Pues no, ni «preembriones», sino embriones, ni «sobrantes», a no ser que clasifiquemos a los seres humanos en función de su utilidad. Una vez más habrá que insistir en que la producción de embriones en el laboratorio por fecundación in vitro no condiciona el carácter humano de los embriones producidos. Estos, sean o no implantados tras su producción, son a todos los efectos seres vivos humanos en la etapa inicial de su existencia, pues la artificialidad de su obtención no altera su verdadera naturaleza biológica, en todo lo demás equivalente a los embriones procedentes de una fecundación natural.
Al seguir leyendo la noticia, tal como la han divulgado algunos medios, leemos que el objetivo de esta ley es la creación del «Comité Andaluz de Investigación con Muestras Biológicas de Origen Embrionario y otras Células Semejantes». Al margen de la impropia utilización de los términos ya indicados, constatamos que el Comité incluye en su denominación «otras Células Semejantes». Es aquí donde encontramos otro punto que requiere una matización. ¿A qué células se refiere como semejantes a las de origen embrionario? Si se refiere a células madre adultas o a las células genéticamente reprogramadas a partir de células especializadas, no cabe hablar de semejanza. Existe una gran diferencia.
Las embrionarias pertenecen a embriones producidos in vitro, seres humanos distintos a aquél al se desean aplicar con fines terapéuticos y su utilización implica la destrucción del embrión. Sin embargo, las células calificadas de semejantes, las madre adultas o las reprogramadas (iPS), se pueden obtener del propio paciente y en cualquier caso son células somáticas cuya extracción no implica ningún riesgo para su vida. No son células semejantes a las embrionarias ni en su procedencia, ni en la connotación ética, ni tampoco en los resultados que se espera obtener de ellas, que como veremos a continuación son muy superiores. Además, la aplicación de las células procedentes de embriones, genéticamente ajenos a los enfermos receptores, requieren altas dosis de inmunosupresores tras su implantación para evitar el rechazo por incompatibilidad genética por parte de los pacientes.
A pesar de ello, si bien la utilización de embriones con fines terapéuticos está más o menos aceptada en algunos países, como pasa en España. Su utilización se ha esgrimido políticamente en nombre del progreso. Sin embargo, el auténtico progreso social humano debe considerarse en su doble vertiente, la científico-tecnológica y la moral, pero a la par y en la misma dirección, ya que los descubrimientos científicos y sus potenciales aplicaciones han de entenderse a favor del hombre y no en contra del hombre.
Respecto a los resultados, veamos algunos hechos recientes. El 2 de noviembre de 2004 se celebró en California un referéndum que supuso la aprobación de un presupuesto de 3.000 millones de dólares de fondos públicos para investigación con células madre embrionarias durante los siguientes 11 años. En la campaña mediática que precedió al referéndum tuvo un papel protagonista el actor tetrapléjico Christopher Reeves, junto a otros famosos de Hollywood, que aseguraron a los votantes que la investigación con embriones supondría la curación de muchas enfermedades. Tampoco faltaron las voces, probablemente más realistas, que señalaron que la investigación con células madre embrionarias había demostrado muchas dificultades hasta entonces y que no era la vía a seguir en la investigación aplicada para curar las enfermedades degenerativas como la que accidentalmente había sufrido el protagonista de ‘Superman’. A pesar de ello, una de las primeras decisiones del entonces recién elegido presidente de los EE.UU. Barack Obama fue la de levantar los límites a la financiación federal de las investigaciones con células madre embrionarias, impuestas por su predecesor George Bush. La decisión, firmada en marzo de 2009, fue aplaudida por los responsables del Instituto de Medicina Regenerativa de California, un organismo creado a raíz del referéndum de 2004. El director del nuevo Instituto, el Dr. Alan Trouson, felicitó a Obama por su decisión y presentó a California como la meca de la investigación con células embrionarias.
Cualquiera podría pensar que los investigadores estaban esperando como agua de mayo la medida liberalizadora decretada por Barack Obama. La realidad fue muy distinta y los científicos del Instituto de Medicina Regenerativa de California no estaban pensando precisamente en las células madre embrionarias sino en las que ahora se denominan «otras células semejantes», las células madre adultas y las recién emergidas, fruto de las investigaciones sobre «reprogramación celular» del japonés Shinya Yamanaka, digno merecedor del Premio Nobel de Medicina de 2012, precisamente por esta aportación.
