(Fides) La declaración, escrita en nombre de todos los obispos nigerianos, expresa gran preocupación por el estado de Nigeria, país afectado por fuertes tensiones étnicas, secesionistas y sociales 50 años después del estallido de la guerra de Biafra (1967-1970).
Precisamente refiriéndose a aquel conflicto, los obispos admiten que «es necesario aprender de la trágica experiencia de la guerra civil, con la destrucción de un gran número de vidas y de propiedades y cuyos efectos se pueden notar todavía en nuestros días», con el fin de evitar que las actuales tensiones den lugar a una nueva tragedia.
«Sin duda, escriben los obispos, en los últimos dos años en la vida nacional nigeriana han aumentado las tensiones étnicas y regionales añadidas a las anteriores tensiones políticas, religiosas, étnicas y sociales». Estas tensiones «perfilan el marco de una nación agitada en la que varios componentes de la población se sienten excluidos o marginados».
Entre los excluidos hay mucha población juvenil. «No es un secreto para ninguno que la situación de Nigeria no es prometedora para las jóvenes generaciones», asegura el documento. «Esto ha sido causado por la monumental escala de avaricia y corrupción de nuestra clase política de más edad, que continúa provocando la rabia y la indignación de los jóvenes. La democracia es reforzada cuando la clase política, las élites y los ancianos llegan a un consenso para garantizar la cohesión nacional y un sentido de pertenencia inclusivo de todos».
«Aquellos que se sienten marginados u oprimidos no deben sacar una ventaja indebida de la libertad de expresión, con declaraciones incendiarias que amenazan la unidad y la supervivencia del país», advierten los obispos.
«Basta de hacer sonar los tambores de guerra. La guerra es un viento enfermo que no trae beneficios a ninguno. Tenemos que comprometernos en usar formas más constructivas de comunicación y de diálogo dentro de un marco democrático que expulse el perjuicio, la intolerancia o la exhibición de superioridad con respecto a otros», concluyen los obispos.
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