El voto de los cristianos evangélicos empieza a ser decisivo en Iberoamérica

(El Mercurio) En Brasil ya se le conoce como la «bancada de Dios». El Frente Parlamentario Evangélico está compuesto por 92 diputados de 14 partidos diferentes que votan en bloque, y se ha convertido en una de las fuerzas políticas más cortejadas del país: los votos de estos parlamentarios fueron claves para el impulso del impeachment contra Dilma Rousseff, y el actual Presidente Michel Temer les ha dado prioridad absoluta, recibiéndolos antes que a nadie en su despacho y nombrando a pastores evangélicos como ministros de su gabinete.

El creciente poder político de la comunidad evangélica en América Latina también comprobó su peso en Colombia, donde se considera que el electorado protestante fue determinante para inclinar la balanza hacia el «No» en el reciente plebiscito sobre el acuerdo de paz del gobierno con las FARC.

Crece el número de evangélicos, baja el de católicos

Los casos se repiten en una región cada vez menos católica y más evangélica. Según un estudio de Pew, hoy el 19% de los iberoamericanos se describe como miembro de alguna vertiente del protestantismo -la mayoría pentecostales, que constituirían cerca del 85%-, frente al 69% que se considera católico. Se trata de un cambio acelerado: de acuerdo con un informe de Latinobarómetro, entre 1995 y 2014 las personas que se declaran católicas cayeron en promedio 13 puntos, principalmente en países centroamericanos como Nicaragua (-30), Honduras (-29) y Costa Rica (-19), lo que ha ido a la par con el fuerte aumento de los evangélicos. También se ha reforzado la penetración de confesiones cristianas no católicas en Brasil, cuyos fieles pasaron del 6% al 21% en dos décadas, así como en Colombia, del 3% a 14%.

«Ha habido un crecimiento impresionante del número de evangélicos en los últimos años. Pero además están teniendo una mayor presencia dentro de la sociedad, lo que no es lo mismo», afirma Rubén Ruiz, director del Centro de Investigaciones sobre América Latina de la Unam y experto en diversidad religiosa. «Esto obedece a una actitud, a una política muy clara de los liderazgos sobre la importancia de tener una mayor presencia e impulsar una agenda propia».

Agenda provida y profamilia

El paso hacia la política, de algún modo, era inevitable. Y si a comienzos del siglo XX la lucha de los protestantes -luteranos, anglicanos, presbiterianos, bautistas, metodistas y pentecostales, entre otras vertientes- era por la libertad de conciencia y la separación de la Iglesia y el Estado, actualmente las iglesias evangélicas tienen una agenda clara en contra de políticas como la despenalización del aborto o el «matrimonio» homosexual, en lo que han coincidido con la jerarquía católica.

«Los evangélicos, en general, no están muy orientados hacia la acción política. Pero de la vereda del frente, los políticos sí miran a los evangélicos como un capital demográfico interesante», destaca Hilario Wynarczyk, sociólogo experto en religión y autor de «Ciudadanos de dos mundos. El movimiento evangélico en la vida pública argentina». «Y sí, hay líderes evangélicos que perciben la importancia que tienen y piensan que para los intereses de sus iglesias puede llegar a ser bueno aceptar la 'tentación' de la política».

El batacazo electoral en Colombia

Apenas un día después de perder el plebiscito sobre el acuerdo de paz con las FARC, el presidente Juan Manuel Santos convocó a 14 líderes de las iglesias cristianas no católicas al Palacio de Nariño. Con ese gesto reconocía la fuerza del voto evangélico en la aprobación del «No», lo cual ya había sido previsto correctamente por Álvaro Uribe, quien en la campaña compartió tarima con varios pastores y resaltó la necesidad de preservar el «concepto de familia» en los acuerdos.

A los evangélicos les incomodó el «enfoque de género» en el acuerdo de paz, que -en su opinión- privilegiaba a la comunidad LGTBI. «El acuerdo vulnera principios como el de la familia cuando se habla de equilibrar los valores de la mujer con los de estos grupos», criticó Edgar Castaño, presidente del Consejo Evangélico de Colombia, que agrupa a 266 organizaciones cristianas. Aunque el organismo no dio una orientación de voto en el plebiscito, varios líderes sí lo hicieron, como el pastor Miguel Arrázola, de la Iglesia Ríos de Vida, quien calificó incluso a Santos como el «anticristo».

