La devoción de San Francisco de Sales a San José se expresa también en términos teológicos, no meramente devocionales. Podemos hablar, en tonces de una josefología que comprende datos de la Tradición y otros originales, algunos de los cuales pueden sorprendernos. En esta expresión aspiro a ofrecer un panorama de su pensamiento basado en sus propios escritos. Hay citas de sus grandes obras, la «Introducción a la vida devota» y el «Tratado del amor de Dios»; de varios sermones preparados para la celebración litúrgica de la fiesta, el 19 de Marzo; de cartas dirigidas varias de ellas a santa Juana Francisca de Chantal y de las Conversaciones o Entretiens. Esta última colección reúne las pláticas brindadas a las monjas de la Visitación, y fueron recogidas por ellas mismas. De una de las religiosas que se ocuparon de este menester se dice que puso el mismísimo cuidado en «recoger todos los consejos y todas las prácticas que daba el hombre de Dios, con el fin de que sus palabras fueran conservadas como un maná precioso, adecuado para alimentar los espíritus». La preparación para editar y difundir las Conversaciones incluía leerlas en la comunidad, de modo que cada religiosa pudiera advertir si algo había sido omitido «pero nunca ocurría que se pudiera añadir a lo que se había escrito». Fueron impresas por iniciativa de Santa Juana Francisca de Chantal[1]. Me he detenido en esta información ya que la obra es poco conocida y –que yo sepa- no existe traducción al castellano.
Comencemos por los nombres o apelativos con que se designa a San José; en ellos ya se incluyen algunas de las virtudes, sobre las cuales luego tratará expresamente. En el plan de un sermón para la fiesta, 19 de Marzo de 1614, escrito en latín, afirma que a San José se le dan en el Evangelio tres nombres: Esposo de María, Padre de Cristo por la Santísima Virgen y Varón Justo[2]. El segundo nombre procede del primero, y el tercero del primero y del segundo; así los ordena. El primero de los tres nombres aparece repetidamente en las obras de San Francisco, y suele ser asociado al del Padre. Por ejemplo: el más amable, más amado, más amante Esposo[3]. Igualmente dice, asociando el título al del Padre, gran Amigo del Bienamado, gran Esposo de la Bienamada del Padre Celestial[4]; es una carta dirigida a Mons. Camus.
La relación de paternidad-filiación entre José y Jesús es representada en términos encantadores: «No encuentro nada más dulce a mi imaginación que ver a este pequeño celestial Jesús entre los brazos de este gran Santo, llamándolo mil y mil veces papá en su lenguaje infantil y con un corazón lleno de amor» [5]. Lo que Francisco imagina está en plena coherencia con el misterio de la encarnación; si el Hijo de Dios se hizo hombre verdadero, se hizo niño y experimentó sentimientos infantiles hacia aquel que hizo para él las veces de padre. Es lógico que haya expresado esos sentimientos con las palabras y los gestos propios de su cultura y su época. En el episodio del hallazgo de Jesús en el Templo a los doce años –que relata el Evangelio de Lucas- se advierte el doloroso contraste entre «tu padre» y «mi Padre»; el texto dice que José y María «no entendieron» – ou synēkan - lo que el niño quiso decir (Lc. 2,50) Volveré sobre el tema.
Se llama a José «vicario y lugarteniente de Dios Padre, al cuidado de su familia, gobernante del Hijo de Dios y de la Madre de Dios», «prepósito de su casa» [6], «glorioso Padre de nuestra Vida y de nuestro Amor» [7].
Francisco ha valorado amplia y repetidamente la condición que le asigna el primer Evangelio en relación con el misterioso embarazo de María, que lo hizo cavilar –tauta de autou enthumēthentos-, Mt. 1,20- antes de la aclaración que en sus sueños recibió del Ángel; dice el texto: era justo –díkaios- Asocia esta afirmación a la frase del Salmo 91,13: «El justo florecerá como la palmera», que considera como el príncipe y rey de los árboles»; esto le permite extenderse, según es su gusto y estilo, en una comparación con un elemento de la naturaleza. Las diversas propiedades que atribuye a la palmera son reconocidas como símbolos de una muy grande variedad de justicia: la palmera tiene «la propiedad de la virginidad, la de la humildad y la de la constancia y valor, tres virtudes en las cuales el glorioso San José se ha distinguido grandemente». A continuación se basa en un dato de la Historia Natural (Libro XIII, Cap VII), de Plinio el Viejo, naturalista, geógrafo y etnógrafo latino del primer siglo de nuestra era, según el cual entre las palmeras hay macho y hembra; así Francisco distingue entre palmier masle y palme femelle (en la botánica actual se habla de una familia, las palmas, a la que pertenece la palmera). El argumento continúa así: el palmero no da fruto, y sin embargo no es infructuoso, porque la palma no daría el suyo sin la cercanía de aquel, sin ser «mirada» por él; por lo contrario, si esto ocurre brinda abundantes dátiles. La conclusión es que ella produce virginalmente, porque no es «tocada» por el palmero, es «mirada», pero no hay ninguna unión entre ambos; el palmero no contribuye de ninguna manera con su sustancia para esa producción. Sin embargo, nadie puede decir que no tenga gran participación en el fruto de la palma hembra, ya que sin él no la tendría y quedaría estéril e infructuosa. La alambicada comparación con el papel de San José en el misterio de la concepción virginal del Señor procede lógicamente según el ejemplo; «Habiendo deseado Dios desde toda la eternidad, en su divina providencia, que una Virgen concibiera un Hijo (Is. 7,14) que sería Dios y Hombre juntamente, quiso sin embargo que esta Virgen fuera casada», para que no fuera calumniada por los judíos. Entonces, San José es como un palmero; no contribuyó en nada a la santa y gloriosa producción, sino solo con la sombra del matrimonio; tuvo así gran parte en el fruto santísimo de su esposa, porque estuvo a su lado como el palmier de la palme. «Esa unión hacía que Jesús perteneciera a San José como pertenecía a Nuestra Señora», no según la naturaleza que fue formada por el Espíritu Santo de la purísima sangre de Nuestra Señora sino según la gracia que lo hacía partícipe de todos los bienes de su querida Esposa. De allí que la comunicación continua con María le alcanzó todas las virtudes en un grado que ninguna criatura puede alcanzar. En este punto el salesio emplea la imagen del espejo que recibe por reverberación la luz que el sol proyecta directamente sobre el otro; llega a decir que parecería que José tuviese todas las virtudes en tan alto grado como María [8] .
