Cuando se retira la espita a una granada, explota

Revisión de la Humanae Vitae, bendición de uniones homosexuales, comunión de adúlteros y lo que se les ocurra de aquí en adelante. Es todo lo mismo. Y todo nace de la misma fuente. A saber, la idea  que subyace en el punto 301 de Amoris Laetitia. Cito:

Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante. Los límites no tienen que ver solamente con un eventual desconocimiento de la norma. Un sujeto, aun conociendo bien la norma, puede tener una gran dificultad para comprender «los valores inherentes a la norma» o puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa.

La “situación irregular” puede ser la del adulterio, la de la práctica de la sodomía o el lesbianismo, la del uso de anticonceptivos, la del no cumplimiento del precepto dominical, la que se quiera. Según ese texto se puede conocer el mandamiento de Dios y, dependiendo de las circunstancias, no cumplirlo sin caer en pecado.

En realidad, todo parte de la falta de fe. Sin fe, es imposible agradar a Dios. Sin fe, no se pueden cumplir sus mandamientos. Sin fe, cualquier barbaridad puede ser justificada. Quienes no creen en el poder de la gracia de Dios para que el cristiano se libere del pecado de verdad, no solo de modo forense, buscan la manera de burlarse de la ley de Dios. 

Dice la Escritura que “el salario del pecado es la muerte” (Rom 6,23), pero hoy oímos de nuevo la mentira de la serpiente antigua a Eva: ”No, no moriréis” (Gen 3,4).

Durante mucho tiempo se ha ido cebando la granada de la herejía y la apostasía. Ahora se le ha retirado la anilla de seguridad y ha estallado. Solo aquellos que están protegidos por el escudo de la fe, de la auténtica fe católica, pueden salir indemnes de esta explosión. 

Por gracia de Dios, hoy y siempre pediremos al Señor que no nos deje caer en la tentación. Hoy y siempre recordaremos que Dios no deja que seamos tentados más allá de lo que podemos soportar y nos dará su fuerza para vencer al pecado. Hoy y siempre confiaremos en que es Dios quien produce en nosotros tanto el querer como el hacer su voluntad. No aceptamos otro evangelio. Defendemos con celo santo la fe que fue entregada de una vez para siempre a los santos.

Santidad o muerte,

Luis Fernando

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