(AsiaNews) En Cardenal Zen, obispo emérito de Hong Kong, envió a AsiaNews un texto con reflexiones sobre la entrevista concedida por el Cardenal Parolin. Se respetaron los resaltados tal como figuran en el original.
Respuesta a «Ecco perché dialoghiamo con la China» (Es por esto que dialogamos con China, ndt), la entrevista que Su Eminencia el Cardenal Parolin concedió a Gianni Valente (es decir, la entrevista que armaron ellos dos juntos).
He leído varias veces la entrevista, ahora la leo nuevamente (aunque la lectura me resulta repugnante) para poder hacer mis comentarios con franqueza.
Agradezco a Su Eminencia por el hecho de reconocer que «es legítimo tener opiniones distintas».
(1)
Ante todo, es notable la insistencia con la cual Su Eminencia afirma que su punto de vista y el objetivo de sus actividades son de naturaleza pastoral, espiritual, evangélica y de fe, mientras que nuestro modo de pensar y actuar es una interpretación política.
En cambio, lo que vemos es que él adora la diplomacia de la Ostpolitik de su maestro Casaroli y desprecia la fe auténtica de aquellos que, con firmeza, defienden la Iglesia, fundada por Jesús sobre los Apóstoles, de cualquier injerencia del poder secular.
No puedo olvidar mi sorpresa al leer, hace algunos años, un discurso suyo publicado por el Osservatore Romano donde él describe a los héroes de la fe en los países centroeuropeos bajo el régimen comunista (Card. Wyszynsky, Card. Mindszenty y Card. Beran, aunque sin nombrarlos), como «gladiadores», «gente sistemáticamente en contra del Gobierno y ávida de aparecer en el escenario político».
(2)
También se destaca su reiterativa mención de su compasión por los sufrimientos de nuestros hermanos en China. ¡Lágrimas de cocodrilo! ¿De qué sufrimiento habla? Sabe perfectamente que ellos no le tienen miedo a la pobreza, y tampoco a la limitación o a la privación de la libertad, y mucho menos a perder la vida. Pero él no estima en absoluto todo esto (¡son «gladiadores»!).
También habla de las heridas que siguen abiertas, y de que, para curarlas, propone aplicar «el bálsamo de la misericordia». ¿Pero a qué heridas se refiere?
Hacia el final de la entrevista, llegado un punto, él dice: «Con sinceridad,... diré: incluso estoy convencido de que una parte de los sufrimientos que se viven en la Iglesia en China no se deben tanto a la voluntad de las personas individuales, sino más bien a la complejidad objetiva de la situación».
Por lo tanto, él sabe perfectamente que en la Iglesia de China no se trata (a excepción de casos raros) de ofensas o resentimientos personales, sino que todos son víctimas de la persecución por parte de un poder totalitario ateo. ¿Valerse del bálsamo de la misericordia? Pero no hay ofensas personales que perdonar. Es una esclavitud de la cual hay que liberarse.
¿Misericordia para los perseguidores? ¿Para sus cómplices? ¿Premiar a los traidores? ¿Castigar a los fieles? ¿Forzar a un obispo legítimo a ceder el lugar a uno excomulgado? ¿No es más bien echar sal sobre las heridas?
Volvamos a la «situación objetiva». La situación dolorosa no ha sido creada por nosotros, sino por el régimen. Los comunistas quieren esclavizar a la Iglesia. Hay quien se niega a esta esclavitud, hay quien la padece, y, por desgracia, hay quien la abraza.
Frente a esta realidad, ¿acaso es posible no hablar de «poder, resistencia, enfrentamiento, compromiso, cesión, rendición, traición»?
Parolin quiere que hablemos de comunión y colaboración, ¿Pero acaso se dan las condiciones? ¿Dónde unirnos? ¿Cómo colaborar? Vamos a analizar las dos cosas fundamentales que es menester aclarar.
