(AsiaNews) «La valentía de arriesgar por la promesa de Dios»: es el título del Mensaje que el Papa Francisco dio a conocer, con ocasión de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que este año se celebra el próximo 12 de mayo.
Recurriendo al tesoro de la experiencia que fue para él estar en contacto con los jóvenes en Panamá, durante la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en enero pasado, Francisco afirma que él quiere reflexionar «sobre cómo la llamada del Señor nos hace portadores de una promesa y, al mismo tiempo, nos pide la valentía de arriesgarnos con él y por él».
Ante todo, refiriéndose a la llamada de los primeros discípulos (Marcos 1, 16-20) él explica que la vocación nace de la «sorpresa de un encuentro», que rompe la «parálisis de la normalidad»… mostrándonos en el horizonte un mar más amplio».
«La llamada del Señor –continúa– no es una intromisión de Dios en nuestra libertad; no es una «jaula» o un peso que se nos carga encima. Por el contrario, es la iniciativa amorosa con la que Dios viene a nuestro encuentro y nos invita a entrar en un gran proyecto, del que quiere que participemos».
Se trata de un «desafío desconocido» que «requiere el valor de arriesgarse a decidir». Francisco enumera las distintas «llamadas». Ante todo, aquella que se da con el bautismo, con la incorporación a la comunidad cristiana, en la cual «desde la infancia somos iniciados en el arte de la oración y del compartir fraterno».
Luego vienen otras elecciones, como la decisión de «casarse en Cristo y formar una familia, así como otras vocaciones vinculadas al mundo del trabajo y de las profesiones, al compromiso en el campo de la caridad y de la solidaridad, a las responsabilidades sociales y políticas, etc.».
Por último, «En el encuentro con el Señor, alguno puede sentir la fascinación de la llamada a la vida consagrada o al sacerdocio ordenado. Es un descubrimiento que entusiasma y al mismo tiempo asusta, cuando uno se siente llamado a convertirse en «pescador de hombres» en la barca de la Iglesia a través de la donación total de sí mismo y empeñándose en un servicio fiel al Evangelio y a los hermanos. Esta elección implica el riesgo de dejar todo para seguir al Señor y consagrarse completamente a él, para convertirse en colaboradores de su obra».
El consejo de Francisco es no dejarse «contagiar por el miedo, que nos paraliza ante las altas cumbres que el Señor nos propone» y mirar a María: «Incluso en la historia de esta joven, la vocación fue al mismo tiempo una promesa y un riesgo. Su misión no fue fácil, sin embargo no permitió que el miedo se apoderara de ella. Su sí «fue el «sí» de quien quiere comprometerse y del que quiere arriesgar, de quien quiere apostarlo todo, sin más seguridad que la certeza de saber que era portadora de una promesa».
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