En mi artículo anterior hacía referencia al reciente documento de la Congregación para la Educación Católica, titulado «Varón y mujer los creó» y a esta frase: «En muchos casos han sido estructurados y propuestos caminos educativos que transmiten una concepción de la persona y de la vida pretendidamente neutra, pero que en realidad reflejan una antropología contraria a la fe y a la justa razón». Entonces hice referencia a la oposición entre ideología de género y fe, pero hoy quiero referirme a la oposición entre ideología de género y justa razón, o simplemente sentido común.
Nunca se me olvidará que cuando me enteré por primera vez de lo que era la ideología de género, durante un buen rato pensé que mi interlocutor se estaba burlando de mí, porque no me cabía en la cabeza que semejante serie de despropósitos pudiese ser aceptado por una persona en sus cabales, Lo mismo me ha sucedido a mí, cuando explicaba la ideología de género a personas que no sabían lo que era. Les tenía que insistir: «Que no estoy de broma, que estoy hablando en serio». Por ello me he alegrado profundamente cuando he visto que la Congregación para la Educación Católica dice que esta concepción de la vida refleja «una antropología contraria a la justa razón», que es una manera educada de decir que es una concepción disparatada y contraria al sentido común. En este artículo no voy a hablar por tanto de cuestiones morales, sino de ataques al sentido común.
Como cualquier libro de Ciencias nos indica, los seres humanos nos dividimos en varones y mujeres. El sexo es la diferencia biológica que desde el inicio nos define como seres sexuados. Existimos únicamente como varones o como mujeres, desde el primer momento de la concepción y a lo largo de todo el ulterior desarrollo. Dejando aparte posibles anomalías, se puede decir que la presencia del cromosoma Y determina normalmente el sexo masculino.
En cambio, en la «ideología del género» la sexualidad es un elemento cuyo significado fundamental es el de convención social. Es decir, no existe ni masculino ni femenino, sino que nos encontramos ante un producto cultural que va cambiando continuamente. El ser humano nace sexualmente neutro, posteriormente es socializado como hombre o mujer. La diferencia entre varón y mujer no correspondería, fuera de las obvias diferencias morfológicas, a la naturaleza, sino que sería mera construcción cultural según los roles y estereotipos que en cada sociedad se asigna a los sexos. Lo importante no es la biología, sino el rol social y cultural que asume, lo que nos permite escoger el sexo y cambiarlo, si así lo estimamos oportuno. Que yo pueda ir al Registro Civil y salir convertido en Petra Trevijano, o que mis sobrinos puedan convertirse en sobrinas y viceversa, me parece atentados contra el sentido común.
Otra aberración garrafal es la terminológica. En nuestra legislación los españoles han perdido el derecho a ser reconocidos expresamente por la Ley como «esposo» y «esposa», Y han de inscribirse en el Registro Civil como «cónyuge A» y «cónyuge B». Peor todavía es la supresión de las palabras «padre» y «madre», o su equivalente «papá» y «mamá». Mis sobrinillos, que están aprendiendo a hablar, son políticamente incorrectos, porque no logran decir lo que debieran, es decir «progenitor A» y «progenitor B», que como todo el mundo sabe son palabras muy fáciles de decir. De todos modos el record de la idiotez lo posee la Asociación Médica Británica (BMA por sus siglas en inglés), ha facilitado a sus 160.000 médicos afiliados un manual de lenguaje en el lugar de trabajo según los patrones de la ideología de género. En él se recomienda el no uso de la palabra «madre», porque puede ofender a las personas que han dado a luz y no se consideran mujeres. Es decir, para no ofender a un par de personas con problemas mentales se ofende a millones de mujeres.
En todos los tiempos la mayor parte de los hombres y de las mujeres han intentado realizarse a través del matrimonio y de la construcción de una familia. Pues bien, para la ideología de género el matrimonio y la familia son dos modos de violencia permanente contra la mujer y por tanto instituciones a combatir.
Es evidente que donde está mejor un niño es en una familia normal, con un padre y una madre que se quieren y aman a su hijo. La Asociación Española de Pediatría es contundente: «Un núcleo familiar con dos padres o dos madres es, desde el punto de vista pedagógico y pediátrico, claramente perjudicial para el armónico desarrollo y adaptación social del niño» (La Razón 4-VI-2003, 27).
Ante esta problemática sólo me queda preguntar: ¿Nos estamos volviendo locos?, ¿Nuestra Sociedad no ha perdido el Norte, el Sur, el Este y el Oeste? Por favor, recuperemos el Sentido Común.
Por cierto cuando este artículo estaba ya escrito, acabo de ver en InfoCatólica que el ministro del Interior Grande-Marlaska se posiciona contra los vientres de alquiler y piensa que los homosexuales deben ser libres para tratar de salir de la homosexualidad. ¿Estará empezando a volver el sentido común?
Pedro Trevijano
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