No son siglas de una multinacional ni abreviaturas de whatsapp. Estas dos mayúsculas simbolizan el acontecimiento e identifican el escenario en que, antes de pasar agosto, se herirá de muerte o resurgirá fortalecida el alma de Chile.
Como toda Nación, la nuestra tiene alma: elemento sustancial que anima su corporeidad y explica su original identidad. En cada moneda de $500 se conserva el rostro de quien probablemente definió con mayor precisión y defendió con más apasionado amor el alma de Chile: el Cardenal Silva Henríquez. En su célebre homilía del Te Deum de 1974 recordó que «la Patria es fundamentalmente ALMA de un pueblo, consenso y comunión de espíritus que no se puede violentar ni torcer, ni tampoco crear por voluntad de unos pocos…Si busca su sendero fuera de su tradición, su apostasía deriva fatalmente en anarquía y disolución».
Apoyándose en testimonios seguros de expertos en nuestra historia, el Cardenal propuso, como rasgos que «configuran decisivamente nuestra fisonomía espiritual» : EL PRIMADO DE LA LIBERTAD SOBRE TODAS LAS FORMAS DE OPRESIÓN («somos hijos de una madre cuyo orgullo milenario fue amamantar, en cada creatura, un alma de estatura regia, una soberanía inviolable») ; EL PRIMADO DEL ORDEN JURÍDICO SOBRE TODAS LAS FORMAS DE ANARQUÍA Y ARBITRARIEDAD («acentuando, nunca excluyendo: el orden, para defender la libertad; la libertad, para humanizar el orden»); y EL PRIMADO DE LA FE SOBRE TODAS LAS FORMAS DE IDOLATRÍA («la fe bíblica tiene como función primordial denunciar la falsía de todos los ídolos. Quienes osaron sojuzgar un ser humano inmortal sintieron caer sobre sí el peso de todo el andamiaje jurídico de la Corona de España y la sabiduría teológica del sacerdocio hispanoamericano. Delincuentes ante el Rey, pecadores ante Dios: así fueron considerados aquellos que soñaron erigir su grandeza sobre el envilecimiento de sus hermanos»). En coherencia con estos tres rasgos, reivindicó el Cardenal la «positiva predilección de la Iglesia por quien circunstancialmente aparece como el más pobre y menos defendido» ante la tiranía, la arbitrariedad o la idolatría. Por esa tenaz coherencia, libre de temor ante la incomprensión o persecución, mereció ser galardonado y universalmente respetado como testigo ejemplar de la inviolabilidad de los derechos humanos.
43 años después, la opresión tiránica, la arbitrariedad anárquica y la idolatría del poder absoluto han concertado una perversa alianza para desconfigurar y con ello matar el alma de Chile. Bajo la hipócrita invocación de despenalizar lo que es legalizar, y de restringir lo que es liberalizar, el Ejecutivo y el Legislativo traicionan su primer mandato constitucional y consagran la dictadura del más fuerte sobre el más débil e indefenso. Un TC que falla en Derecho y no, como Pilato, plegándose servilmente «a la mayoría», decidirá si la vida humana vale menos que los $500 de la moneda que inmortaliza al Cardenal Silva Henríquez.
P. Raúl Hasbún, sacerdote
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