Si callásemos las piedras hablarían

Si callásemos las piedras hablarían

Hago mías las palabras del cardenal Cañizares: «No me voy a callar». Y añado: ¡Adelante, llevadme a la cárcel!

17/06/16 4:43 PM | Imprimir | Enviar

Este artículo consta de 11 puntos:

  1. Según un informe del Observatorio para la Libertad Religiosa y de Conciencia (OLRC) los ataques a la libertad religiosa se duplicaron en España durante 2015. Si en 2014 se produjeron 91 ataques, en 2015 el número ascendió a 187. Es claro el camino que estamos recorriendo y la situación se va a poner mucho, pero que mucho peor; hasta llegar a un punto en el que no podremos profesar públicamente nuestra fe sin sufrir persecución y ser detenidos y encarcelados. Pero,
  2.  Bienaventurados los perseguidos “por mi causa” porque de ellos es el reino de los cielos (Jn. 15, 21; Mat. 5,10-11) porque "el siervo no es mayor que su señor" (Jn. 15,20). Nos persiguen, porque persi­guieron a Cristo y somos sus seguidores así que “no sois del mundo” por eso “el mundo os aborrece”. Por lo tanto, los miembros de la Iglesia que son mundanos son amados por el mundo. "¡Ay de vosotros, cuando los hombres hablen bien de vosotros!" (Jn. 15,19-21, Luc. 6,26).
  3. Pero no voy a entrar en la cuestión relativa a la actitud de los obispos y sacerdotes que callan, se esconden, miran hacia otra parte o se van de palique con aquellos que nos denigran, atacan y ponen denuncias penales por expresar públicamente la fe de la Iglesia.
  4. Corre por esos mundos de Satanás (recordemos que es el príncipe de este mundo) una lista negra de catorce obispos que se han destacado por la defensa de la fe de la Iglesia. A mi entender sería muy adecuado que los obispos y sacerdotes españoles que no aparecen en esta lista pidan su inclusión en ella. De todas formas si se quedan calladitos se les podrá aplicar aquello de:
  5. “¿qué dará un hombre a cambio de su alma? Porque cualquiera que se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles” (Mc 8, 37-38). Por lo tanto,
  6. Yo, un simple seglar, pido ser incluido en esta lista.
  7. Por último, y como proclama la Iglesia: a los que viven y persisten en sus vidas de pecado mortal sin el menor arrepentimiento y o pequeña turbación de conciencia les espera el fuego eterno donde todo es “llanto y crujir de dientes”. Y si a alguien le molesta estas palabras que pida explicaciones al “maestro armero”: Jesucristo, los evangelistas y San Pablo, porque
  8. “Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mi, todos los que hacéis iniquidad. Allí será el llanto y el crujir de dientes cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros echados fuera” (Lc 13, 27-28).
  9. Y ¿No sabéis que los que cometen injusticias no tendrán parte en el reino de Dios? No os dejéis engañar, pues en el reino de Dios no tendrán parte los que se entregan a la prostitución, ni los idólatras, ni los que cometen adulterio, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los que roban, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los ladrones, ni los difamadores, ni los tramposos (…)” (1Cor 6, 9-10).
  10. Y sigue el apóstol, “Huid, pues, de la inmoralidad sexual. Ningún otro pecado afecta al cuerpo de la persona que lo comete, pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra su propio cuerpo. ¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que Dios os ha dado, y que el Espíritu Santo vive en vosotros?No sois vosotros vuestros propios dueños” (1Cor 6, 18-19).
  11. Estos textos no son míos, no son mis palabras, no las digo yo sino el Apóstol San Pablo, que fue por Asia Menor y por el mundo griego y romano repitiendo todo esto. Y esta es la fe de la Iglesia Católica y a estas palabras me adhiero. Esta es mi fe. La fe que juraron mis padres por mí el día de mi bautismo. La fe que juré el día de mi Confirmación. Esta es nuestra Fe Católica. Porque “Anunciar el evangelio no es para mí ningún motivo de orgullo, sino una obligación ineludible. ¡Y ay de mí si no lo anunciase!” (1Cor 9, 16).
  12. Hago mías las palabras del cardenal Cañizares: “No me voy a callar”. ¡Adelante, llevadme a la cárcel!

Antonio R. Peña

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