La situación generada en California quedó reflejada en un editorial del 12 de enero de 2011, publicado en la revista financiera Investor’s Business Daily, en el que se señalaba que el Instituto de Medicina Regenerativa de California había dado un giro y estaba apostando por la investigación con células madre adultas, aunque sin descartar del todo las embrionarias. En el mismo se decía que: «Después de cinco años en los que se ha derrochado el presupuesto de los 3.000 millones de dólares destinados a la investigación con células madre embrionarias, no ha habido ninguna cura, ninguna terapia y poco progreso. Por eso, los inversores abrazan ahora la causa a la que se opusieron en su día». Además se informaba de que el Instituto había aprobado un presupuesto próximo a los 230 millones de dólares para 14 equipos de investigación el 14 de octubre de 2009. De forma significativa, 11 de los 14 grupos investigarían con células madre adultas y los 4 restantes con las de procedencia embrionaria. En el editorial se criticaba la logomaquia con la que se expresaba el Instituto: «A lo largo de estos años, hemos observado que cuando necesitaba financiación empleaba la expresión ‘células madre embrionarias’. En cambio, si había que hablar de resultados, se suprimía la palabra ‘embrionarias’».
Pero yendo al fondo de la cuestión, la investigación con embriones es algo que ha pasado a «vía muerta» aunque haya quien se resista a abandonar este camino, más por intereses económicos, posibles patentes o incluso por oportunismo político o ideológico, que por razones de utilidad científica o médica. En febrero de 2009, la Dra. Bernadine Healy, expresidenta del Instituto Nacional de la Salud de los EE.UU., declaró que las investigaciones con este tipo de células estaban obsoletas. Al mismo tiempo, citaba un caso publicado en la revista PLoS Medicine a finales de febrero de 2009 que mostraba que las células madre embrionarias inyectadas en los pacientes pueden causar tumores mortales. La Dra. Healy se refería al caso de un niño aquejado de la enfermedad neuromuscular ataxia telangiectasia, que había sido tratado con células madre embrionarias. Al cabo de cuatro años, le sobrevinieron fuertes dolores de cabeza y se comprobó que habían emergido múltiples tumores en su cerebro y la médula espinal que genéticamente coincidían con los embriones femeninos utilizados en su terapia.
La denuncia de Bernadine Healy no era una sorpresa para muchos investigadores. De ahí que el editorial de la revista financiera Investor’s Business Daily concluyera que: «Son los investigadores dedicados a la investigación con células embrionarias quienes han politizado la ciencia, y se han interpuesto en el camino del progreso real. Por eso, nos alegramos de ver que los investigadores de California vuelven a poner la ciencia en su lugar».
El hecho es que, tras casi 15 años de trabajos en el campo de las células madre embrionarias han pasado muchas cosas, pero lo que no ha ocurrido es que se hayan encontrado protocolos de aplicación clínica utilizando células procedentes de embriones. Por ello, nos alegramos de que se incluyan entre los proyectos a considerar por el Comité Andaluz de Investigación con Muestras Biológicas de Origen Embrionario las que se denominan «otras Células Semejantes», que como en el caso citado de lo que pasó en el Centro de Medicina Regenerativa de California, serán las que finalmente ofrezcan las mejores perspectivas de aplicación.
Al menos esa es la tendencia actual en investigación biomédica, como lo demuestra el registro de los ensayos clínicos en el campo de la Medicina Regenerativa que se puede consultar en la base mundial de datos. A finales de noviembre de 2014 están en marcha en todo el mundo 179.458 estudios, en 187 países. De ellos, los realizados con células madre adultas son 4.593 -incluyendo los primeros ensayos con las células procedentes de la reprogramación (células madre pluripotentes inducidas o iPS)-, con una proyección realista hacia la terapia de más de 75 enfermedades. Las células madre embrionarias ya casi ni aparecen en este registro. Solo 35 ensayos, de los que solamente tres están dirigidos a un fin específicamente terapéutico, dos destinados a tratar la degeneración macular asociada a la edad, y el tercero para producir epitelio pigmentado de retina para tratar a pacientes con la enfermedad de Stardgard. Algo que según una reciente publicación en la revista Nature está en vías de solución sin utilizar embriones. El equipo que dirige el japonés Yasuo Kurimoto en el Kobe City Medical Center General Hospital, según se describe en este trabajo, ha logrado con excelentes resultados la implantación de epitelio pigmentario de retina a partir de células reprogramadas desde células epiteliales de una paciente.
Por último, James Thomson, el primer investigador que propuso en 1998 la utilización de las células madre embrionarias con fines de investigación biomédica, ha sido también uno de los primeros en abandonar lo que a todas luces no ha dado los resultados que se esperaban. El 22 de noviembre de 2007 declaró en The New York Times que desde un principio él se sentía incómodo con la utilización de embriones, pero que la causa era tan importante que tras pensarlo mucho decidió seguir adelante. A ello añadió que tras la aparición de las nuevas técnicas -referido a la reprogramación celular-, se ha acabado el debate: «dentro de una década la guerra de las células madre embrionarias será solo una nota curiosa de la historia de la ciencia al pie de una página».
Por Nicolás Jouve, publicado originalmente en Páginas Digital
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