Sobre las elecciones madrileñas

El próximo 4 de Mayo van a tener lugar elecciones en La Comunidad de Madrid. Creo que nunca unas elecciones de una Comunidad Autónoma habían despertado tanto interés en esa Comunidad y en el resto de España. Es indudable también que España está viviendo un momento muy delicado, cosa que es un sentimiento muy general porque cuando a mis penitentes les digo que recen por España, generalmente me responden así: «Falta nos hace».

La primera pregunta que nos debemos hacer es si es un deber moral votar. El Concilio nos responde así: «Recuerden, por tanto, todos los ciudadanos el derecho y al mismo tiempo el deber que tienen de votar con libertad para promover el bien común» (Gaudium et Spes nº 75). Ahora bien, la semana pasada me decía un bloguero: «En ocasiones, como posible votante y católico, me he sentido ‘chuleado’, con perdón: ‘Como me vas a votar porque soy el menos malo, paso de tus principios’. Pues yo paso de vosotros, listillos». En este punto recuerdo lo que me dijo un amigo. ‘El Partido que más me gustaba era el XX, pero no estaba de acuerdo con la deriva que determinado personaje le estaba dando, así que escribí en mi papeleta de ese Partido: ‘No a ese señor’, con lo que voté, pero hice nulo mi voto».

Para mí el criterio determinante sobre los valores que hemos de defender son los que expresó Benedicto XVI en la Exhortación Apostólica «Sacramentum Caritatis», es decir «el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables» (nº 83).

En cuanto a la Nota que han firmado todos los Obispos de la Archidiócesis de Madrid, debo decir que estoy de acuerdo y que está claramente inspirada en las líneas anteriores de Benedicto XVI. Para mí el párrafo clave es el que sigue: «En consecuencia, es necesario respetar: el derecho inviolable a la vida humana, desde su concepción a su muerte natural; el reconocimiento y la promoción de la familia fundada en el matrimonio natural (Cf. Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 48); el derecho de los padres a educar a sus hijos; la libertad religiosa, que implica tanto la protección frente a las ofensas de los sentimientos religiosos como la inmunidad de coacción en materia religiosa; la defensa y la ayuda a los sectores más débiles de la sociedad; y la construcción de una vida social más justa y pacífica».

Está claro que hoy en día en nuestra Sociedad nuestra Fe está amenazada por tres ideologías anticristianas: la Relativista, la Marxista y la de Género. En cuanto a la Ideología nazi, también profundamente anticristiana y totalitaria como la comunista, como afirma con razón el Parlamento Europeo, hay puntos de ella que todavía están activos, como en Educación la afirmación que los hijos no son de los padres, sino que es el Estado el que debe educarles, en lo que coinciden con alguna o todas las Ideologías que acabo de citar. En cuanto a los Partidos está claro que no todos son iguales y que los peores son aquéllos que se mueven por odio a la Fe, como los que pretenden que la única iglesia que ilumina es la que arde.

Pero nuestro deber de cristianos y ciudadanos lleva consigo una exigencia de permanencia que hacen que no sólo debamos preocuparnos por los valores humanos y cristianos en período electoral, sino en cualquier momento. No nos olvidemos que el examen de conciencia que Cristo nos hace en el episodio del Juicio Final (cf. Mt 25,31-45) es el de nuestro servicio al prójimo y especialmente sobre las obras de misericordia. Es cierto que podemos decir con toda razón que quien más hace por los pobres y marginados es la Iglesia Católica, pero ahí puedo preguntarme si soy o no un colaborador activo y en todo caso recordar lo que San Vicente de Paúl le dijo a la Reina de Francia cuando ésta le preguntó si estaba satisfecho de su vida y cuando el Santo le contestó que no, la Reina le preguntó: «¿Pues qué hubiese deseado hacer?», «Más» fue la respuesta.

Pedro Trevijano, sacerdote

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