de secundaria sonde secuestraron a 279 chicas.
Además de esto, los ataques de índole religioso por activistas terroristas también van en aumento.
Los obispos han alertado sobre esta situación: «Nigeria corre el riesgo de desmoronarse. El impulso de la autodefensa está ganando terreno rápidamente. Son muchas las etnias que hacen sonar los tambores de guerra, exigiendo no solo una mayor autonomía, sino también una renuncia definitiva a una nación en la que se han perdido toda confianza y sentido de pertenencia. Las demandas de secesión étnica no deben ignorarse ni tomarse a la ligera».
El año pasado fue asesinado un seminarista de cuatro que fueron secuestrados en el seminario del Buen Pastor de Kaduna, a quien en su confesión el criminal admitió haberlo matado «porque no dejaba de predicarle el Evangelio de Jesucristo».
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