(InfoCatólica) Entrevista de Edward Pentin al cardenal Burke:
– Eminencia, ¿en qué punto estamos desde que usted, el Cardenal Walter Brandmüller y los dos cardenales fallecidos recientemente, Carlo Caffarra y Joachim Meisner, hicieron públicos las dubia hace ahora un año?
Un año después de la publicación de los «dubia» sobre «Amoris Laetitia», que no han recibido respuesta del Santo Padre, observamos una mayor confusión sobre los modos de interpretar dicha Exhortación apostólica. Por consiguiente, nuestra inquietud acerca de la situación de la Iglesia y su misión en el mundo es mayor que nunca. Me mantengo regularmente en comunicación con el Cardenal Walter Brandmüller respecto a estas graves cuestiones. Ambos estamos en profunda unión con los dos cardenales fallecidos en los últimos meses, Joachim Meisner y Carlo Caffarra. Por lo tanto, de nuevo, reitero la gravedad de la situación, que empeora a medida que pasa el tiempo.
– Se ha dicho mucho sobre los peligros de la naturaleza ambigua del capítulo ocho de «Amoris Laetitia», poniendo en evidencia que está abierta a distintas interpretaciones. ¿Por qué es tan importante la claridad?
La claridad en la enseñanza no implica intransigencia, que obstaculizaría que la gente recorriera el camino del Evangelio, sino, al contrario, la claridad proporciona la luz necesaria para acompañar a las familias en el camino del discipulado cristiano. Es la oscuridad la que no nos permite ver el camino, impidiendo la acción evangelizadora de la Iglesia, tal como dijo Jesús: «Viene la noche y nadie podrá hacer las obras» (Jn 9, 4).
– ¿Puede explicar la situación actual a la luz de las «dubia»?
La situación actual, en lugar de disminuir la importancia de las «dubia» o las preguntas, realza su importancia. No es en absoluto, como algunos han sugerido, una cuestión de «ignorancia afectada», que plantea dudas sólo porque no desea aceptar la enseñanza. Más bien al contrario, la preocupación era y es determinar precisamente lo que el Papa quiere enseñar como Sucesor de Pedro. Por lo tanto, las preguntas surgen debido al reconocimiento del oficio petrino que el Papa Francisco ha recibido del Señor para confirmar a sus hermanos en la fe. El Magisterio es el don de Dios a la Iglesia para aclarar las cuestiones que conciernen el depósito de la fe. Por su naturaleza, las afirmaciones que no tienen esta claridad no pueden ser expresiones cualificadas del Magisterio.
– ¿Por qué es tan peligroso, desde su punto de vista, estas interpretaciones de «Amoris Laetitia» tan distintas, sobre todo en lo que respecta al enfoque pastoral de quienes viven una unión irregular y, concretamente, de los divorciados que se han vuelto a casar y que no viven en continencia y reciben la Sagrada Comunión?
Es evidente que algunas de las indicaciones de «Amoris Laetitia» concernientes a los aspectos esenciales de la fe y a la práctica de la vida cristiana han tenido varias interpretaciones, divergentes entre ellas y, a veces, incluso incompatibles. Este hecho incontestable confirma que estas indicaciones son ambivalentes, permitiendo una gran variedad de lecturas, muchas de las cuales están en contraste con la doctrina católica. Las preguntas que nosotros, los cardenales, planteamos conciernen a lo que enseña exactamente el Santo Padre y cómo esta enseñanza se armoniza con el depósito de la fe, dado que el Magisterio «no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios que se ha de creer» (Concilio Vaticano II, Constitución dogmática «Dei Verbum», n. 10).
– ¿No ha dejado clara su postura el Papa a través de su carta a los obispos argentinos, en la que dice que «no hay otra interpretación» más que las directrices que estos han publicado, directrices que dejan abierta la posibilidad de que algunas parejas no casadas y sexualmente activas reciban la Sagrada Eucaristía?
Contrariamente a lo que algunos han declarado, no podemos considerar la carta del Papa a los obispos de la región de Buenos Aires, escrita poco después de recibir las «dubia» y que contiene comentarios a las directrices pastorales de los obispos, una respuesta adecuada a las preguntas planteadas. Por otro lado, estas directrices pueden interpretarse de muchas maneras; y tampoco está claro que esta carta sea un texto magisterial, con el que el Papa quiera hablar a la Iglesia universal como Sucesor de Pedro. El hecho que se conociera el contenido de la carta porque fue filtrado a la prensa –sólo más tarde la Santa Sede la hizo pública– plantea una duda razonable sobre la intención del Santo Padre de dirigirla a la Iglesia universal. Además, sería bastante asombroso –y contrario al deseo expresamente formulado por el Papa Francisco de dejar la aplicación concreta de «Amoris Laetitia» a los obispos de cada país (cfr. AL 3)– que impusiera a la Iglesia universal lo que son las directrices concretas de una región en particular. ¿Deberían entonces considerarse no válidas las distintas disposiciones promulgadas por los diferentes obispos en sus diócesis, desde Filadelfia a Malta? Una enseñanza que no esté suficientemente determinada con respecto a su autoridad y su contenido efectivo no puede poner en duda la claridad de la enseñanza continua de la Iglesia que, en cualquier caso, es siempre normativa.
