Francisco: «No podemos ser buenos cristianos si no permanecemos en Jesús»

(Vatican.news) «Permanecer», es el verbo clave en el Evangelio de ayer domingo (Jn 15, 1-8) y aparece repetido por Jesús siete veces. El Papa puntualiza: «No hay vid sin sarmientos, y viceversa. Los sarmientos no son autosuficientes, sino que dependen totalmente de la vid, que es la fuente de su existencia».

Permanecer en Jesús, una acción activa y recíproca

Francisco subraya que el permanecer al que se refiere no es pasivo, ni nos mantiene en estado de reposo. «El «permanecer en Él» que Jesús nos propone es una permanencia activa, y también recíproco. ¿Por qué? Porque sin la vid los sarmientos no pueden hacer nada, necesitan la savia para crecer y dar fruto; pero también la vid necesita los sarmientos, porque los frutos no brotan del tronco del árbol. Es una necesidad recíproca, es una permanencia recíproca para dar fruto».

Todo lo podemos en Jesús

La observancia de los mandamientos o las obras de misericordia -continúa el Papa- vienen después; antes es necesario estar unidos al Señor, permanecer en Él. «No podemos ser buenos cristianos si no permanecemos en Jesús. Y, en cambio, con Él lo podemos todo (cf. Flp 4,13)», afirma el Obispo de Roma.

La «audacia» del Señor que nos necesita

«Pero también Jesús, como la vid con los sarmientos, nos necesita. Tal vez este concepto nos parezca audaz, por lo que debemos preguntarnos: ¿en qué sentido Jesús necesita de nosotros? Él necesita de nuestro testimonio. El fruto que, como sarmientos, debemos dar es el testimonio de nuestra vida cristiana».

La misión de los discípulos de Jesús es seguir anunciando la buena noticia del Reino en el mundo, de palabra y de obra. Y lo hacen dando testimonio de su amor: el fruto que hay que dar es el amor. Unidos a Cristo, recibimos los dones del Espíritu Santo, y así podemos hacer el bien al prójimo y a la sociedad.

Bondad, caridad y paz para el mundo

«La fecundidad de nuestra vida, afirma Francisco, depende de la oración. Podemos pedir que pensemos como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Y así, amar a nuestros hermanos y hermanas, empezando por los más pobres y sufrientes, como Él lo hizo, y amarlos con Su corazón y dar en el mundo frutos de bondad, de caridad y frutos de paz».

Por último, el Papa invoca la intercesión de la Virgen María: ella, que «siempre permaneció plenamente unida a Jesús y dio mucho fruto», nos ayude a «dar testimonio del Señor resucitado en el mundo».

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