(Zenit) A los 250 participantes ellos reunidos en la Sala Clementina el Santo Padre señaló que muchas veces la idea de pastoral vocacional «podría hacer pensar en uno de los tantos sectores de la acción eclesial, en un despacho de la curia o, tal vez, en la elaboración de un proyecto».
Cuando en realidad la pastoral vocacional es un encuentro con el Señor, «un encuentro decisivo, que arroja luz sobre nuestra existencia, nos saca de la angustia de nuestro pequeño mundo y nos hace discípulos en el amor con el Maestro».
Sobre el tema «Miserando atque eligendo», que es el lema del papa Francisco, señaló que «lo elegí pensando en cuando era joven y sentí la llamada del Señor, que no fue el resultado de una conferencia o de una hermosa teoría sino el haber experimentado la mirada misericordiosa de Jesús sobre mí».
Y les exhortó: «Por favor, ¡que no acabe todo con un hermoso convenio! La pastoral vocacional es aprender el estilo de Jesús, que pasa por los lugares de la vida cotidiana, se detiene sin prisa y, mirando a los hermanos con misericordia, les lleva a encontrarse con Dios Padre».
El Santo Padre recordó también que los cuatro evangelistas señalan que «Jesús sale a la calle y se pone en camino…sale al encuentro de los sufrimientos y las esperanzas del pueblo».
«Es el «Dios con nosotros» que vive en medio de las casas de sus hijos y no tiene miedo de mezclarse con la multitud de nuestras ciudades, e invitó a reflexionar sobre los tres verbos que indican el dinamismo de toda pastoral vocacional: salir, ver y llamar el Papa invitó a los presentes a reflexionar.
En primer lugar: salir. «La pastoral de las vocaciones necesita una Iglesia en movimiento, capaz de ampliar sus fronteras, estableciéndolas no sobre la estrechez de los cálculos humanos o el miedo a equivocarse sino sobre la amplia extensión del corazón misericordioso de Dios. No puede haber una semilla fecunda de vocaciones sin ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades. Tenemos que aprender a salir de las rigideces que hacen difícil comunicar la alegría del Evangelio, de las fórmulas estandarizadas que a menudo son anacrónicas, del análisis preconcebido que encasilla la vida de las personas en fríos esquemas. Hay que salir de todo eso».
«Ustedes también han experimentado un encuentro que cambió vuestra vida, cuando otro sacerdote les hizo sentir la belleza del amor de Dios. Hagan lo mismo saliendo, escuchando a los jóvenes». Añadió que «es triste cuando un sacerdote vive sólo para sí mismo, encerrado en la fortaleza segura de la rectoría… o el restringido grupo de fieles».
Por el contrario, «estamos llamados a ser pastores en medio del pueblo, capaces de animar una pastoral del encuentro y de gastar tiempo para recibir y escuchar a todos, especialmente a los jóvenes».
En segundo lugar, ver… «Cuando pasa por las calles, Jesús se detiene y cruza la mirada del otro, sin prisas». Señalo que «hoy en día, por desgracia, las prisas y la velocidad de los estímulos a los que estamos sometidos, no siempre dan paso al silencio interior donde resuena asiado preocupados por las cosas que hacer, se puede caer en un vacío activismo orgativo, sin lograr detenernos y conocer a la gente».
El Evangelio, sin embargo, nos hace ver que la vocación inicia con una mirada de misericordia que se ha posado sobre mí…Así fue como Jesús miró a Mateo. Por fin, aquel publicano no percibió una mirada de desprecio o de juicio; se sintió mirado con amor. Jesús desafió los prejuicios y las etiquetas de la gente; creó un espacio abierto, en el que Mateo fue capaz de analizar su vida y emprender un nuevo camino.»
El Pontífice señaló que la mirada de cada pastor debe ser «capaz de inspirar estupor por el Evangelio, de despertar del letargo en que la cultura del consumo y la superficialidad nos sumerge y de suscitar interrogantes auténticos de felicidad, especialmente entre los jóvenes».
Pero también «una mirada atenta, vigilante y prundente particularmente sobre las vocaciones sacerdotales o de ingreso en el seminario, para «discernir la verdad, para tener una mirada sagaz y prudente, sin ligereza o superficialidad».
La tercera acción es llamar que es «el verbo propio de la vocación cristiana. Jesús no echa largos discursos, no entrega un programa al que adherirse, no hace proselitismo, ni da respuestas prefabricadas. Cuando se dirige a Mateo dice sencillamente: ¡Sígueme!».
Porque «el deseo de Jesús es poner a la gente en camino, sacudirlas de un sedentarismo etal, romper la ilusión de que podemos vivir felizmente siguiendo cómodamente sentados entre nuestras seguridades».
«Por lo tanto, nosotros también, en lugar de reducir la fe a un libro de recetas o a un conjunto de normas que deben cumplirse, podemos ayudar a los jóvenes a hacerse las preguntas correctas, a ponerse en camino para descubrir la alegría del Evangelio».
«Pero si no nos encerramos en las quejas y continuamos a «salir» para anunciar el Evangelio, el Señor se queda con nosotros y nos da valor para echar las redes, incluso cuando estamos cansados y decepcionados por no haber pescado nada», añadió. Y concluyó recordando que «es una misión urgente que el Señor nos pide cumplir con generosidad».
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