(3)
¿Cuál es la unidad que se quiere lograr?
a) Su Eminencia elogia a los católicos chinos, y afirma que «no hay dos Iglesias Católicas en China». Si no me equivoco, fui el primero en afirmar esto, en una reunión del Sínodo de Obispos, siendo que, tanto en la una como en la otra comunidad, los fieles, en su corazón, son fieles al Papa (hoy, con el aumento de oportunistas en la comunidad manejada por el Gobierno, no me atrevo a aplicar la afirmación a toda la Iglesia en China).
Pero Parolin no puede negar que, por el momento, hay dos comunidades con dos estructuras basadas en dos principios diversos, opuestos. Una estructura está fundada sobre el principio de Primado de Pedro, sobre el cual Jesús estableció su Iglesia; en tanto la otra estructura viene impuesta por un Gobierno ateo, que pretende crear una Iglesia cismática, sometida a su poder.
b) Eliminar esta división y reconstruir la unidad debe ser el deseo de todo católico, pero no con un puñetazo, y mucho menos manipulando la Carta del Papa Benedicto.
En la Carta del Papa Emérito, está este párrafo (8.10): «Algunos de ellos [se refiere a los obispos], no queriendo someterse a un control indebido ejercido sobre la vida de la Iglesia, y deseosos de mantener su plena fidelidad al Sucesor de Pedro y a la doctrina católica, se han visto obligados a recibir la consagración clandestinamente. La clandestinidad no está contemplada en la normalidad de la vida de la Iglesia, y la historia enseña que Pastores y fieles han recurrido a ella sólo con el doloroso deseo de mantener íntegra la propia fe y de no aceptar injerencias de organismos estatales en lo que atañe a la intimidad de la vida de la Iglesia». El Padre Jeroom Heyndrickx, citando fuera de contexto la frase: «la clandestinidad no está contemplada en la normalidad de la vida de la Iglesia», asume que su misión es esparcir el rumor en toda China (donde gozaba de gran libertad para moverse) de que: «Ya no debe haber más comunidad clandestina», todos deben estar al aire libre, es decir, entrar a formar parte de la comunidad sometida al Gobierno.
En la Comisión para la Iglesia en China hemos resaltado este gran error, pero tanto la Secretaría de Estado como la Congregación para la Evangelización de los Pueblos han ignorado esta advertencia, [dando a entender que] obviamente apoyaban la idea del Padre Heyndrickx.
Recién después de dos años, cuando este error ya había provocado un daño inmenso, logramos que se incluyan en el manual «Compendium» algunas notas con las que se buscaba diferenciar la reconciliación de los corazones, de la unidad en la estructuras.
c) Parolin dice que no se debe «mantener una perenne conflictividad entre principios y estructuras contrapuestas». Pero es obvio que esto no depende tan sólo de nosotros, porque una de las dos estructuras está sometida al poder del Gobierno, el cual de hecho, ya la controla firmemente y no da ningún signo de que vaya a renunciar a ello.
El Papa Benedicto dice que el camino de la unidad «no es fácil y no podrá realizarse de un día para otro» (6.5, 6.6).
Pero nuestros diplomáticos quieren realizar un milagro enseguida, y acusan a los demás de «aferrarse al espíritu de contraposición para condenar al hermano» y de «utilizar el pasado como pretexto para fomentar nuevos resentimientos y cerrazones», y de «no estar dispuestos a perdonar, lo cual significa que hay otros intereses que defender».
¡Qué crueles son estos reproches dirigidos a miembros de la Iglesia [que han sido] fieles, que por largos años han sufrido todo tipo de privaciones y vejaciones por mantener su fidelidad a la verdadera Iglesia!
Cuando la otra parte no tiene ninguna intención de respetar la naturaleza esencial de la Iglesia Católica, y por nuestra parte se quiere llegar a una unificación a cualquier costo, hay una sola opción posible, que es
Obligar a todos a entrar en la «jaula».
d) Con la solución de la «jaula agrandada», ¿se caminará juntos? ¿Un camino nuevo? ¿Con serenidad? ¿Con confianza?