El desarrollo precedente se encuentra en la conversación 19, sobre las virtudes de San José. Según su costumbre Francisco añade a la comparación tomada de la naturaleza otra que obtiene de la historia bíblica: la robe de la justice es comparada a la túnica que vestía el antiguo José, «de mangas largas» según Gen 37, 3, y que él describe como larga hasta los talones y recamada de una bella variedad de flores, para indicar que todas las facultades y potencias del alma están cubiertas de justicia. En este contexto de la historia patriarcal, llama a San José no solamente Patriarca sino corifeo (o paraninfo) de todos los Patriarcas.
El tema del matrimonio de María y José y la imagen de la palma aparecen nuevamente enunciados en un proyecto de sermón para la fiesta del 19 de Marzo de 1614. Se trataba de velar la castidad o pudor de la Virgen escondiéndola bajo el follaje del matrimonio. Otra comparación curiosa «como un huevo de avestruz»[9]. Años más tarde Francisco replica el argumento a partir de la cita bíblica y litúrgica Justus ut palma florebit, lo hace con nuevas y bellas connotaciones. El palmero no fecunda la palma, es el sol que la fecunda, es el Espíritu Santo quien fecunda a la Santísima Virgen, a la sombra del sagrado matrimonio, totalmente virginal, y esto exalta maravillosamente a San José por ser marido de una Esposa tan santa. De este hecho surge otro privilegio, porque no era padre natural de Cristo, sin embargo es más que padre putativo (es decir: se pensaba que era el padre cf. Lc. 3, 23, ōn huios, hōs enomizeto, Iōsēph); «aunque Cristo no sea hijo de José es sin embargo hijo suyo; no es su hijo sino un hijo suyo». Como la paloma que lleva un dátil y lo deposita en un huerto la palma que sale es del dueño del huerto[10].
El título «justo» tiene un carácter plenario, que incluye todas las virtudes; no obstante, algunas de ellas, por ejemplo, su sabiduría eminente, Francisco de Sales la subraya como una dote de ese carpintero que en su pobre taller trabajaba ejerciendo su oficio para sostener al hijo y a la madre que le fueron encomendados[11]. En este contexto afirma que fue más valioso que David y más sabio que Salomón. Estuvo dotado de todas las gracias y todos los dones correspondientes al cargo que recibió, de la economía doméstica de Nuestro Señor y de la conducción de su familia, compuesta de tres, que nos representan el misterio de la santísima y adorable Trinidad. Por cierto, sólo Jesús es una Persona divina y las otras son criaturas, sin embargo, podemos decir también que es una trinidad en la tierra que representa de alguna manera a la Santísima Trinidad. María, Jesús y José; José, Jesús y María; trinidad maravillosamente recomendable y digna de ser honrada[12].
En la misma conversación XIX la referencia a la humildad es ilustrada con le escena del pesebre de Belén y el abajamiento inimaginable de verse obligado a conducir a su Esposa a un estable, entre bueyes y asnos[13]. El heroísmo en las pruebas es apoyo de su ecuanimidad de juicio, de allí el consejo del obispo de Ginebra: siempre hay que juzgar a favor del prójimo, en cuanto sea posible. Mirar la acción ajena del costado más grato. Así, al ver claramente el embarazo de María como por otra parte la veía totalmente santa y pura, no podía creer que hubiera hecho algo malo y al resolver abandonarla dejó el juicio a Dios porque como dice la Escritura era Justo[14]. La misma actitud de soberana moderación en aquellas circunstancias que lo movía a la perplejidad, es observada en una carta a la Madre Chantal, de 1699[15].
Entre las escenas de la vida de Jesús, en las que aparece José, Francisco se detiene con una devoción singular en el nacimiento y los primeros días. Por ejemplo, menciona las consolaciones recibidas por él y por la Virgen. Los pastores que llegaron para adorar al Niño se fueron llenos de alegría, y así quedaron la Madre y su Esposo. Unos y otros recibieron consolación, pero no igualmente, sino «cada uno según su capacidad» [16].
La escena de Jesús recién nacido inspira sentimientos de ternura al Obispo de Ginebra, quien expresa el deseo de que San José nos haga participar de la consolación, María de su amor, y el Niño expanda sus méritos en nuestro corazón y en este contexto le dedica otro título «gran gobernante del pequeño Rey». La descripción de Jesús alimentándose de María es infrecuente en la literatura devocional, pero seguramente caía bien en la Francia del siglo XVII, y nuestro autor manifiesta su estilo en términos que hoy día no nos atreveríamos a emplear por ser refinadamente un tanto cursi. Pero Francisco de Sales se muestra entero en sus expresiones. Cito: «Si yo lo veo en las rodillas de su Madre sagrada, o entre sus brazos, con su pequeña boquita como un botón de rosa pegada al lirio de esos santos pechos, oh Dios, lo encuentro más magnífico en ese trono no sólo que Salomón en el suyo de marfil, sino que lo estuvo –Hijo eterno del Padre- en el Cielo; porque si bien el Cielo tiene más que ser visible, la Santa Virgen tiene más virtudes y perfecciones invisibles, una gota de leche que fluye virginalmente de esas sagradas mamas valen más que todos los influjos de los cielos». El texto se encuentra en una carta dirigida a la Madre Chantal y debe ser entendida en ese ámbito confidencial de intimidad. Sin embargo, no se puede negar que es un detalle concretísimo del misterio de la Encarnación. El Niño –concluye- no dejará de amar a nuestro corazón tal como Usted lo tiene, sin ternura y sin sentimiento; ¿no ve Usted que recibe el alimento del buey y del asno, no tienen sentimientos y movimiento alguno? No resulta fácil traducir expresiones tan alejadas a lo que puede sugerir a un cristiano de hoy en la contemplación del pesebre[17].
