La realidad manda.
Ese gran político converso del siglo XX que fue Charles Maurras (converso a pesar de haber sido injustamente excomulgado), repetía que, para poder analizar con certeza los hechos de la realidad social, era necesario anteponer la política (“d’avant politique”, decía). Es decir, pensar la vida de la polis, fuese la polis que fuese. Incluso la eclesial.
Y no se equivocaba.
Un ejemplo de esto es lo que sucedió en el México de 1929: luego de tres años de la suspensión del culto decretada por la misma jerarquía eclesiástica, los obispos decidieron aceptar los famosos Arreglos, a pesar de que los mismos serían un fracaso. ¿Por qué lo hacían? Se planteaba que, luego de tanto tiempo, el pueblo mexicano no sólo podía volverse inmoral sino excesivamente independiente de la misma jerarquía.
Y no se equivocaban.
Es decir: “d’avant politique”, ante todo política.
Algo parecido está sucediendo ahora en la Iglesia universal. Como sabemos, en muchos lugares, el culto público (en cuanto a la participación de los fieles) ha sido prohibido de facto. Y esto de modos diversos: por un lado, en España, el gobierno ha restringido la asistencia a la Misa pública a un cierto número de personas, pero los obispos (casi todos) han decidido directamente suspenderlas; por otro, en Argentina, mientras el gobierno ha prohibido las reuniones que “impliquen concurrencia de personas” (DNU 297/20, art. 5) los prelados, en un diálogo consensuado -entre ellos- han decidido no pedir ninguna excepción y limitarse a administrar los sacramentos en caso de extrema necesidad.
Y todo esto, hasta ahora.
Porque las medidas prudenciales son eso: prudenciales, no dogmáticas; y, si no funcionan, se cambian.
De nuevo: d’avant politique. Ante todo, política, es decir, prudencia política.
Pero el problema que esto acarrea en el pueblo fiel no es menor y ello por una doble razón:
Por un lado (que a nuestro juicio es la principal, según el mismo Papa Francisco), al pueblo no le basta con la misa por internet: necesita de los sacramentos, esos vehículos habituales de la gracia santificante instituidos por el mismo Jesucristo.
Por otro, amén del gravísimo problema económico que esto está significando para muchas diócesis, la “excesiva” independencia que el simple fiel puede hallar en internet, “cambiando de canal” frente a una misa con una predicación insulsa o una liturgia cansina o payasesca, también podría acarrear un riesgo (dicen algunos): el riesgo de que las ovejas ya no respondan a su propio pastor (o encuentren una voz que antes no conocían). Porque es más fácil cambiar de página web que levantar el trasero del banco en plena misa.
Quizás por todo esto, alguien que está en estrecho contacto con el Papa Francisco, Mons. Víctor Manuel Fernández, actual Arzobispo de La Plata, ha publicado este domingo pasado (19/4/2020) una carta llena de realismo donde plantea una salida airosa que no quedará sin eco en la Iglesia universal.
(La carta completa puede leerse AQUÍ).
A modo de resumen, dejamos este extracto:
“Cuando pensamos en sostener la vida interior de los fieles y en alentar su crecimiento, nos encontramos con la dificultad grave de verlos privados de la Eucaristía durante mucho tiempo, previendo además que esta situación pueda prolongarse por varios meses…
“La Misa ‘antes que un precepto debe sentirse como una exigencia inscrita profundamente en la existencia cristiana’ (DD 81). Es comprensible entonces que muchos fieles nos reclamen que busquemos alguna manera de volverla accesible. Nosotros les decimos que pueden experimentar otras formas de oración, y lo hacen, pero ya decía San Juan Crisóstomo: ‘También puedes orar en tu casa; sin embargo no puedes orar igual que en la Iglesia, donde se reúnen los hermanos’… Ansían, reclaman, buscan el alimento del amor que es fuente de vida sobrenatural.
“Creo indispensable que demos un claro mensaje a nuestro Pueblo de Dios… Sabemos que exponerse al contagio es una irresponsabilidad… Pero hay una forma de celebrar la Misa que reduce al mínimo los riesgos, y que la vuelve menos peligrosa que las colas que vemos en los bancos y en otros lugares, situaciones contempladas en la normativa actual. Por ello podemos proponer a las autoridades una serie de recaudos obligatorios que faciliten una próxima apertura a la celebración eucarística con fieles.
“Se trata fundamentalmente de proponer que… se celebre la Misa con un número limitado de personas y cuidando las necesarias distancias, de manera que ya no pueda ser caracterizada como un acto masivo… podríamos comprometernos a asegurar lo siguiente:
- que haya una distancia de dos metros entre las personas.
- que no haya más de dos personas por banco.
- que una vez cubiertos los bancos de esta manera, no se acepte el ingreso de más personas.
- que en los templos donde suele haber mayor afluencia de gente se multiplique la cantidad de misas.
- que no se celebre la Misa con fieles en los santuarios más visitados.
- que en la Misa no haya cola para comulgar sino que los ministros se acerquen a las personas ubicadas en los extremos de los bancos y depositen la Eucaristía en la palma de las manos.
- que cada ministro que acerque la comunión se lave las manos previa y posteriormente.
- que se omita el saludo de la paz y todo contacto físico
- que las Misas no duren más de 40 minutos.
- que la salida del templo sea progresiva y se eviten los saludos.
- que quienes por su edad estén impedidos de asistir puedan recibir la comunión en sus hogares.
- que se mantenga transitoriamente la dispensa del precepto dominical, de manera que las personas que prefieran extremar los cuidados no se sientan obligadas a asistir”.
Porque la realidad manda.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi, SE
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