Esto ha escrito hoy el cardenal Sarah en su cuenta de Twitter:
Combien de morts pour que les gouvernements européens comprennent la situation où l’Occident se trouve ? Combien de têtes décapitées ? +RS
— Cardinal R. Sarah (@Card_R_Sarah) 26 de julio de 2016
Traducción:
¿Cuántos muertos (hacen falta) para que los gobiernos europeos comprendan la situación en que se encuentra Occidente? ¿Cuántas cabezas decapitadas?
A continuación ha escrito otro mensaje en el que asegura que reza por el sacerdote francés asesinado este martes, por sus verdugos (*), por Francia y los franceses. Y concluye diciendo que Dios viene en nuestra ayuda.
No sé muy bien qué puede querer decir el cardenal a los gobiernos europeos. Quizás tenga a bien aclararlo en futuros mensajes. Quizás no.
En mi opinión, la situación en Occidente consiste en que hemos incubado el huevo de la serpiente, como en su día se hizo en Alemania con el nazismo, y la eclosión nos ha pillado con el pie cambiado. Al final, como con Hitler, tendremos que acabar con esa serpiente pisoteando su cabeza hasta que no pueda levantarla. Pero quizás el pie de Occidente ya no tenga fuerzas para tal cosa.
Una de las enormes diferencias entre el cristianismo y el Islam, aparte de que el Dios cristiano muere en una Cruz entregando su vida en rescate por los hombres y el fundador del Islam se dedicó a hacer la guerra a todo el que se le oponía, es que en el cristianismo los mártires mueren a manos de sus ejecutores, mientras que en el Islam mueren matando, con la promesa de no se cuántas vírgenes esperándoles en su cielo.
Insisto. El fundador del cristianismo es un Cordero llevado al matadero. El fundador del Islam, un señor polígamo con cimitarra al cinto que conquista pueblos y ciudades. Con semejantes raíces, es normal que haya un choque de civilizaciones. Puede que los cristianos hayamos cometido muchas salvajadas en veinte siglos de historia, pero Cristo no cambia. Su evangelio sigue siendo el mismo. El Corán también sigue siendo el mismo. Léase uno, léase otro y se entenderá por qué unos mueren musitando el nombre del Salvador y otros mueren inmolándose para matar a cuanta más gente posible.
Hoy la Iglesia en Francia, la Iglesia Católica en todo el mundo, tiene un mártir más. Un sacerdote francés que estaba celebrando Misa, que estaba celebrando el sacrificio que tuvo lugar en el Calvario. No hay forma más cristiana de morir para un sacerdote, aunque los detalles que se saben de cómo transcurrió todo son espeluznantes. El P. Jacques Hamel tenía muy claro que la vejez no es motivo para que un sacerdote se retire. Esta frase suya, ciertamente profética, merece figurar en los anales de la historia de la Iglesia:
«¿Alguna vez has visto un cura retirado? Seguiré trabajando hasta mi último aliento».
Hay otros pastores que se retiran porque dicen encontrarse sin fuerzas. Bien harían en preguntarse si no debieron haber seguido hasta el final, como este mártir. Salvo causa de fuerza mayor en forma de enfermdad discapacitante, no parece muy edificante eso de retirarse a dar paseítos y a que te cuiden, mientras las ovejas pueden quedar a la intemperie. Queda mucho mejor desgastarse hasta el final. A otros les retiran por cumplir determinados años. Como si la edad fuera un lastre.
Hay un pasaje bíblicos políticamente incorrecto que no verán ustedes repetir mucho en estos tiempos que nos ha tocado vivir. Está en el libro del Apocalipsis:
Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los degollados por causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantenían. Y gritaban con voz potente: «¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin vengar nuestra sangre de los habitantes de la tierra?». A cada uno de ellos se le dio una túnica blanca, y se les dijo que tuvieran paciencia todavía un poco, hasta que se completase el número de sus compañeros y hermanos que iban a ser martirizados igual que ellos.
Ap 6,9-11
Como verán ustedes, en el cielo los mártires no andan cantando el “Imagine” de John Lenon ni el “Viva la gente, la hay dondequiera que vas". No, resulta que los mártires piden a Dios venganza. Le piden que vengue su sangre. El buenismo, el pacifismo estúpido y chorra, no tiene lugar allá donde habita el Altísimo.
Pues miren ustedes, yo, que todavía no soy mártir -ni pido serlo, pero si llega, que Dios me conceda la gracia para serle fiel hasta el final-, uno mi voz a la de los que están bajo el altar celeste y digo:
¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin vengar la sangre de nuestros mártires, de tus mártires?
El cómo haga Dios tal cosa, quede en sus manos.
Exsurge Domine, et iudica causam tuam.
Luis Fernando Pérez Bustamante
(*) No capto por qué se ha de orar por quienes han muerto tras cometer tan salvaje asesinato.
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