(Forum Libertas/InfoCatólica) El domingo 23 de julio El País sorprendía a propios y extraños con un artículo desmitificador sobre Lutero. De María Elvira Roca, autora de «Imperofobia y Leyenda Negra». En realidad, el artículo no dice nada nuevo, lo que cuenta sobre Lutero ha surgido de muchas fuentes y está bien acreditado. Pero, presentado como un todo articulado tiene un fuerte impacto, y si el soporte es El País, el efecto se multiplica, al menos en parte de sus lectores, aquellos más dados a justificar acríticamente todo ataque a la Iglesia.
Lo primero que remarca el artículo es que «las celebraciones en torno al quinto centenario del cisma luterano obvian los aspectos más oscuros de su legado». La Iglesia Católica debería ser consciente de este hecho, no para revivir heridas del pasado, claro está, sino para evitar el uso excesivo y demodé del incensario. Si el personaje de Lutero fuera Católico, difícilmente nos atreveríamos a exhibirlo sin prevención, eso si llegásemos a la exhibición.
Que quizás Lutero no pensaba en un inicio en que su gesto reformista diera pie a una ruptura tan brutal de la cristiandad es un hecho probablemente cierto; que acabó siendo dependiente de una dinámica histórica que lo encerró en un papel, posiblemente sea exacto, pero en cualquier caso sus actos están marcados por unos hechos incontrovertibles.
- Con Lutero se rompe la unidad europea, que todavía tenía en el Imperio Sacro Romano Germánico su articulación fundamental. Con él se instaura una mentalidad divisora que aún colea, la de un norte laborioso y partidario de la libertad y la justicia, y un sur oscurantista «atrasado, inmoral y decadente».
- Con él surge el fundamento de lo que acaba siendo la eclosión de la subjetividad ilimitada, y la liquidación de la razón objetiva que se desarrollaría en la Revolución francesa y explotaría en la sociedad desvinculada que empieza a asentarse en la segunda mitad del siglo XX.
- Pero a su vez esta subjetividad que surge con la interpretación de la biblia no se traduce en una visión social basada en la libertad y el respeto a las distintas interpretaciones cristianas, sino, condena y persigue cualquier otra interpretación que no fuera la suya, a los católicos, pero también cualquier confesión reformada. Libertad para interpretar, pero solo si interpretas lo mismo que yo.
- El luteranismo crece como doctrina de los príncipes como primera expresión del nacionalismo germánico. La política lo utiliza, y él asume este papel, donde los príncipes germánicos -parte de ellos- son los buenos, y el Imperio español, en realidad el Imperio Habsburgo, los malos
- El luteranismo de la época, y Lutero como persona, son en gran medida responsables de la destrucción y de la muerte de 100.000 personasen las insurrecciones campesinas provocadas por el discurso rompedor del monje agustino. Primero los alentó a enfrentarse a la riqueza, y cuando los príncipes alemanes constataron la dimensión de la revuelta, la mayor de Europa hasta la Revolución francesa, y los masacraron, Lutero, a partir de 1525, se puso del lado de los señores de la guerra germánicos y justificó su violencia «contra– según sus palabras, que nos recuerda María Elvira Roca- las hordas asesinas y ladronas mojo mi pluma en sangre, sus integrantes deben ser estrangulados, aniquilados, apuñalados, en secreto o públicamente, como se mata a los perros rabiosos».El propio Lutero posteriormente admitió: «Los predicadores son los mayores homicidas, pues exhortan a la autoridad a que cumpla resueltamente su oficio y castigue a los culpables. Yo maté a todos los campesinos que se sublevaron, toda su sangre cayó sobre mi cabeza; pero yo se la echo a Dios, nuestro Señor, que me mandó que hablara como hablé» (Martín Lutero, Weimarer Ausgabe Tischreden 3, 75, n.° 2911ª).
- No es esta la única mancha social de Lutero, porque también se caracterizó por su antisemitismo. Cuando se cita la trágica noche de los Cristales Rotos, normalmente, se olvidan de referir que coincidió -es un eufemismo- con el 450 cumpleaños de Lutero. Y hay otro dato demoledor, este electoral. El fin de la guerra de religión bajo el criterio cuius regio, eius religio determinó una clara división territorial alemana entre protestantes y católicos. Pues bien, cuando se observan las dos elecciones que llevaron al partido nazi a la victoria, se ve su baja votación en los territorios católicos con Baviera -la segunda patria de Hitler- a la cabeza, y su éxito en los protestantes. Pero, paradojas, quienes en mayor medida se opusieron al nazismo, empezando con la Encíclica Mit brennender Sorge y la resistencia interior, quien en mayor medida ayudo a los judíos, como el papa Pío XII, deben pedir perdón bajo la acusación de los medios sobre todo anglosajones y nórdicos, mientras que el luteranismo, que tuvo una colaboración electoral y después una actitud sumisa, no tienen nada que explicar
- La posición de muchos príncipes alemanes a favor de Lutero se explica por una lucha política por el poder y el enriquecimiento. Según María Elvira Roca Barea, casi una cuarta parte de las propiedades del Sacro Imperio cambiaron de mano «No hubo un latrocinio igual hasta la Revolucion Rusa». El mismo Lutero no escapó a esta dinámica porque recibió como prueba de gratitud del príncipe de Sajonia, la propiedad y el disfrute de su antiguo convento de Wittenberg. Lo que antes era una propiedad eclesial compartida por los monjes pasó a ser una edificación palaciega en la que habitó Lutero y su nueva mujer, junto con la servidumbre. Podríamos decir que era una desamortización avant la lettre, quitárselo a la Iglesia para el disfrute de una élite política.
- Nuestra autora nos recuerda un hecho bien conocido, pero que no se acostumbra a articular con el luteranismo en su papel de garante de un feudalismo germánico muy tardío, tanto que solo es superado en el tiempo por Rusia, puesto que hasta el siglo XIX se mantuvo el régimen de los siervos. Con una nota al margen pero no marginal. Quienes primero lo abolieron en 1808 fue la muy católica Baviera.
Ecumenismo, unidad de los cristianos, claro que sí, pero sin contribuir al falseamiento escandaloso de la historia que una parte del protestantismo luterano hace ya tiempo que desmitificó. Vivimos todavía inmersos en dos grandes mistificaciones. Una es la de la Revolución francesa, la otra la de Lutero y el papel de esta creencia en los países en los que se implantó. Después de tanto tiempo ¿no va siendo hora de decir ¡ya está bien! y pasar a la realidad de los hechos?
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