Contra la corrupción sexual, educación de verdad cristiana

Tengo un amigo no creyente con el que he hablado algunas veces sobre la ideología del género. Él no le daba mayor importancia al asunto, porque decía que una cosa tan anticientífica no puede sostenerse mucho tiempo. Pero hace unos días tuvo una conversación con su nieta, una adolescente de diecisiete años, alumna de un colegio religioso, a la que considera responsable y estudiosa, pero que le contó que tenía compañeras lesbianas y otras bisexuales, lo que a ella le parecía bien, porque si son felices así… Al abuelo, evidentemente, se le encendieron todas las alarmas.

Tengamos claro que lo que pretende la ideología de género es destruir el matrimonio, la familia, la maternidad y la religión, poniéndose al servicio de la satisfacción de una lujuria sin límites, para alcanzar así la felicidad. Son los niños, adolescentes y jóvenes el objetivo prioritario de esta ideología, porque son los más manipulables y, a la vez, los más adecuados para que arraigue en ellos el nuevo tipo de ser humano que intentan construir, un tipo sin Dios, sin valores, principios ni defensas frente a la corrupción moral.

Ahora bien, ¿quiénes son los responsables de esta aberración? La ideología de género, hija de las ideologías relativista y marxista, promovida por el feminismo radical, adquirió auge a partir de Mayo 1968, se desarrolló en las universidades norteamericanas y encontró amplio margen de maniobra en el mundo occidental, apoyada por altos organismos internacionales, los Partidos políticos, los medios de comunicación y fundaciones multimillonarias.

Pero también nosotros hemos tenido errores. En concreto, ¿por qué hemos llegado a esta situación? Sobre este asunto nos dice el Papa Francisco en la «Amoris Laetitia»: «¿Quién habla hoy de estas cosas? ¿Quién es capaz de tomarse en serio a los jóvenes? ¿Quién les ayuda a prepararse en serio para un amor grande y generoso? Se toma demasiado a la ligera la educación sexual» (nº 284). Tenemos ante nosotros un doble objetivo: dar a nuestros chavales una auténtica y positiva educación afectivo-sexual y protegerles de las barbaridades y necedades de la ideología de género no solo en el campo moral, sino también en el científico.

El problema para mí es que muchos padres y educadores cristianos no se atreven a coger el toro por los cuernos y se callan pensando que no están preparados, sin darse cuenta que con ello lo que hacen es dejar el campo libre a los defensores de la ideología de género. La parábola de los talentos nos indica que quien no hace nada para no equivocarse ya está equivocado (Mt 25,14-30). Está además nuestra comodidad por medio y el evitar la impopularidad, porque si sostienes lo que la Iglesia Católica y el sentido común defienden te tachan rápidamente de homófobo, retrógrado y facha.

Pero, afortunadamente, hay también bastantes padres y educadores a los que lo que de verdad les interesa es el bien de sus hijos y están dispuesto a cumplir con su deber. Pretenden educar a sus jóvenes con valores y como Dios manda, lejos del libertinaje y de vivir desbordados por los vicios. Estos no tienen miedo en afrontar sus responsabilidades y dar la mejor instrucción y educación-afectivo sexual posible, que comprenda un buen conocimiento del propio cuerpo y el del otro sexo, pero sobre todo les prepare para el amor responsable con una buena formación sobre la importancia que tienen la comunicación y la afectividad en las relaciones sexuales entre hombre y mujer y como primer ámbito de prevención de relaciones demasiado precoces y del embarazo. Para ello, creen en el valor de la castidad y de la sexualidad como expresión de amor y de su obligación de ayudar a sus hijos a ir madurando afectivamente, como condición previa inexcusable para el futuro encuentro sexual físico. Está claro que no hay soluciones ya hechas, por lo que muchas cosas dependen del ambiente familiar o de la escuela y taller. El descubrimiento del amor se hace rara vez en línea recta, sino más frecuentemente a base de descubrimientos progresivos, de avances y retrocesos: no hay que olvidar que el amor desborda ampliamente lo sexual. Una educación al amor requiere la educación de toda la persona hacia una mayor toma de conciencia, apertura y cultura, estando la conquista de la libertad ligada a la educación de la responsabilidad.

Los padres han de ser conscientes de que el joven desea que se le tome en serio y que se le escuche, a fin de que no se sienta incomprendido y piense que tan solo lo entienden sus amigos o amigas. Igualmente, no quiere que se le impongan por la fuerza, sino con amabilidad y desde luego los padres tienen que exigirse a sí mismos más paciencia y tolerancia que la que los jóvenes pueden o quieren tener con ellos. Contra la corrupción, educación de verdad cristiana.

Por cierto, acabo de leer que la Santa Sede está preparando un documento contra la ideología de género.

Pedro Trevijano, sacerdote

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