En el comentario a las diversas escenas de los relatos de la infancia, gusta de imaginar lo que los textos bíblicos no refieren, ya que no era necesario a la Revelación. La referencia a la imaginación es pertinente, ya que Francisco parece estar viendo lo que describe, al fijarse en la humanidad del Salvador. Por ejemplo: el Niño en brazos de José, «llamándole mil y mil veces papá ese su lenguaje infantil y con un corazón filialmente lleno de amor» [18]. Se encuentra un paralelo de estas expresiones en la oración dedicatoria del «Tratado del amor a Dios», dirigida primeramente a María: «Oh gran San José, Esposo amadísimo de la Madre del Bienamado, cuántas veces has llevado entre tus brazos al Amor del Cielo y de la tierra, mientras que abrazado por las abrazos y los besos de ese divino Niño, tu alma se fundía de gozo cuando el pronunciaba en tus oídos…que tú eras su gran amigo y su Padre queridísimo» [19]. La intercesión de San José, a quien llama repetidamente –aquí una vez más- «este gran Santo», es sugerida para avanzar en el amor al Redentor[20]; se pueden recibir de él «caricias interiores». Entendiendo la imaginación mencionada uno puede preguntarse cómo habrá sido la relación cotidiana de María y Jesús con José, que no interesa a la revelación del misterio de Cristo y por eso no halló lugar en los evangelios, pero sí interesó a la devoción de los cristianos. Es la razón por la cual la presencia de José en los episodios de la infancia del Señor fue contemplada con penetración aguda, ingeniosa y sentimientos de veneración por San Francisco de Sales.
Según el relato lucano de la Visitación, María emprende sola el viaje de unos cuatro días desde la llanura de Galilea a las montañas de Judea. Lo razonable sería pensar, por ejemplo, que no fue sola y se unió a una caravana. El Evangelio no nombra a José en este caso. Pero según el Salesio, la Virgen, que llevaba en su seno al Verbo encarnado, pide permiso a su esposo, que «la conduce dulcemente» en esa peregrinación. «Yo quisiera saber algo de las conversaciones de esas dos grandes almas…» José no aspira más que al Salvador, quien «por razones secretas le toca el corazón con mil extraordinarios sentimientos» [21].
Según Mt. 1, 21, correspondía a José poner al Hijo virginal de María el nombre de Jesús, «porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados»; y así se hizo: «sin que hubieran hecho vida en común, ella dio a luz un hijo, y él le puso el nombre de Jesús» (Mt. 1,25). Eso ocurrió el día de la circuncisión (Lc. 2,21). A propósito de este episodio, el obispo de Ginebra comenta: «Nuestro pequeño Jesús estaba lleno del bálsamo de la salvación, pero no se lo conocía hasta que con un cuchillo dulcemente cruel abrieron su divina carne; entonces se supo que él es totalmente bálsamo y aceite derramado (Cant. 1,2) y que es el bálsamo de la salvación. Por eso San José y Nuestra Señora, y luego toda la vecindad comienza a clamar: JESÚS, que quiere decir Salvador» [22].
El episodio de la Presentación de Jesús en el templo (Lc. 2, 22-24) merece una observación interesante a nuestro autor. El texto dice «llevaron (anégagon), sobreentendiendo que fueron los padres (cfr. ib. 28: goneîs). Francisco opina que uno u otro puso al Niño en brazos del anciano Simeón, pero «que haya sido San José», ya que al padre correspondía, era más probable «como si tuviera en ello una parte mayor que la madre misma». O bien fue María «por intermedio de San José». Sigue una aplicación espiritual: la verdadera oración consiste en tener al Señor en nuestros brazos, supuestas cuatro condiciones –las que reunía Simeón-: ser justo, reverenciar a Dios y las cosas que atañen a su servicio, esperar la redención y tener consigo al Espíritu Santo. Nuestro autor se demora largamente en explicar esas virtudes[23].
La huida a Egipto da ocasión a varias intervenciones para el comentario y la aplicación moral. La primera (julio 1616) es una paráfrasis del Salmo 124. La ocasión fue el propósito de tranquilizar a los habitantes de Annecy, espantados ante la noticia de que los enemigos del Estado iban a entrar en Borgoña; la predicación comenzaba por el Salmo Qui confidunt in Domino, y procuraba que todos los miembros del pueblo se confiaran a la Providencia de Dios. Evoca, entonces los sufrimientos de los inocentísimos María y José ante la persecución de Herodes[24].
Dos años más tarde, en un sermón para la vigilia de Epifanía y con ocasión de una ceremonia de vestición de religiosas, presenta a Jesús como modelo de vida, en su infancia, por su pobreza, su renuncia a todos los placeres sensuales y la abnegación de sí mismo. El argumento se detiene en la sumisión del Niño a José y María. Jesús pudo, en su divinidad, advertir a San José acerca de los designios de Herodes, pero dejó que fuera el Ángel Gabriel quien le revelara la necesidad de huir. Jesús está sujeto a quienes son sus Superiores[25].
