(RV / ACI) La beatificación de María Antonia de Paz y Figueroa, conocida como Mama Antula, se realizará el 27 de agosto a las 11:00 a.m. en Santiago del Estero, diócesis ubicada a unos mil kilómetros de Buenos Aires.
Para prepararse espiritualmente la Comisión de Catequesis de Santiago del Estero en conjunto con la Sede Administrativa de las Escuelas Diocesanas (SAED), redactaron una novena dedicada a Mama Antula que narra una breve reseña y los milagros obrados por su intercesión.
El viernes 26 de agosto habrá un campamento de jóvenes donde realizarán una vigilia hasta la medianoche con momentos de oración y celebración.
El sábado 27 la ceremonia de beatificación estará presidida por el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato, en el Parque Aguirre donde en 1994 se celebró el Congreso Eucarístico Nacional.
Hasta el lugar llegarán las imágenes de diversos santuarios de la provincia Santiago del Estero como son: el Señor del Mailín, la Virgen de Sumampa, la Cruz de Matará, Nuestra Señora de Loreto, entre otras.
El domingo 28 agosto a las 11 a.m. hora local se realizará la Misa de acción de gracias en la Catedral Nuestra Señora del Carmen.
Una vida de consagración a Dios, evangelización y maternidad espiritual
María Antonia de Paz y Figueroa (Mama Antula) nació en 1730 en Santiago del Estero, en el seno de una ilustre familia de conquistadores y gobernantes. Transcurrió su niñez en el campo, en la hacienda paterna. A los 15 años decidió consagrase a Dios y tomó el nombre de María Antonia de San José.
Desde muy joven esta laica consagrada se había acercado a los misioneros de la Compañía de Jesús que se encontraban en aquella pobre región del noreste argentino y con ellos se dedicó a organizar los ejercicios espirituales, según la espiritualidad ignaciana.
Reunió en torno a sí a un grupo de muchachas que vivían juntas para rezar, realizar obras de caridad y colaborar con los sacerdotes jesuitas. En poco tiempo «Mama Antula» organizó ocho grupos de 300 personas indigentes cada uno, que se mantenían gracias a las limosnas. Cuando los jesuitas fueron expulsados de Argentina, en 1767, «Mama Antula» recorrió todo el norte del país –San Luis, Jujuy y Córdoba– para ocuparse de sus obras. Llevaba consigo sólo una cruz de madera, símbolo de austeridad y de amor a Cristo.
De hecho, en una carta de 1788, Ambrosio Funes, Virrey de Navarra y Capitán General de Cuba y de Cataluña, anotó que en ocho años «Mama Antula» había ofrecido ejercicios espirituales a setenta mil personas. De donde se desprendía la necesidad de obtener una casa dedicada a la predicación; lo que se realizó cuando la futura beata obtuvo tres parcelas de terreno en donación, en los que edificó la primera casa de ejercicios.
En 1779 «Mama Antula» partió rumbo a Buenos Aires donde vivió durante dos décadas. Allí fundó la Casa de ejercicios espirituales, que aún existe y funciona como tal, bajo el cuidado de la congregación Hijas del Divino Salvador. Falleció el 7 de marzo de 1799 en la misma casa que había fundado. Sus restos son objeto de veneración en la Iglesia de Nuestra Señora de la Piedad de la capital argentina.
En 1905 los Obispos elevaron la causa de canonización de la Madre Antonia a la Santa Sede y se presentan cartas de postulación de la jerarquía eclesiástica de Uruguay, Chile, Bolivia, Paraguay, Perú y Ecuador, entre otros. Su causa de canonización se mantiene vigente en el aspecto histórico y eclesial, porque colaboró para cimentar los valores morales y cristianos de Hispanoamérica.
Fue madre espiritual del «Cura Brochero». Fue una mujer espiritual que recibió el primer nombre de María como Santa María. Fue semejante a Santa Catalina, en sus cartas, a Santa Teresa del Niño Jesús, por su transparencia en el amor, y a Santa Teresa de Ávila por su perseverancia. También llamada la «Santa Teresa de América», es digna de ser comparada con estas tres doctoras de la Iglesia.
Asimismo se destaca el carácter misionero de esta mujer latinoamericana hacia Europa ya que sus cartas se traducían al francés, inglés, alemán y ruso, para enviarlas a las diversas comunidades religiosas.
El 4 de marzo el Papa Francisco aprobó el decreto que reconoce el milagro obrado por intercesión de la Sierva de Dios: en 1904 la religiosa María Rosa Vanina, de las Hijas del Divino Salvador, se recuperó de manera inexplicable de una colecistitis aguda con shock séptico, después de que los médicos pronosticaran una muerte segura.
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