Luis Segura es escritor, profesor de secundaria y bachillerato, historiador y crítico literario. Licenciado en Humanidades, máster en Humanidades Digitales y graduado en Ciencias Religiosas. Apasionado lector y bibliófilo, su amor por los libros le llevó a crear, en 2010, La cueva de los libros, espacio de crítica literaria leído en los cinco continentes. Su último libro, El más raro y milagroso crucifijo, es un estudio histórico-artístico sobre una magnífica y desconocida talla del renacimiento español, custodiada en un tranquilo pueblo de la provincia de Albacete.
Católico convencido y profesor de religión, analiza los textos clásicos con una profunda cosmovisión católica. Analiza en esta entrevista las deficiencias de la enseñanza religiosa en España.
¿Por qué decidió ser profesor de Religión?
Debido a mi formación, de repente surgió esa posibilidad. Y cuando apareció el centro adecuado, no me lo pensé dos veces. Además, debido a mi fe, me siento realmente útil contribuyendo a que los jóvenes puedan conocer quién es Jesucristo y cuáles fueron su mensaje, su misión y el mundo en el que vivió. No puede olvidarse, asimismo, que Jesús de Nazaret es el personaje más importante de la historia, y su dimensión o trascendencia, en términos culturales y no exclusivamente religiosos, es inconmensurable.
Siempre se ha considerado la Religión una asignatura menor, aunque usted está convencido de que es la más importante. ¿Por qué?
Así lo creo y así lo he defendido siempre. La asignatura de Religión Católica es la más importante de todas; y la segunda disciplina, la Historia. Para ambas materias serviría la justificación de Cicerón, pues son maestras de vida. Por eso desde los poderes mundanos se las ataca, menosprecia e incluso desvirtúa. Y en este punto permíteme que me desahogue o exponga de modo más amplio la polémica que las envuelve.
A los profesores de Historia y Religión se nos acusa con frecuencia de inculcar determinadas ideas o creencias, que es lo que la RAE define como adoctrinar. Obviamente, los profesores de Matemáticas o de Educación Plástica y Visual no son acusados de adoctrinar, cuando todos los docentes enseñan precisamente para instruir a alguien. Pero el problema de fondo es que la Religión ofrece respuestas a los grandes interrogantes de la existencia y revela de modo integral la condición del hombre, o si se quiere una visión determinada del hombre y de la existencia, mientras que la Historia desentraña el sentido de los acontecimientos humanos vistos en sociedad. La pregunta que hay que hacerse, en serio, es la siguiente: ¿les interesa a los Gobiernos unos súbditos despiertos y unas hornadas de jóvenes realmente cultas? Mira, Javier, en el medio está la virtud, pero la verdad es radical. Dos y dos son cuatro, el agua se compone de dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno, y Dios es uno y trino. Presentar la realidad de los hechos no es inculcar ideas. Se puede enseñar sin adoctrinar. En cambio, sí es una impostura omitir hechos incómodos. Y esto se hace a menudo, en Historia y en Religión, ora por cobardía, ora por comodidad.
Por otro lado, ¿no se inculca una determinada visión de la realidad y unos valores concretos en las asignaturas que se ofrecen como alternativa a la asignatura de Religión? ¿Acaso son valores neutros? ¿Quién determina esa neutralidad?
En tercer lugar, se escucha con frecuencia que la Religión se tiene que enseñar en casa y no en los centros de enseñanza. Y yo me pregunto: ¿por qué? ¿De qué secta ha salido ese dogma? ¿Quién dice eso y con qué autoridad? ¿Y por qué no enseñar en casa Música o Biología y Geología? ¿Por qué la gente no hace deporte por las tardes en vez de en horario escolar? A mí, por ejemplo, me parece una barbaridad que se obligue a los jóvenes españoles a cursar una lengua extranjera. No olvidemos que la asignatura de Religión se ofrece obligatoriamente pero es opcional cursarla. Como me parece una barbaridad la colonización anglosajona que está sufriendo la patria de Cervantes. ¡Qué requisito más absurdo el de acreditar cierto nivel de inglés para acceder en España a una titulación universitaria! En definitiva, me parece muy bien que quien quiera estudie inglés, francés, italiano, alemán o cualquiera de los idiomas que hablan en China, incluso en horario escolar, pero no me parece bien que se impongan. Creo, en suma, que la obsesión por parte de algunos con la asignatura de Religión tiene que ver con el bien que hace, y con la formación trascendente y moral que proporciona.
Por último, déjame decirte que la enseñanza religiosa escolar es un derecho de los propios interesados (niños y jóvenes) y de sus padres. Un derecho garantizado, por cierto, por la Constitución Española, que si no me equivoco sigue vigente, por los acuerdos y pactos internacionales, y por las propias leyes educativas; aunque esto puede cambiar de la noche a la mañana, como de hecho cambian de criterio los hombres en un mundo que hoy por hoy se funda en consensos inestables.