En otra oportunidad Francisco subraya la prontitud, la obediencia inmediata del Esposo de María, que no buscó excusa alguna para justificar una demora; con paz y agilidad de espíritu, a pesar del dolor, partió de inmediato hacia Egipto. La aplicación moral surge espontáneamente para que nos reprochemos nuestra pereza, nuestro temor a salir de la comodidad, lo que hace que Dios tenga que llamar varias veces a la puerta de nuestras pasiones, inclinaciones o afectos no mortificados, aunque la razón nos dicte lo que hay que hacer o dejar para agradar a Dios [26]. Se incluye aqugetas, tiene relevanciaan los exa inmensa obra de Francisco de Sales un comentario a la escena del hallazgo del Niño, a los doceí una referencia a San Agustín y a su demora en convertirse. Recordemos aquella célebre exclamación: «Tarde te amé, Belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé». Se nos invita entonces a «embarcarnos en el mar de la divina Providencia, sin pan, sin remos, sin velas, y en fin sin ninguna clase de provisiones; y así dejar todo el cuidado de nosotros mismos y el resultado de nuestros asuntos a Nuestro Señor, sin vueltas ni réplicas ni temor alguno de lo que nos podría ocurrir [27]. «El Ángel del Señor que habla a San José no es como nuestro «Ángel de la guarda» sino «el Ángel destinado a la conducción de la casa y familia de Nuestro Señor, y más especialmente dedicado a su servicio y el de la Santísima Virgen».
Me ha sorprendido no hallar en la inmensa obra de Francisco de Sales un comentario a la escena del hallazgo del Niño, a los doce años, en el templo de Jerusalén. El texto, como señalan los exégetas, tiene relevancia cristológica, pero además, el diálogo pone frente a frente al padre terreno y al Padre celestial: «tu padre y yo» – ho patēr sou kago -, «los asuntos de mi Padre» –en toîs toû patrós mou- Habla la Madre; José permanece en silencio. Podíamos esperar que el obispo de Ginebra señalara ese contraste. ¿Qué había experimentado aquel que era la sombra del eterno Padre? El texto evangélico apunta que «ellos no entendieron» – ou synēkan - la respuesta. He computado más de diez citas de la escena, unos u otros versículos con aplicaciones alambicadas. Por ejemplo: la búsqueda del Niño, «el único objeto de su complacencia», equivale a la búsqueda del rostro de Dios por los magos o por la Magdalena al descubrir el sepulcro vacío [28]; la respuesta de Jesús nos enseña que importa poco dónde estemos, con tal que vivamos al servicio del Padre celestial [29]; las mismas palabras de María «tu padre y yo te buscábamos afligidos» se interpretan como expresión de la máxima pobreza, la propia de la vida de los religiosos y en ese contexto el gran Doctor de la Iglesia ¡presenta a San José como el superior, a María como la profesa y al Niño como al Novicio! [30].
Una preciosa interpretación actual se encuentra en el epílogo (Jesús en el templo a los doce años) de la obra de Joseph Ratzinger «La infancia de Jesús», que vino a completar el monumental «Jesús de Nazaret». La actitud de San francisco de Sales ante el Niño Jesús es de una veneración delicada, llena de amor y adoración; en su humildad, ecuanimidad de espíritu y amabilidad se descubren los rasgos de la infancia espiritual, aquella dote evangélica que parece recibida del mismo San José. Vale para su caso, lo comprende, la reflexión de Ratzinger – Benedicto XVI: «Sorprende el hecho que Jesús mismo atribuya una posición de primer plano a la infancia para el ser hombre: «Les aseguro: si no se convierten y se vuelven como los niños no entrarán en el reino de los cielos» (Mt. 18,3). Para Jesús, por tanto, ser niño no representa un estadio transitorio del vivir humano, una fase que derivaría del destino biológico y se concluiría sin dejar rastros: en el ser niño se realiza lo que es específico del ser del hombre, a tal punto de considerar perdido a quien ha perdido lo esencial del ser niño. Podremos, de aquí, poniéndonos humanamente en sus paños, imaginar la alegría que Jesús debe haber experimentado al recordar los días de su infancia, si para él ser niño quedó como una condición tan preciosa para ser considerada como la expresión más pura del ser hombre» [31]. Probablemente es este el secreto del humanismo sereno, afectuoso, hondamente gozoso de Francisco de Sales.
La muerte de San José
En el Tratado del Amor de Dios se afirma, excluyendo toda duda, que San José murió antes de la Pasión del Señor, ya que este confió su Madre al discípulo amado, no se puede imaginar entonces que Jesús no lo asistiera en la hora de su tránsito. El razonamiento procede con toda lógica, según lo que se ha expresado acerca de la relación de José con el Niño; así como el padre nutricio lo había llevado en sus brazos tantas veces, correspondía recíprocamente que Jesús lo transportara en los suyos al seno de Abraham para después conducirlo a la gloria el día de la Ascensión. José habría dicho al Padre celestial: «he cumplido la obra que me has encargado» (cfr. Jn. 17, 4), y a Jesús: «Hijo mío, así como tu Padre celestial puso tu cuerpo entre mis manos el día de tu venida al mundo, así en este día de mi partida de este mundo yo pongo mi espíritu entre las tuyas (cf. Sal. 30, 6; Lc. 23, 46). La muerte de José, como la de María, fue una muerte de amor[32]. De acuerdo con esta explicación, se entiende que San José haya sido venerado como «Patrono de la buena muerte».
En una de las conversaciones espirituales aparece un dato insólito: se afirma que sin duda San José está en el cielo en cuerpo y alma, recibió esta gracia «por intermedio de Nuestra Señora. Es de fe que nosotros en virtud del santísimo sacramento que recibimos, resucitaremos el día del juicio. Según Francisco de Sales no se puede dudar que Jesús llevó cuanto antes a quien tuvo el honor de llevarlo a menudo en sus brazos. El argumento lo dramatiza en estos términos: al descender Jesús al Limbo José le planteó: «Señor, acuérdate, si te place, que cuando viniste del cielo a la tierra yo te recibí en mi casa, en mi familia, y desde que naciste te recibí en mis brazos. Ahora que debes ir al cielo, condúceme contigo: yo te recibí en mi familia, recíbeme ahora en la tuya ya que vas allá. Te he llevado en mis brazos, tómame ahora en los tuyos, y como yo tuve el cuidado de alimentarte y conducirte durante el curso de la vida mortal, cuídate de mí y condúceme a la vida inmortal»[33]. En el mismo texto se dice que José recibió un gran crecimiento en todas las virtudes en forma de «reverberación» que hacían en él las de la santísima Virgen. Antes indicó que la gracia de su Asunción corporal le fue otorgada «por intermedio» de María, pero no se identifican las expresiones de entremise y reverberation. Aunque en este terreno más devocional que teológico no es posible aspirar a una exactitud.