En respuesta, Santos debió recalcar que lo pactado no pone «en peligro a la familia tradicional», y ofreció un «sacrificio»: la salida de la ministra de Educación, Gina Parody, quien impulsó un manual escolar sobre orientación sexual que antes provocó fuertes movilizaciones de grupos evangélicos.

Se estima que en Colombia existen hoy unos 10 millones de fieles y unas 6.000 iglesias evangélicas, que cuentan con 145 emisoras radiales y emiten una decena de programas televisivos.

En términos electorales, las autoridades estiman que al menos dos de los seis millones de votos que obtuvo el «No» fueron de electores evangélicos. Y ellos están conscientes de este nuevo estatus: «En Colombia se elige presidente con ocho o diez millones de votantes y nosotros somos diez», dijo Castaño a la BBC. «Esto tiene que tener algún poder, ¿no?».

Los expertos, sin embargo, dudan que los evangélicos voten en un bloque único. «No me atrevería a calificar las bases evangélicas como un grupo homogéneo, disciplinado, que marche en un sentido o en otro», afirma Rubén Ruiz, experto de la Unam. «Por supuesto, los liderazgos utilizan esto para presentarse como una fuerza de mayor peso en la sociedad, pero los estudios muestran que los votantes evangélicos en América Latina se mueven de acuerdo al resto de la sociedad, por ejemplo según sus estudios o estrato socioeconómico».

Wynarczyk coincide: «Puede haber segmentos evangélicos capaces de actuar aglutinados tras una propuesta, pero no de manera hegemónica. Eso de que los fieles hacen lo que les dice el pastor es en gran parte una fantasía».

Brasil, telepredicadores y corrupción

«Hay un espíritu maligno que se infiltró en las instituciones», remarcaba el pastor Ezequiel Teixeira, diputado por el Partido Nacional del Trabajo, para explicar la corrupción en la política brasileña.

Teixeira, fundador de la Associação Missionária Vida Nova, es uno de varios ministros protestantes, como Sóstenes Cavalcante o Marco Feliciano, que hoy componen el Frente Parlamentario Evangélico y que tuvieron un rol destacado al apoyar la destitución de la Presidenta Dilma Rousseff.

En un reflejo de los cambios religiosos en Brasil, la bancada evangélica ha crecido de 36 miembros en 2006 a 92 actualmente, los que llegan hasta 189 si se incluye a los que se alinean con el bloque. Muchos de ellos pertenecen al Partido Republicano Brasileño, fundado en 2005 y considerado una especie de brazo político de la Iglesia Universal del Reino de Dios: una controvertida secta cristiana fundada en 1977 por Edir Macedo, quien importó el modelo estadounidense del «telepredicador» y ha creado un verdadero emporio económico que incluye un banco, dos periódicos, una treintena de radios y la red televisiva TV Récord, el segundo canal con más audiencia del país.

«Macedo es un genio del márketing, y tiene un plan estratégico para llegar en el largo plazo a los tres poderes del Estado. En un libro titulado 'Plan de poder: Dios, los cristianos y la política', él propone tácticas para llegar al poder. Se trata de un excelente estratega, y es un coordinador político notable», señala Roberto Romano, cientista político de la Universidad de Campinas. «Pero su fuerza también cae en el oportunismo electoral de la política brasileña», matiza.

Debido a su enorme influencia, no es de extrañar que Dilma haya intentado llegar a ese electorado evangélico. Lo hizo con el nombramiento como ministro del pastor neopentecostal Marcelo Crivella, sobrino de Macedo, así como con exenciones de impuestos a estas iglesias. Sin embargo, Rousseff nunca logró convencer, y se enfrentó con esta comunidad por políticas como la distribución de material escolar sobre orientación sexual o su iniciativa para penalizar declaraciones homofóbicas. «Dilma y el PT creen que el pastor es tonto y el evangélico, idiota», criticó uno de los líderes religiosos más influyentes, Silas Malafaia, del ministerio Victoria en Cristo.