Se dice que será un camino gradual, pero suponemos que los planificadores ya tienen en mente cuál será el paso siguiente luego de la legitimación de los ilegítimos.
¿Qué será de los Obispos legítimos según la ley de la Iglesia, pero no reconocidos por el Gobierno? ¿Serán «aceptados»? Es decir, ¿serán igualmente admitidos en la jaula? ¿Será finalmente «una» conferencia episcopal legítima, (¿con la llave de la jaula en poder del gobierno? )
Parolin y compañía reconocen que esta solución no es perfecta, es un mal menor. Se puede soportar y sufrir un mal (daño), pero jamás se puede hacer un mal (pecado), por más grande o pequeño que sea.
Sufrir porque otros crean una Iglesia cismática puede ser inevitable, pero nosotros no podemos ayudar a su creación.
Por otro lado, no hay que temer una iglesia cismática creada por el Partido, dado que ésta de desvanecerá con la caída del régimen. Por el contrario, ¡será horrenda una iglesia cismática con la bendición del Papa!
(4)
Una vez aclarada la naturaleza de la unidad a lograrse, es fácil considerar el siguiente problema: ¿Cómo se hace para lograr dicha unidad?
Con la reconciliación (ad intra) y con el diálogo (con el Gobierno).
a) La reconciliación no carece de dificultades, pero es posible, porque depende exclusivamente de nuestra buena voluntad; el diálogo con el Gobierno es más difícil.
b) El Papa Francisco, cuando estuvo en Seúl, dijo: «La primera condición para un diálogo es la coherencia con la propia identidad».
Es una cuestión de honestidad, de justicia. Se necesita saber y hacer saber adónde deseamos llegar, es decir, según nuestra conciencia, cuál sería una buena conclusión del diálogo. En nuestro caso, ésta obviamente es: «una verdadera libertad religiosa, la cual no solamente no perjudica, sino que incluso favorece el verdadero bien de la Nación».
¿Lograremos este diálogo? ¿Hay esperanzas de tener éxito? ¿Hay cuando menos un mínimo de fundamento [donde apoyarse] en la situación actual, cuando el Partido Comunista chino es más poderoso y prepotente que nunca? ¿Cuándo, tanto sus acciones como sus pronunciamientos, van en la dirección de un férreo control de toda religión, pero de un modo particular, de las religiones apodadas «extranjeras»?
Los comunistas ya ni siquiera sienten la necesidad de salvar las apariencias. Las fotografías dejan ver que es el Estado el que maneja la Iglesia Católica en China, la cual ya no es más Católica sino china, cismática. (Es un oficial del Gobierno quien preside la reunión [siempre] conjunta, de la Asociación Patriótica y de la llamada «conferencia episcopal»). Los Papas se abstienen de usar la palabra «cisma» por compasión de aquellos que se encuentran allí, no por voluntad propia, sino bajo una grave presión.
Por lo que vemos, la Santa Sede está aceptando precisamente esta inaceptable realidad. (¿Acaso está segura de estar haciendo esto por el bien de la Iglesia?)
El diálogo, para ser verdadero, debe partir de una posición de igualdad. No hay verdadero diálogo entre el carcelero y los prisioneros, entre el vencedor y los vencidos. Pero para los nuestros, parece que se parte precisamente de una posición de debilidad. Una fuente confiable dice que la Delegación vaticana no ha podido tratar el caso del Obispo Santiago Su Zhi Min, que está en manos del Gobierno hace más de veinte años, porque ellos [los funcionarios de gobierno] se han negado a discutir el tema. A mí me parece que los nuestros tendrían que haber dejado la mesa de tratativas y regresar a casa. Aceptar su negativa es ponerse de rodillas desde el inicio.