No he encontrado en la vasta obra de Francisco de Sales ninguna indicación acerca de la edad de José. Se piensa que murió antes de la Pasión de Jesús ya que María quedó al cuidado del discípulo que estaba con ella junto a la cruz; de allí la opinión, cristalizada en la iconografía occidental que hace de él un hombre mayor, un viejo. Quizás se ha apelado a esta solución para reforzar la realidad del matrimonio virginal, José sería así el custodio de la virginidad de su esposa. Me parece más razonable pensar que al casarse con María era un muchacho como ella como correspondía a la cultura contemporánea de Israel. En mi opinión, es también más bello. Habría muerto aún joven, entonces ¿qué puede objetarse contra la solución? Valga lo dicho, en todo caso, como una cavilación devocional.
Sobre las letanías
En la «Introducción a la vida devota» se ofrecen indicaciones varias acerca del modo de orar. Se recomienda el Rosario, las letanías de Nuestro Señor, de nuestra Señora y los Santos, todas las otras plegarias vocales aprobadas con la salvedad de que si uno recibe el don de la oración interior o mental le otorgue prioridad y se contente, simplemente, con recitar antes o después de la meditación, el Padrenuestro, el Avemaría y el Credo. Si se siente el corazón atraído a orar interiormente mientras se estaba recitando las oraciones vocales que uno se había propuesto, hay que dejar «dulcemente que el espíritu se deslice de ese lado, sin preocuparse por no haber concluido» de rezar vocalmente. En ese contexto se recuerda que «un solo padrenuestro dicho con sentimiento vale más que varios recitados rápidamente» [34].
El texto de las letanías de San José, «glorioso Padre de nuestra Vida y de nuestro Amor», revisto y corregido hasta en la ortografía por Francisco, fue enviado por él a la Madre de Chantal, y prescribió a las monjas reemplazar en algunos tiempos y fiestas las letanías Lauretanas, que ellas recitaban diariamente después del oficio de Completas, por las del santo Nombre de Jesús, de la Pasión o de San José. Sugería a la cofundadora de la Visitación que si no podía contarlas, las «rumiara entre dientes; es decir, que estando cerrada su boca, su corazón estará abierto a la meditación de las grandezas de este Esposo de la Reina de todo el mundo, llamado Padre de Jesús, y su primer adorador después de su divina Esposa» [35].
No he tenido acceso al texto original al que se refería el gran Doctor de la Iglesia; el que se ha difundido y llegado a nosotros fue indulgenciado por San Pío X en 1909. En éste se invocan títulos como Ilustre descendiente de David, Luz de los Patriarcas, Esposo de la Madre de Dios, Casto Custodio de la Virgen, Nutricio del Hijo de Dios, Diligente defensor de Cristo, Jefe de la Sagrada Familia, Modelo de los obreros, Gloria de la vida doméstica, Custodio de las vírgenes, Sostén de las familias, Consuelo de los afligidos, Esperanza de los enfermos, Patrono de los moribundos, Terror de los demonios, Protector de la Santa Iglesia. Se apela también a las virtudes que José poseyó en grado superlativo: justicia, castidad, prudencia, fortaleza, obediencia, fidelidad, paciencia, amor a la pobreza.
Francisco de Sales fue antecedente y fuente del crecimiento y difusión popular de la devoción a San José en los siglos XVIII y XIX.
+ Héctor Aguer
Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
Académico de Número de la Academia de Ciencias y Artes de San Isidro.
Académico Honorario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino (Roma).
Buenos Aires, Domingo 16 de mayo de 2021.
Solemnidad de la Ascensión del Señor.
[1] La edición auténtica apareció en 1629, con el siguiente título: Les Vrays Entretiens spirituels du Bien-Heureux François de Sales, Evecque et Prince de Geneve, Instituteur; et Fondateur de L’ Ordre des Religieuses de la Visitation St. Marie A Lyon, par Vincent de Coeurssilly, Marchand Libraire, en ruë Tupin, á l´ enseigne de la Fleur de Lys. M.DC.XXIX. Avec Privilege du Roy.
[2] Tría nomina dantur Sancto Joseph in evangelio; nam vocatur, Vir Mariae, Pater Christi a Beata Virgine: Pater tuus et ego dolentes quaerebamus te (Cfr. Mt. 1,12.19; Lc 2, 49), el Vir Justus. Secundus oritur a primo, et tertium a primo et secundo nomine”.
Sermons, Volume II, XCVI Plan d´un sermón puor la Fête de Saint Joseph, 19 Mars 1614. Oeuvres, Tome VIII, 131.
[3] En el mismo Sermón de la nota anterior. “Porque hablamos de la más amable, la más amada y la más amante Esposa, podemos decir de José que es le plus aymable, le plus aymé et le plus ayment Espoux”. Ib. 130.
[4] “Grand Pere saint Joseph, grand Amy du Bienaymé, grand Espoux de la Bienaymee, du Pere celeste”. Lettre DXIX a Monsiegneur Jen-Pierre Camus, Évêque nommé de Belley (Annecy, 1609). Lettres – Vol V. Oeuvres, Tome XIV, 140.
[5] “Je ne treuve rien de plus doux a mon imagination que de voir ce celeste petit Jesus entre les bras de ce gran Saint, l´appellant mille et mille fois: Papa, en son langage infantin et d´un coeur filialement tout amoureux”. Ib.
[6] “Vicarius et locumtenens Dei Patris, eius familiam curans ac Filium Dei Matremque Dei regens”,”praepositum huic domui” Plan d´un sermón pour la Fête de Saint Joseph, 19 Mars 1612. Oeuvres, Tome VIII, 86.