Hoy para ser un buen profesor de Religión, lo primero que hay que hacer es no seguir los libros de texto, que dan una visión distorsionada de la fe. ¿Hasta qué punto es grave?
Yo uso mis propios materiales, rebuscando de aquí y de allá. Los de la Editorial Casals, por ejemplo, son bastante aceptables. En cuanto a la gravedad de disfrazar o incluso tergiversar la materia, pues es algo gravísimo, claro, sobre todo en materia religiosa. Imagina que un profesor de Religión oculta a sus alumnos la dimensión trascendente del ser humano, no trata del más allá y, además, presenta a Jesús como un simple reformador religioso tolerante con todos, todas y todes, y que no explica por qué muere en la cruz y qué significa la redención que obtiene con su sangre. Imagina un profesor que no presenta los fundamentos de la fe cristiana, los indicios que poseemos de la resurrección de Jesús, y la huella e impacto del cristianismo en la cultura de los pueblos y por tanto en la historia. Imagina a un profesor de Religión que no refiere que en la enseñanza cristiana existe algo llamado infierno y algo llamado pecado. Imagina a un profesor de Religión que afirma que da igual la religión que profeses, pues al morir todos vamos a un lugar mejor que éste…
¿Tiene usted problemas en su centro de trabajo por impartir la asignatura de Religión?
No. Hasta la fecha, y gracias a Dios, el trato con mis compañeros es cordial y en algunos casos incluso exquisito. Como es natural, cada uno somos de nuestro padre y de nuestra madre y tenemos nuestras ideas y nuestra particular visión de las cosas. La religión para algunas personas es incómoda, pero eso es un problema de cada cual. Yo sé hacerme respetar; o mejor dicho, de querer. Mi formación humanística contribuye a ello, y también que mis alumnos no escondan por los pasillos el cariño que me tienen.
Sin embargo, usted conoce que en otros colegios llamados católicos no se da bien la asignatura de Religión.
Mi centro no es católico. Pero respondiendo a lo que me preguntas, depende del profesor. Unos saben, y quieren, transmitir los contenidos que se proponen en las programaciones didácticas, y otros ni saben transmitir esos conocimientos, ni quieren.
¿Cómo influye la relajación de muchas de las tradicionales órdenes religiosas en el desplome de la calidad de la enseñanza?
La Iglesia fue el cuerpo docente de la sociedad durante siglos, al menos en Occidente. Cumplía la función de iluminar y enseñar. Pero a pesar de la llegada del llamado Nuevo Régimen, con las revoluciones dieciochescas y decimonónicas, las órdenes se mantuvieron firmes y, aunque más reducidas en número y fuerzas, impartieron una educación intachable. En mi opinión, todo esto se vino abajo con la innovación del Concilio Vaticano II y la evolución posterior de la Iglesia. Y creo que ya he dicho bastante.
¿Para dar la Religión bajo el influjo modernista es mejor no darla?
No lo creo. Creo que la Enseñanza religiosa debe estar presente en la enseñanza institucionalizada, como creo que debe ser visible el clero en las calles, portando sotana o alzacuellos. Como ya he dicho, la enseñanza religiosa escolar es un derecho de los interesados y de sus familias, y luego unos darán más fruto y otros darán menos fruto, incluso puede que ninguno. Pero es cierto que el modernismo es un veneno que hará lo posible por matar esa semilla.
Háblenos del mal que ha hecho la Educación para la ciudadanía y el veneno del laicismo en la enseñanza.
Algo he dicho más arriba de todo esto, pero el laicismo es un principio que alguien ha sacralizado para venir a decirnos que la religión no puede trascender del ámbito privado. No parece ésta una pretensión muy liberal, ni muy plural tampoco. Sea como fuere, lo que hay que entender es que a nuestro alrededor, y dentro de nosotros mismos, se desarrolla todo un drama, una lucha a muerte entre la luz y la oscuridad, una batalla entre el bien y el mal. Por otro lado, si nos paramos a pensar, no existen los ateos en sentido estricto, ni han existido nunca. Unos creen, o creemos, en Dios; otros, en cambio, creen en el Gobierno, las televisiones y la OMS. Se puede creer en ambas cosas, y en ninguna de las dos. Pero no se puede no creer en nada. Lo que ocurre es que hay ideas y realidades irreconciliables y por tanto ideas y realidades que no se pueden tolerar. La técnica de la Ventana de Overton ha demostrado que la sociedad, convenientemente preparada, puede llegar a admitir cualquier cosa. Desde el sexo con niños hasta el canibalismo. Y prescindiendo de la moral natural y de la revelada, que son enseñadas y transmitidas precisamente en la clase de Religión, ¿cómo van a despertar las nuevas generaciones? ¿Cómo se mantendrán alerta frente al espíritu de la mentira y frente al mal?
El drama real, en fin, es el de una sociedad anestesiada que no sabe, ni barrunta siquiera, lo que se juega al ignorar lo que en las clases de Religión se cuenta.
Por Javier Navascués
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