Después de todo, nosotros no somos los vencidos. ¿Acaso nuestros diplomáticos no saben que los fieles de la comunidad clandestina constituían, y quizás todavía constituyen, la mayoría? ¿Qué hay varios lugares donde tienen iglesias y catedrales? ¿Que en la ciudad, donde obviamente no pueden tener iglesias, celebran Misas en casas particulares, en las cuales no son perturbados por las autoridades de seguridad pública, que sin embargo, están al tanto de todo? Por desgracia, a partir de febrero de 2018 podemos esperar que el control pase a ser mucho más severo, por parte del Gobierno, en lo que respecta a las actividades de estos hermanos nuestros, y esto también porque el Gobierno sabe que ya cuenta con el consenso de la Santa Sede.
c) Mientras sostiene la necesidad de diálogo externo con el Gobierno, el Vaticano ha sofocado el diálogo dentro de la Iglesia. Con un gesto sumamente maleducado, ha eliminado –sin siquiera pronunciar una palabra– la Pontificia Comisión para la Iglesia en China, constituida por el Papa Benedicto. Se deshizo de la única voz china competente en el Vaticano, el Arzobispo Savio, mandándolo a Grecia como Nuncio. ¡Claro que se debe «encontrar la síntesis de verdad»! ¡Claro que se debe «descubrir juntos el designio de Dios»! ¡Ellos están seguros de «haber considerado todo adecuadamente».
(5)
Lo más repugnante que encuentro en toda la entrevista es el abuso deshonesto de ciertas expresiones de la Carta del Papa Benedicto, haciendo aparecer a Parolin como un fiel sostenedor del Papa Emérito, cuando en realidad él, que en ese entonces se desempeñaba como Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, ha convertido en vanos todos los esfuerzos del Papa Ratzinger para restablecer a la Iglesia China sobre el justo camino.
Al principio y al final de la entrevista, él ha hecho dos citas, que son, respectivamente:
a) En el Capítulo 4, Párrafo 7, el Papa Benedicto dice: «no puede buscarse la solución de los problemas existentes a través de un conflicto permanente con las Autoridades civiles legítimas; al mismo tiempo, sin embargo, no es aceptable una docilidad a las mismas cuando interfieran indebidamente en materias que conciernen a la fe y la disciplina de la Iglesia.»
b) En el párrafo 6 el Papa había dicho (citando «Deus caritas est»): «La Iglesia (…) No puede ni debe sustituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia»
En las dos citas, Parolin ha usado para su beneficio la primera mitad, dejando a un lado la otra mitad, haciendo que se pierda el equilibrio del pensamiento del Papa Benedicto.
(6)
Dadas las recientes controversias, en esta ocasión no puedo dejar de aclarar cuál es mi relación con el Papa Francisco, quien me colma de ternura cada vez que me encuentro con él.
Es verdad que mis revelaciones con respecto a los coloquios privados pueden haberlo puesto en una situación embarazosa. Siento mucho todo esto. Pero de todos modos, estoy convencido de que hay una brecha entre el modo de pensar de Su santidad y el modo de pensar de sus colaboradores, que tienen el camino despejado para aprovecharse del optimismo del Papa y así perseguir sus propios fines. Hasta que me demuestren lo contrario, estoy convencido de haber defendido el buen nombre de Papa de la responsabilidad de cosas erradas provenientes de sus colaboradores, y de haber comunicado sus alientos a mis hermanos en China, que se encuentran -como decimos en China- «en el fuego ardiente y en las aguas profundas».
Si, casualmente, algún día se llegase a firmar un mal acuerdo con China, obviamente, con la aprobación del Papa, yo me retiraré en silencio a la «vida monástica». Como hijo –aunque indigno– de Don Bosco, de ningún modo me pondré a encabezar una rebelión contra el Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra.
Roguemos por el Papa Francisco, «que el Señor lo conserve, le otorgue vigor, lo haga feliz, y lo salve de las manos de sus enemigos».
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