[7] “Glorieux Pere de nostre Vie et de nostre Amour”. Lettre CMLXIII, á la Mére de Chantal (Annecy, 19 mars 1614). Lettres, Volume VI – Oeuvres, Tome XVI, 168.
[8] “La juste est fait semblable á la palme … la prince et le roy des arbres … a la proprieté de la virginité, celle de l´humilité et celle de la constance et vaillance, trois vertus esquelles le glorieux sain Joseph a grandement excallé”
“Entre les palmes, se trouve le masle et la femelle. Le palmier, qui est le masle, ne porte point de fruict, et si neantmoins il n´est pas infructueux, car la palme femelle ne porterait point de fruict sans luy et sans son aspect; de sorte que si la palme femelle n´est plantée aupres du palmier masle, et qui elle ne soit pas regardée de luy, elle demeure infructueuse et ne porte pas de dattes, quie est son fruict; et si, au contraire, elle est regardée du palmier et est á son aspect, elle porte quantité de fruicts. Elle produit, mais pourtant elle produit virginament, car elle n ´est nullement touchée du palmier: et si bien elle en est regardée, il ne se fait nulle union enter eux deux, si qu´elle produit son son fruict á l´ombreet á l ´aspect du palmier, mais c ´est tout purement et virginalement. La palmier ne contribue nullement de sa substance pour ceste production…non que saint Joseph eust contribué aucune chose pour ceste saint et glorieux production, sinon la seule ombre du mariage”. Dix-Neufviesme Entretien. Sur les vertus de Saint Joseph. Oeuvres, Tome VI, 353 ss.
[9] “Ut matrimonium honoraret, et Virginis pudicitiae sive pudori matrimonii absconderet vera alioqui uxor conjugata. Ut palma foemina sub palmae umbra; ut ovum struthionis”. Sermons – Volume II
[10] “Non, le palmier ne feconde pas la palme, c ´est le soleil qui la feconde, mais la nature a volu observer cette ceremonie, peut estre seulement pour nous acheminer par cette similitude a ce que nous disons maintenent. C´est le Saint Esprit qui feconde la tressainte Vierge… mais le Saint Esprit a volou observer cette ceremonie, que la tressainte Vierge ne concent pas qu´a l ´aspec et a l´ombre du sacré mariage, mariage totalmente virginal … es c ´est ce qui exalte merveilleusement saint Joseph, d´estre le vray mari d ´une si sainte Espouse… Ex hoc autem matrimonium consurgit aliud privilegium Sancti Joseph , quia etsi pater naturalis Christi Domini non sit, est tame plus quam pater putative, plus quam socer, et Christus licet non sit filius Joseph est tamen filius suus; il n´est pas son filz, mais un filz sien. Ut columba ferens dactilum et relinquens eum in horto, palma quae orietur est possessoris horti. Ergo, ut palme florebit: floret palmier in palma, id est, fructificat”.
Sermon pour la Fête de Saint Joseph, 19 de Mars 1621. Sermons – Volume II. CLIV Oeuvres, Tome VIII, 400 s
[11] “Mais quelle sagesse n ´avoit-il pas, puisque Dieu luy donnoit en charge son Fils tres-glorieuxet qu´il estoit choisi pour estre son gouverneur?” Les Vrays Entretiens Spirituels, XIX Des vertus de Saint Joseph. Oeuvres, Tome VI, 360.
[12] “Il n´y a donc nul doute que Saint Joseph n´ayt esté doüé de toutes les graces et de tous les dons que meritoit la charge que le Pere eternel luy voloit donner, de l´oeconomie temporelle et domestique de Nostre Seigneuret de la conduita de sa famille, qui n´estoit composé que de trois, quis nous representent le mystere de la tres-sainte et tres adorable Trinité … nous pouvons dire ainsi, qui c´est une Trinité en terre qui represente en quelque façon la tres-sainteTrinité”. Les Vrays Entretiens Spirituels, XIX. Des vertus de Saint Joseph. Oeuvres, Tome VI, 360 s.
[13] “…combiné il estoit rabaissé, et hunilié plus qu´il ne se peut dire ni imaginer … il s´en va en son païs et en sa ville de Bethlehem, et nul n´est rejetté de tous le logis que luy, au moins que l´on sçache; si qu´il fut contraint de se retiver et conduire sa chaste Espouse dans un estable, parmi les boeufs et les asnes. O en quelle extremité estoit reduite son abjection et son humilité!” (ib. 361).
[14] “…quoy que l´argument fut violent parce luy faire concevoir mauvaise opinion de cette Vierge, si ne voulut-il jamais l´en juger. Mais puorquoi? parce, dit l´Esprit de Dieu, qu´il estoit juste”. Introduction a la vie devote. Troisiesme Partie. Chapitre XXVIII. Ouvres, Tome III, 236.
[15] “L´autre jour, nommant saint Joseph a la Messe, je ne resouviens de cette souveraine moderationdont il usa, voyant son incomparable Espouse toute enceinte, laquelle il avoit creu estre tonte vierge; et je luy recommanday l´esprit et la langue de ces bon messieurs, affin qu´il leur impetrast un peu de cette donceux et debonnaireté. Et tost apres, il me vint en l´esprit que Notre Dame, en cette perplexité, ne dit mot, ne s´excusa point, ne se troubla point, et la providence de Diue la delivra…” Lettre MDLXXVIII, a la Mère Chantal, 13 décembre 1619. Lettres, Volume IX. Ouvres, Tome XIX, 72.
[16] “Mais saint Joseph et la tres glorieuse Vierge recurrent des consolations indiciblement plus grandes, parce qu´il luy assistent et demeurerent arrestés á sa presence pour le servir selon leur pouvoir. Ceux qui s´en allerent et ceux qui demeurerent furont tous sonsolés, mais non pas egalment, ains un chacun selon sa capacité”. Sermon pour la Veille de Moel, 24 décembre 1613. Sermons – Volume III. Ouvres – Tome IX, 12.