– ¿Está usted también preocupado por el hecho que algunas conferencias episcopales permiten a algunos divorciados que se han vuelto a casar vivir «more uxorio» (tener relaciones sexuales) y recibir la Sagrada Comunión sin tener el firme propósito de enmienda, por lo que contradicen la enseñanza papal previa, sobre todo la Exhortación apostólica de San Juan Pablo II, «Familiaris Consortio»?
Sí, las «dubia» o las preguntas permanecen abiertas. Quienes afirman que la disciplina enseñada por «Familiaris Consortio» 84 ha cambiado se contradicen entre ellos cuando llega el momento de explicar las razones y las consecuencias. Algunos incluso llegan a decir que los divorciados en una nueva unión, que continúan viviendo «more uxorio», no están en un estado objetivo de pecado mortal (citando para sostener su tesis AL 303); otros niegan esta interpretación (y citan AL 305), dejando totalmente al juicio de la conciencia el criterio de acceso a los sacramentos. Parece que el objetivo de los intérpretes es llegar, del modo que sea, a un cambio en la disciplina, aduciendo razones, que no son importantes, para alcanzar este fin. Tampoco demuestran ninguna preocupación sobre el peligro al que someten las cuestiones fundamentales del depósito de la fe.
– ¿Qué efectos tangibles tiene esta mezcla de interpretaciones?
Esta confusión hermenéutica ya ha tenido tristes consecuencias. De hecho, la ambigüedad respecto al punto concreto de la atención pastoral a la familia ha llevado a algunos a proponer un cambio en el paradigma que atañe a toda la práctica moral de la Iglesia, cuyos fundamentos habían sido enseñados de manera autorizada por San Juan Pablo II en su Encíclica «Veritatis Splendor».
Además, se ha puesto en marcha un proceso que subvierte las partes fundamentales de la Tradición. En lo que respecta a la moralidad cristiana, algunos declaran que las normas morales absolutas necesitan ser revitalizadas y que hay que dar primacía –erróneamente– a la conciencia subjetiva y autorreferencial en cuestiones que atañen a la moral. Lo que está en juego, entonces, no es en absoluto secundario al «kerygma» o al mensaje fundamental del Evangelio. Estamos hablando sobre si el encuentro de una persona con Cristo puede, por la gracia de Dios, dar forma al camino de la vida cristiana, para que esté en armonía con el sabio plan del Creador. Para comprender el alcance que pueden tener los cambios propuestos, basta pensar qué pasaría si dicho razonamiento se aplicara a otros casos, como el de un médico que practica abortos, o un político que pertenece a un ámbito corrupto, o una persona que sufre y que decide pedir el suicidio asistido...
– Algunos han dicho que el efecto más perjudicial de todo esto es que representa un ataque a los sacramentos y a la enseñanza moral de la Iglesia. ¿Cómo es esto?
R: – Más allá del debate moral, lo que se está socavando cada vez más en la Iglesia es el significado de la práctica sacramental religiosa, sobre todo respecto a las sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía. El criterio decisivo para la admisión a los sacramentos siempre ha sido la coherencia de la vida de la persona con las enseñanzas de Jesús. Si el criterio decisivo es ahora la ausencia de la culpabilidad subjetiva de la persona –como han sugerido algunas interpretaciones de «Amoris Laetitia»– ¿no cambiará esto la verdadera naturaleza de los sacramentos? De hecho, los sacramentos no son encuentros privados con Dios y tampoco son un medio de integración social en la comunidad, sino que son los signos visibles y efectivos de nuestra incorporación a Cristo y su Iglesia, dentro y a través de los cuales la Iglesia profesa y actúa públicamente su fe. Por consiguiente, convertir la disminución de la culpabilidad subjetiva de una persona, o su falta de culpabilidad, en el criterio decisivo para la admisión a los sacramentos, pone en peligro la verdadera «regula fidei», el gobierno de la fe, que los sacramentos proclaman y actúan no sólo con palabras, sino también con gestos visibles. ¿Cómo puede seguir siendo la Iglesia el sacramento universal de salvación si el significado de los sacramentos son vaciados de su contenido?
– Desde su posición y la de muchos otros, incluyendo más de 250 estudiosos y sacerdotes que publicaron una «corrección filial», pues claramente hay serias dudas acerca de los efectos de estos pasajes en «Amoris Laetitia», ¿está usted haciendo una súplica final al Santo Padre visto que aún no ha recibido respuesta por su parte?
Sí, por estas graves razones, un año después de hacer públicos las «dubia», me dirijo de nuevo al Santo Padre y a toda la Iglesia, resaltando la urgencia que tiene, para el ejercicio del ministerio que ha recibido del Señor, que el Papa confirme a sus hermanos en la fe con una expresión clara de la enseñanza respecto a la moralidad cristiana y al significado de la práctica sacramental de la Iglesia.
Traducción de la entrevista publicada en el blog Settimo cielo de Sandro Magister
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