(Infocatólica) «Caffarra ha sido un gran sabio y un gran santo. A él le debemos la gran reforma de la teología moral, que abriera la puerta hacia los caminos de la verdad y que pudiera nacer este Instituto, a quien tanto debe la Iglesia y que defiende no solo una moral concreta sino una verdad que se desprende de la revelación». Así ha agradecido el arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, el legado del cardenal Carlo Caffarra, fallecido el pasado mes de septiembre, durante un acto que ha celebrado el Pontificio Instituto Juan Pablo II en la Universidad Católica de Valencia (UCV).
En su intervención, el cardenal valenciano ha señalado que «gracias a él, la Iglesia no fue destruida por la grande y fatídica década de los sesenta. Grande por el Concilio Vaticano II y fatídica porque en esa década se consolidaron tantas ideologías que están destruyendo al hombre. No olvidemos que esa década es una proclamación de la muerte de Dios y de la muerte del hombre, y Caffarra supo defender la verdad del Dios y la verdad del hombre que se revela en Jesucristo».
Igualmente, Cañizares ha evocado con cariño a quien fuera arzobispo de Ferrara y de Bolonia (Italia) a quien le «unía una gran amistad». «Se veía quién era de verdad celebrando la Eucaristía; recuerdo un día que entré en la capilla donde vivía y estaba celebrando. Y tengo que decir que no se me borra aquella imagen de él. Se veía un hombre traspasado por Dios, lleno de Dios; fue libre porque entraba en la experiencia de quien es la verdad».
El cardenal Cañizares ha concluido con la afirmación de que «para el Instituto Juan Pablo II y para la propia universidad era una deuda hablar de Carlo Caffarra para comprender y denunciar muchas cosas que suceden y que se dicen a acerca del matrimonio y la familia. Él fue un maestro y un testigo».
Teología arrigada en la fe
En el acto, celebrado en la sede de Santa Úrsula, ha participado con una ponencia monseñor Livio Melina, sacerdote teólogo y profesor del Pontificio Instituto, quien ha subrayado que «para el cardenal Caffarra la teología no era una ocupación meramente académica, sino que se arraigaba íntimamente en su testimonio de fe y de amor a Cristo y al ser humano». Por este motivo, «la teología estaba impregnada de vida e inmersa en la lucha por la verdad, que era siempre una lucha por la dignidad de la persona humana».
Igualmente, haciendo memoria de Caffarra, Melina ha asegurado que «él amaba intensamente a la Iglesia y al Papa y, por esto, tuvo el coraje de ser no solo maestro, sino también el Testigo de la verdad del amor. Testigo se dice en griego «mártir»: ciertamente, él dio la vida por la Iglesia. No podemos saber cuánto sufrió interiormente; lo que sí sabemos es que ahora nos empuja y sostiene».
Asimismo, el ponente ha expresado que Caffarra estaba muy interesado por la familia pues ésta es «el lugar donde se asegura una verdadera genealogía de la persona y afirmaba que la generación y la educación de la persona es la misión específica de la familia».
Mons. Reig Pla: «Cafarra tenía una conciencia súbdita de la verdad»
Previamente, Mons. Juan Antonio Reig, obispo de Alcalá de Henares y vicepresidente de la Sección Española del Juan Pablo II, ha expuesto la biografía del que fuese presidente del Instituto Pontificio, miembro de la Comisión Teológica Internacional y consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, «cuya fuerza moral residía en descubrir que la gracia actúa en las personas».
Así, Mons. Reig se ha referido a Caffarra como a un «alma de Quijote, un alma libre con una conciencia súbdita de la verdad y soberana para ejercitarse sobre la verdad. Acercarse a su figura supone reconocer en él a un maestro que quiere indicar un camino que previamente ha recorrido», ha afirmado.
Del mismo, el obispo de Alcalá de Henares ha señalado que el cardenal italiano, que sirvió en la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, el Pontificio Consejo para la Familia y el Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica, «se mostraba siempre como un testigo de la fe. Antes que un estudioso, mostraba la riqueza de la fe que hacía presente en sus palabras. Sabía hacer preguntas porque conocía la claridad de las respuestas», ha añadido.
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