[17] “Si je le voy sur les genres de sa sacree Mere, ou entre ses bras, ayant se petite bouchette, comme un bouton de rose attaché au lis des saintes mammeles, o Dieu, je le trouve plus magnifique ence trosme, non seulement que Salomon dans le sien d´ ivoyre, mais que jamais mesme ce Fils eternel du Pere ne fut au Ciel; car si bien le Ciel a plus d´estre visible, la Saint Vierge a plus de vertus et perfections invisibles, et une goutedu lait qui flue virginalemente cos sacrés sucherons, vaut mieux que toutes les influences des cieux”. Lettre CMXL, à la Mére de Chantal. Annecey, 25 de Decembre 1613 Oeuvres, Lettres Vol. VI – Tome XVI, 120, 121.
[18] “Je ne trouve bien de plus doux a mon imagination que de voir ce celeste petit Jesus entre les bras de ce gran Saint, l´appellant mille et mille fois Papa, en son langage infantin et d´un couer filialement tout amoureux”. Lettre DXIX, à Monseigneur Jean-Pierre Camus, Évêque domé de Belley – Lettres, Vol. IV – Oeuvres, Tome XIV, 140.
[19] “O grand saint Joseph, Espouse tres aumé de la Mere du Bienaymé, hé, combien de fois aves vous porté l´Amourdu Ciel et de la terre entre vos bras, tandis que, embrasé des doux embressemen et baysens de ce divin Enfant, vostre ame fondait d´ayse lhors qu´il prononcoit tendrement a vos oreilles … que vous esties son grand ami et son cher Pere bienaymé!” Traté de l´Amour de Dieu, vol. 1 – Ouvres, Tome IV, 1-2.
[20] “Je supplie ce grand Saint, qui a si souvent dorloté nostre Sauveur et qui l´a si souvent bercé, qu´il vous face les caresses interieures qui sont requises a l´avancement de vostre amour envers ce Redempteur…” Lettre DCLXXI – A Mme. de Chantal (17 mars 1611). Lettres, Vil V – Oeuvres, Tome XV, 33.
[21] “…vous verres la pauvre petite jeune Dame, encinte du Fils de Dieu qui vient doucement accuper l´esprit de son cher saint mari pour avoir le congé de faire la sainte visite de sa vielle cousine Elizabeth … Les Anges se disposent a l´accompagner, et saint Joseph a la conduire cordialement. Je voudrais bien savoir quelque chose des entretiens de ces deux grandes amis … la Vierge ne sent que ce de quoy ell´est pleyne et qu´elle ne respire que le Sauveur; saint Joseph reciproquement, n´aspire qu´au Sauveux qui, par des rayons secrets, luy touche le coeur de mille extraordinaires sentiments… O Dieu, quel beau pelegrinage!” Lettres, Vol. IV. Oeuvres, Tome XIV, 324.
[22] “…nostre cher petit Jesus estoit tout plein du bausme de salut, mays on ne le connosoit pas, jusques a tant qu´avec ce couteau doucement cruel on a ouvert sa divine chair (Lc 2, 21), et que c´est le bausme du salut. C´est pourquoi Saint Joseph et Nostre Dame, puis tout le voysinage commence a crier: JESUS, qui veut dire Sauveur (Mt. 1, 21)” Lettre DCCXXXIX – a la Mere Chantal. Annency, 1er janvier 1612. Lettres, Vol V. Oeuvres, Tome XV, 144. Notar que la carta está fechada 1º de enero, día en que se celebraba la Circuncisión del Señor, dentro de la Octava de Navidad.
[23] “Notre cher petit frere c´est ce beni Poupon que notre Dame vient aujourd´huy apporterau temple et qu´elle remet elle mesme ou par l´entremise de saint Joseph au bon vieillard Simeon. Il est plus probable que ce fut saint de saint Joseph que non pas la sacré Vierge, pour deux raysons, dont l´une est que les peres venoyent offrir leurs enfants, comme y ayans plus de part que la mere mesme; l´autre, que les femmes n´estant pas encorepurifiées n´osoyent pas approcherde l´autel oú se faisoyent les offrandes. Mais quoy qu´il en soit, il n´importe pas beaucoupe; il suffit que saint Simeon recent ce tres beni Poupon entre ses bras, ou des mains de Nostre Dame ou de son cher Epoux Notre Seigneur et Maistre, car l´ayant entre nos bras nous n´avons plus á desirer…” Sermon XXVIII, Pour la fête de la Purification. Sermons, Vol. III, Oeuvres, Tome IX, 261.
[24] “Videte Sanctissimun Joseph et Beatissimam Virginem, lilia puritatis, innocentiae specula; quomodo ab Herida torquentur, in profectione Aegiptiaca laborant, etc. Videte Justum justorum, choristum Dominum”. Sermon CX – Sermons, Vol II. Oeuvres, Tome VIII, 182.
[25] “Saint Joseph et Nostre Dame sont ses Superieures, ils le menent, ils le portent d´un lieu a un autre, et il lair laisse faire sans jamais dire un seul mot…” Il faut fuir devant Herode, il n´en dit mot, mais attend que l´Ange l´ordonne. Herode estant mort, il faut qu´il s´en retourne d´Egypte; il aurous peu dire à sa Mere ou à saint Joseph qui l´ ayonoient si tendrement: ma chere Mere, ou mon Pere, retournons nous-en quand il vous plaira, car Herode que vous craignez est mort; mais non, il attend que l´Ange le revele à saint Joseph”. Sermon de vêture pour la veille de l´Epiphanie, 5 janvier 1618. Sermons, Vol. III. Oeuvres, Tome IX, 140, 1425.