Tras demostrar su poder en el impeachment a Rousseff, su sucesor Michel Temer no ha corrido riesgos con la comunidad evangélica. Se acercó a sus líderes -partiendo por Malafaia- y nombró a un pastor de la Asamblea de Dios como ministro del Trabajo y a un colega de la Iglesia Universal como titular de Industrias.

«Si bien aún es posible hacer política sin la 'bancada de la Biblia', quien más precisa de ella es la Presidencia de la República, que siempre requiere de sus votos en el Congreso», dice Romano, quien destaca que -pese a su discurso sobre moralidad y los «espíritus malignos» en la política- dirigentes evangélicos han caído en las mismas prácticas de corrupción que critican, partiendo por el destituido presidente de la Cámara de Diputados, el evangélico Eduardo Cunha.

Romano recalca que no se trata de una fuerza homogénea, que existen muchas fracturas en los círculos evangélicos, pero pronostica que seguirán en alza en el país: «Se trata de una fuerza política que tiende a crecer, sobre todo con el colapso de la clase política tradicional brasileña».

¿Nombres? Si bien la ecologista y ex candidata presidencial Marina Silva es evangélica, no suele ser presentada como tal. Diferente es el caso de Marcelo Crivella, cantante de gospel y obispo de la Iglesia Universal, quien probablemente se convertirá en el nuevo alcalde de Río de Janeiro.

La bancada religiosa de Fujimori

Una de las primeras experiencias de evangélicos participando directamente en las urnas fue en Perú, cuando el pastor bautista Carlos García y García apoyó en 1990 a un desconocido Alberto Fujimori y se convirtió en segundo vicepresidente. En esa ocasión, los evangélicos fueron decisivos para inscribir el partido Cambio 90, y el Presidente los recompensó otorgándoles la quinta parte de las listas parlamentarias, con lo que consiguieron 16 diputados y cuatro senadores.

Este «milagro electoral evangélico», sin embargo, fue fugaz, y su representación parlamentaria cayó rápidamente con los años.

«Las experiencias de evangélicos participando en partidos fueron muy fuertes en Perú, pero terminaron en un fracaso. Los evangélicos jugaron a favor de Fujimori y cuando él ganó, no obtuvieron nada», comenta Wynarczyk, quien considera que el único país donde esto podría funcionar sería Brasil.

De todos modos, los evangélicos peruanos -que representan el 10% de la población, pero muy enquistados en sectores más populares- se han convertido en un factor importante en las últimas campañas electorales, con varios pastores que han dado el paso a la política.

El nombre clave aquí es Humberto Lay, líder de Emmanuel, una pequeña iglesia pentecostal, quien en 2005 fundó el partido Restauración Nacional, con el que postuló a las presidenciales de 2006 y quedó segundo en la disputa por la alcaldía de Lima ese mismo año; en las elecciones presidenciales de 2011 apoyó a Pedro Pablo Kuczynski y fue elegido parlamentario, y las últimas elecciones fue candidato a vicepresidente de César Acuña, pero renunció.

Victorias legislativas en Centroamérica

Es la región de mayor crecimiento de las iglesias pentecostales. En Honduras, por ejemplo, la relación de católicos y evangélicos era de 76%-12% en 1996, pero actualmente es de 47%-41%, según un informe de Latinobarómetro. El fenómeno se repite en varios países, como Guatemala (40% identificado como evangélico), Nicaragua (37%), El Salvador (31%), Costa Rica (21%) y Panamá (19%).

Como resultado, son cada vez más visibles en los estamentos de poder, sobre todo en Guatemala, que ya ha tenido dos presidentes protestantes y donde el actual Mandatario, Jimmy Morales, es evangélico.

El lobby evangélico, por otro lado, ha ganado varias victorias legislativas en los últimos años: en Nicaragua, por ejemplo, presionaron para que en 2006 el Congreso penalizara el aborto terapéutico; en República Dominicana se incluyó en 2012 en la Constitución la protección de la vida humana «desde la concepción»; en Costa Rica fue declarada inconstitucional en 2000 la fecundación in vitro , mientras que en Nicaragua y República Dominicana se ha instaurado el Día del Niño por Nacer.

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