Lo que podíamos intuir al comienzo de la pandemia y por lo tanto del estado de alarma, se ha ido confirmando con el paso de las semanas, especialmente cuando la gente ya se siente más cansada del confinamiento y se pone a prueba los nervios y la paciencia de todos. Y la consecuencia era de prever: Para algunos esta situación está sacando lo mejor de sí y para otros, por desgracia, está sacando lo peor. Y aquí nos damos cuenta que lo mejor del ser humano, sobre todo si es ayudado por la gracia de Dios, puede ser maravilloso y lo peor del ser humano puede ser terrible.
Por empezar recordando algunos ejemplos de lo negativo que estamos viendo en estos días, como no quedarse impresionados ante el cartel que se encontró una empleada de supermercado en la puerta de su casa y en el que se le instaba para cambiar de vivienda porque por su trabajo suponía un riesgo para los vecinos. Para colmo, eso mismo se le expresó en una nota que se le pasó por debajo de la puerta y su hijo de 10 años la leyó llevándose un disgustazo y un sofoco que nos podemos imaginar. El grado de egoísmo y falta de humanidad de esos vecinos, sin duda disfrazado en «prudencia» y «previsión», es difícil incluso de calificar.
Me cuentan otra situación parecida en la que una enfermera, contagiada del virus, fue expulsada de su vivienda por el dueño de ésta. Sin duda la actuación es ilegal, pero hasta que se pueda llegar a poner orden en ese caso, la cuestión es que la pobre enfermera fue expulsada de su alojamiento; una vez más sin duda había razones de «prudencia» por parte del propietario pero eran solamente un barniz para ocultar un egoísmo de grandes proporciones. Y me llegan muchas más noticias de actuaciones parecidas en comunidades de vecinos o en urbanizaciones, de gente que se enfada y denuncia porque una madre saque a pasear a un niño con necesidades especiales –hasta a veces les ponen un brazalete para que la gente no se enfade- y otras muestras de poca paciencia y comprensión hacia el sufrimiento de los demás.
Sin embargo por suerte no todo es así, también hay muestras de una gran humanidad, de personas que están haciendo mucho bien preocupándose los unos por los otros, de muchos que están dedicando su tiempo, cómo pueden, ayudar a los demás, ya sea haciendo mascarillas o cocinando platos para los que están solos o como voluntarios para distintas tareas que se requieren en estos momentos. Entre estos hay mucha gente anónima qué se dedica a pensar en los demás y no sale en los medios de comunicación: El otro día tuve ocasión de hablar con una anciana musulmana que me contó como ella en este tiempo difícil ayuna todos los días hasta el caer del sol para que Dios frene la pandemia y ofrece ese ayuno por todos, por los musulmanes y los cristianos, y por todo el mundo. Y me dijo que no era ella sola sino que había mucha más gente haciendo lo mismo. Llevan ya más de un mes ayunando y, como a finales de abril empieza el Ramadán, se les van a juntar más de 2 meses de ayuno, todos los días y durante todo el día, y ahora lo hacen por los que sufren, de cualquier religión.
Ya entre los cristianos, conmueve el saber todas las iniciativas que se están haciendo en las parroquias y en otros grupos variados o a nivel individual. Algunos artículos de prensa hablan de 200 iniciativas de la Iglesia en España para luchar contra esta epidemia terrible, pero sin duda son muchas más, son incontables las que se están llevando a cabo a todos los niveles, la mayoría de las comunidades cristianas están volcándose en los necesitados, sobre todo de un modo invisible pero fundamental qué es la oración, pero también yo en modo visible qué es el que a la gente le llama la atención. Son los obispos los que salen por la tele, pero detrás de ellos está el pueblo de Dios, sin salir en la pantalla, que en muchos casos da muestras maravillosas e incontables de entrega a los demás. Algunos se quejan de que la labor de la Iglesia está pasando desapercibida, sin embargo ya dijo el Señor que tenemos que ser la sal de la tierra, que no llama la atención y pasa desapercibida, pero su presencia se nota. Como sin duda se nota en tantos barrios desfavorecidos en los que si no existiera Caritas la gente no sabría a quién acudir.
Lo mejor y lo peor, estas son las posibilidades que tenemos delante de nosotros; y tender a lo mejor, qué es la vocación del cristiano, no siempre es fácil, eso lo experimentamos todos, pero tenemos la gracia del Señor que nos ayudará si nosotros queremos y se lo pedimos de corazón. Por lo menos, que no nos deje llevarnos por lo peor.
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