[26] “Le peuvre saint Joseph n´eust-il pas peu dire: Vous me dites que j´aille, ne sera-il pas assez à temps de partir demain au matin? oú voulez-vous que j´aille de nuict? Mon equipage n´est pas dressé; comment voulez-vousque je porte l´Enfant? ouray-je les bras assez forts pour le porter continuellement en un si long voyage? Quoy? entendez-vous que la Mere le porte a son tour? helas! ne voyez-vous pas bien que c´est un jeune fille, qui est encore si tendre? Je n- ay mi cheval, ni argent pour faire le voyage. Et ne scarvez-vous pas que les Egyptiens sont ennemis des Israëlites? qui nous recivra?” Troisiesme Entretien. Sur la fuite de Nostre Seigneur en Egypte oú il est tramité de la fermeté que nous devons avoir parmi les accidents du monde. Les Vrays Entretiens Spirituels. Oeuvres, Tome VI, 39.
[27] Nous devons embarquer sur la mer de la divine Providence, sons biscuit, sans rames, sans avirons, sons voiles; et ainsi laisser tout le soin de nous-mesmes et du succés de nos affaires a Nostre Seigneur, sans retours ni repliques, ni craintes quelconques de que nous pourroit arriver”. Ib., 47
[28] “Ils vont tous-jours en douleur cherchant l´unique objet de leur complaysance”. Traitté de l´Amour de Dieu, Livre V Chap. VII. Oeuvres, Tome IV, 280.
[29] “… il importe peu ou que nous soyons, pourveu que nous vivions au service du Pere celeste”. Lettre MCI a Madame de Granieu. Lettres, Vol. VIII. Oeuvres, Tome XVIII, 340.
[30] “Porro. ex tribus membris religionis constabat: superiore, Joseph; professa, Maria; et Christus novitio”. Plan d´un sermon pour la Veille de Noel, 24 décembre 1614, Pro Congregatione Oblatorum Visitationis. Sermons. Vol. II. Oeuvres, Tome VIII, 160.
[31] Benedetto XVI – Joseph Ratzinger: “Vedere l ´amore. Il mio messagio per il futuro della Chiesa”. Edizione italiana a cura de chicca Galli. Milano, Rizzoli, 2017, pág. 60
[32] “Quand le Sauver estoit encar petit enfant, le grand Joseph son Pere nourricier, et la tres glorieuse Vierge sa Mere, l´avoyent porté maintefois, et specialement au passage qu´ilz firent de Judee en Egypte et d´Egypte en Judee: hé, ui doutera donq que ce saint Pere, parvenu a la fin de ses jours, n´ayt reciproquement esté portépar se divin Nourrison au passage de ce monde en l´autre, dans le sein d´Abraham, pour de la le transporter dans le sien, a la Loire, le jour de son Ascension? Un Saint qui avoit tant aymé en sa vie ne pourroit mourir que d´amour; car son ame ne pouvant a souhait aymer son cher Jesus entre les distractions de cette vie, et ayent achevé le service qui estoit requis au bas agua d’ iceluy, que restoit-il sinon qu´il dit au Pere eternel: O Pere, j´ay accompli l´oeuvre que vous m´avies donnu en charche (Jn. XVII, 4); et puis au Filz: O mon Enfant, comme votre Pere celeste remit votre cors entre mes mainsau jour de vostre venue en ce monde, ainsay en ce jour de mon despart de ce monde je remets mon esprit entre les vostres (Ps. XXX, 6; Lc XXIII, 46). Traitté de l´Amour de Dieu, Vol. II Chap. XIII. Oeuvres, Tome V, 50
[33] “Sans doute que Nostre Seigneur descendant au Limbe, fut arraisonné par saint Joseph en ceste sorte: Mon Seigneur, ressouvenez-vous, s´il vous plait, que quand vous vinstes du Ciel en terre je vous receus en ma maison, en ma famille, et que dés que vous fustes né je vous recens entre mes bras. Maintenant que vous devez aller au Ciel, conduisez-moy avec vous: je vous receus en ma famille, recevez-moy maintenent prenez-moy sur le vostres; et comme j´ayeu soin de vous nourrir et conduire en la vie inmortelle… Saint Joseph donc est au Ciel en corps et en âme, c´est sans doute”. Dix-Neufriesme Entretien. Sur les vertus de Saint Joseph. Les Vrays Entertiens Spirituels, Oeuvres, Tome VI, 369, s.
[34] “… si vous avez le don de l´orayson mentale, vous luy gardies tous-jours la principale place … vous contentant de dire simplement, devant ou apres la meditation, l´Orayson Dominicale, la salutation Angelique et le Symbole des Apôtres … si faisant l´orayson vocale, vous sentés votre coeur tiré et conviéa l´orayson interieure o mentale, ne refuses point d´y aller, mais laissés tout doucement couler vostre esprit de ce coté la, ne vous soucies point de n´avoir pas achevés les oraysons vocales que vous esties proposees; car la mentale que vous aures faitte en leur place est plus aggreable a Dieu et plus utile a vostre ame”. Introduction a la Vie Devote, Seconde Partie, Chapitre II. Oeuvres, Tome III, 72.
[35] Voyla les Litanies du glorieux Pere de nostre Vie et de nostre Amour. Je croyois de vous les envoyer escrititos de ma main; mais, comme vous sçavés, je ne suis pas a moy. J´ay neanmois le loysir de les revoir, de les corriger et d´y mettre les accens, affin que nostre fille de Chastel ayt plus de facilité a les chanter sans y faire des fautes” (…) “Mais vous, ma Fille, qui ne pourrés pas chanter les louanges de ce Saint de nostre coeur, vous les ruminerés, comme l´ Espouse (referencia a Cant. 7,9), entre vos dents; c´est a dire, que vostre bouche estant close, vostre coeur sera ouvert a la meditation des grandeurs de cet Espoux de la Reyne de tout le monde, nommé Pere de Jesus, et son premier adorateur apres sa divine espouese”. Lettre CMLXIII, A la Mere de Chantal, Annecy, 19 mars 1614. Lettres, Vol. VI, Oeuvres, Tome XVI, 168 s.
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