(VIS/InfoCatólica) Con un nuevo llamamiento a promover la paz por medio de la negociación y de la diplomacia y reiterando la más firme condena del tráfico de armas, el Papa asegura su constante cercanía ante el inmenso sufrimiento, debido a los conflictos que afligen a la región, que «en los últimos meses se han agravado por la actividad de una reciente y preocupante organización terrorista, de unas dimensiones nunca antes vistas que comete todo tipo de abusos y prácticas inhumanas».
«Queridos hermanos y hermanas». Así empieza la carta del Papa animando a perseverar en la fe y fidelidad y a la comunión fraterna - «el ecumenismo de la sangre» - a ejemplo de la primera comunidad de Jerusalén. Recuerda «con afecto y veneración a los Pastores y fieles que en los últimos tiempos se les ha pedido el sacrificio de la vida, a menudo por el mero hecho de ser cristianos». Así como a las personas secuestradas y exhorta, una vez más, a impulsar el diálogo con judíos y musulmanes, que es «un servicio a la justicia y una condición necesaria par la tan anhelada paz».
¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos consuela en cualquier tribulación nuestra hasta el punto de poder consolar nosotros a los demás en cualquier lucha, mediante el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios!» (2 Co 1,3-4). Fueron estas palabras del apóstol Pablo las que se me vinieron a la mente cuando pensaba dirigirme a los hermanos cristianos de Oriente Medio».
Condena unánime y sin rodeos
«La dramática situación que viven nuestros hermanos cristianos en Irak, y también los Yazidíes y los miembros de otras comunidades religiosas y étnicas, exige por parte de todos los líderes religiosos una postura clara y valiente, para condenar unánimemente y sin rodeos esos crímenes, y denunciar la práctica de invocar la religión para justificarlos», reitera asimismo el Obispo de Roma y añade que casi todos los queridos hermanos cristianos en Oriente Medio son ciudadanos nativos de sus países y, por lo tanto, tienen «el deber y el derecho» de participar plenamente en la vida y crecimiento de su nación. Y que en la Región están «llamados a ser constructores de paz, de reconciliación y desarrollo, a promover el diálogo, construir puentes, según el espíritu de las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12), a proclamar el evangelio de la paz, dispuestos a colaborar con todas las autoridades nacionales e internacionales».
Tras hacer hincapié en que «no podemos resignarnos a los conflictos como si no fuera posible un cambio». En sintonía con su peregrinación a Tierra Santa y el posterior encuentro de oración en el Vaticano con los Presidentes israelita y palestino, el Santo Padre invita a seguir orando por la paz en Oriente Medio. «Que quien se vio obligado a abandonar sus tierras, pueda regresar y vivir con dignidad y seguridad. Que la asistencia humanitaria se incremente, siempre buscando el bien de la persona y de cada país, respetando su propia identidad, sin anteponer otros intereses. Que toda la Iglesia y la Comunidad internacional sean cada vez más conscientes de la importancia de la presencia de los cristianos en la Región».
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