(AsiaNews/InfoCatólica) «Es una nueva Revolución Cultural»: éste es el comentario generalizado que se registra en la web al ver la imagen de la iglesia de Yining (Xinjiang) despojada de las cruces que solían destacarse sobre el edificio, de las imágenes que adornaban la parte superior, y de las decoraciones y pinturas que embellecían la fachada. En la foto puede verse (a la izquierda) el color, el empuje, la ligereza de las cúpulas y de las decoraciones de los muros, las cruces coronando la parte superior del edificio, antes de su aniquilación. La foto de la derecha muestra el «después». Todo fue destruido por orden del gobierno el 27 y 28 de febrero pasado, a pocas semanas de haberse celebrado el encuentro entre las delegaciones china y vaticana, que debieran firman un «histórico» acuerdo sobre el nombramiento de obispos en la Iglesia católica china
Yining, situada a unos 700 km al oeste de la ciudad cabecera del Xinjiang, Urumqi, tiene una comunidad católica de apenas unos cientos de fieles.
La referencia a la Revolución Cultural es obligada: en el período entre 1966 y 1976, los Guardias Rojos, bajo la conducción de Mao y de la «Banda de los Cuatro» actuaron la forma más extrema del comunismo destruyendo iglesias, templos, pagodas, libros de oración, estatuas, pinturas, a fin de aniquilar toda religión.
Sinización
Pero la «Revolución Cultural» de estos días se justifica con otro eslogan: «sinización». Ello implica –como explicó Xi Jinping hace ya tres años, y luego ratificó en el Congreso del Partido, en octubre pasado- «adherir y desarrollar las teorías religiosas, con características chinas», adhiriendo al principio de «independencia», adaptando la religión a la sociedad socialista y resistiendo a las «infiltraciones religiosas provenientes del exterior».
Ahora el símbolo de la cruz representa «una infiltración religiosa proveniente del exterior»: de la iglesia de Yining han desaparecido no sólo las dos cruces que coronaban las dos cúpulas, sino también aquellas que estaban al ras del suelo, incluso las cruces que estaban dentro del edificio sagrado, incluyendo el Vía Crucis y las decoraciones en forma de cruz de los bancos.
El furor iconoclasta también ha tocado a otras ciudades. Incluso antes de la última Navidad, se destruyeron todas las cruces de la iglesia de Manas y circulan rumores de que habría ocurrido lo mismo en la iglesia de Hutubi.
La comparación con la Revolución Cultural no termina aquí. Exactamente como entonces, a los fieles se les ha prohibido rezar, incluso en privado, en sus hogares. La policía ha amenazado diciendo que en caso de encontrar a dos personas rezando juntas en su casa, éstas serán arrestadas y obligadas a sufrir una reeducación.
Según las nuevas normas que regulan las actividades religiosas, propuestas en septiembre pasado e implementadas el primero de febrero de este año, se pueden desarrollar actividades de culto pero sólo en la iglesia, en los horarios fijados por el gobierno. Cualquier otro lugar es considerado un «lugar ilegal», y quien infrinja dichas reglas está sujeto a prisión, multas, y a la expropiación del edificio donde se lleve a cabo la actividad religiosa ilegal. Incluso las viviendas particulares pasan a ser consideradas, ahora, «lugar ilegal para el culto»: en los domicilios particulares queda prohibida cualquier conversación religiosa u oración, bajo la amenaza de arresto. Los fieles pueden rezar exclusivamente en la iglesia, en el servicio dominical.
En la entrada de todas las iglesias, debe exhibirse un cartel en el cual se anuncie que la entrada al edificio está «prohibida para menores de 18 años», porque a los niños y jóvenes se les ha prohibido participar en ritos religiosos.
Ha de resaltarse que las Iglesias de las que se habla no son edificios ilegales, sino iglesias registradas oficialmente. El punto es que la «sinización» implica la sumisión al Partido comunista chino, que debe obrar como «guía activo» de las religiones, y del cual depende su vida y su muerte, cualquier construcción y cualquier destrucción.
El control despiadado y asfixiante que el Partido está ejerciendo sobre las religiones sólo puede ser explicado por el miedo. Ya es una experiencia de todos en China –y esto fue confirmado por varios sociólogos-, que el país asiste a un renacimiento religioso impresionante, al punto de que se calcula que más del 80% de la población tiene alguna creencia espiritual y que cuando menos un quinto de los miembros del Partido adhiere, en secreto, a alguna religión. Todo esto hace prever que en el futuro habrá mayor un control y persecución. «Estoy muy triste de que el Vaticano se rebaje a hacer pactos con este gobierno –dice un fiel de Urumqi a AsiaNews-. De este modo, se convierte en cómplice de quien quiere nuestra aniquilación».
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