La autoridad divina de la Iglesia

La revista CRISTIANDAD (Barcelona, Año LXXIII - Núm. 1019-1020, Junio-Julio 2016) ha publicado en su última publicación varios artículos en relación a la exhortación apostólica Amoris lætitia. Reproducimos el primer artículo, de J. Mª A. R., que viene a presentar, como en un Editorial, los artículos que le siguen.

La autoridad divina de la Iglesia

En estos últimos meses se han multiplicado en los distintos medios de comunicación las polémicas en torno a las enseñanzas y gestos del actual papa Francisco, especialmente en ocasión de la reciente exhortación apostólica Amoris lætitia.En estas circunstancias CRISTIANDADquiere reiterar su compromiso con aquellas reglas de san Ignacio de sentir con la Iglesia que inspiran su fidelidad al magisterio de la Iglesia y el amor al Vicario de Cristo que, como sucesor de Pedro, preside la Iglesia católica.

Nuestro fundador, el padre Ramón Orlandis, afirmó reiteradamente que la tarea de la revista, en estos tiempos de naturalismo asfixiante, era la de sobrenaturalizarlo todo, también al Romano Pontífice. De acuerdo con este criterio, leemos y escuchamos las enseñanzas del Papa en continuidad con la permanente enseñanza de la Iglesia y coherentes con ello, hemos elaborado este número dedicado al magisterio de la Iglesia sobre la familia, especialmente de los últimos papas.

Con el fin de explicitar más esta actitud, reproducimos a continuación unos párrafos de un artículo-editorial escrito por nuestro colaborador y maestro Francisco Canals [1922-2009] en junio de 1967, en unos momentos y circunstancias no muy distintas de la actuales en las que también en nombre de un pretendido «espíritu» del último concilio, se daban por canceladas muchas de las enseñanzas permanentes de la Iglesia.

* * * 
«El Papa es infalible cuando habla; no cuando calla». Al afirmar esto, el padre Orlandis tenía conciencia de establecer un principio y de proponer una advertencia decisivamente urgente para la defensa de la fe.

Los silencios pontificios comenzaban ya a ser invocados con intención polémica contra algunos aspectos de la doctrina y de la espiritualidad católicas.

El silencio de quien ejerce un magisterio supremo parece mostrarse como significativo y como definible en su intención, cuando resalta sobre la abundancia la multiforme variedad de sus intervenciones. En nombre del respeto al Pontificado –y posteriormente al Concilio–, una serie de presiones convergentes se han esforzado en sugerir al pueblo cristiano una inversión de valores según la cual había que ir considerando como de menor trascendencia, o de menor oportunidad, todos aquellos temas en los que por lo visto (o mejor diríamos, por no oído), ya no se centra la atención de la Iglesia de hoy.

(...) «Esta es la necesidad más urgente de nuestro tiempo: sobrenaturalizarlo todo, incluso el Romano Pontífice» (Ramón Orlandis, S. J., Sobre la actualidad de la fiesta de Cristo Rey, CRISTIANDAD nº 39, 1945). Al servicio de esta tarea será oportuno, al iniciarse el Año de la Fe, recordar algunos puntos esenciales sobre la autoridad e inmutable permanencia del Magisterio divinamente instituido.

Por la infalibilidad que Cristo quiso dar a su Iglesia debemos creer «con fe divina y católica» lo que, en el magisterio ordinario y universal, o en el juicio solemne del Concilio Ecuménico o del Romano Pontífice al hablar ex cathedra, propone la Iglesia como revelado por Dios (Conc. Vaticano I, constitución dogmática sobre la fe católica, cp. 111). Del mismo magisterio ordinario del Papa y de los obispos vale también siempre, incluso cuando no se ejerce en ese orden supremo, aquello: «quien a vosotros oye a mi me oye» (Enc. Humani generis).

Claro es que en uno u otro plano se trata siempre del Papa y del Episcopado en cuanto tales; «el Papa, Papa», decía el padre Orlandis. La fidelidad cristiana a la autoridad divina de la Iglesia nos exige por lo mismo recordar:

1.º Algunos años o incluso siglos de silencio, aparente o real, accidental o intencionado, o una menor insistencia por parte de la Jerarquía sobre algún punto del Misterio revelado y definido, no derogan el deber de la fe ni excusan de pecado de herejía a quien los niegue con cualquier pretexto, aunque sea a pretexto del silencio de la Jerarquía. Y esto es así aunque en el mundo de la ciencia teológica o en el de los intelectuales católicos, o en las estructuras clericales o de apostolado seglar, lleguen a tener amplia difusión doctrinas opuestas a las ya definidas por el Magisterio o a las propuestas como de fe según las tradiciones apostólicas y eclesiásticas. 

2.° Los pastores de la Iglesia pueden tomar actitudes y modos de comportamiento que prestigien positivamente doctrinas erróneas. En este caso, los efectos de su silencio, culpable, vienen agravados por el peso de un ejemplo que empuja a los fieles en dirección contraria a sus enseñanzas auténticas. No compete a los fieles juzgar a sus pastores; pero no compete tampoco a nadie invocar «contra la verdad» los silencios o los gestos de los pastores.

Históricamente, la posibilidad a que aludimos se ha realizado. Pedro «obliga a las gentes a judaizar» (Gál 2,14) con su conducta en Antioquía, con la que «no obra derechamente según la verdad del Evangelio». El papa Liberio escandaliza a todos los siglos cristianos con su connivencia, interesada y cobarde, con los enemigos de Atanasio, el defensor de la fe acusado de romper la unidad y la paz de la Iglesia. 

3,º El Papa no es infalible cuando calla, ni lo es en la oportunidad de lo que puedan sugerir sus gestos o actitudes; en el caso de que se dé un contraste cierto entre las palabras y los gestos valdría aquello de: «haced todo lo que os digan, pero no obréis conforme a sus obras». Pero además es doctrinal e históricamente cierto que puede obrar en forma improcedente y dañosa para la fe al impedir con el peso de su autoridad el curso de una polémica doctrinal. No es infalible cuando manda callar, salvo en el caso en que prohíba solemnemente una doctrina como herética. 

[Al texto anterior del profesor Francisco Canals se añaden en recuadro estos números de los Ejercicios de San Ignacio de Loyola:]

De las reglas para sentir con la Iglesia

«Depuesto todo juicio, debemos tener ánimo aparejado y pronto para obedecer en todo a la vera Esposa de Cristo nuestro Señor, que es la Santa Madre Iglesia jerárquica» (Regla primera, nº 353).

«Debemos siempre tener, para en todo acertar, que lo blanco que yo veo creer que es negro si la Iglesia jerárquica así lo determina, creyendo que entre Cristo nuestro Señor, el Esposo, y la Iglesia, su Esposa, es el mismo Espíritu que nos gobierna y rige para la salud de nuestras ánimas, porque por el mismo Espíritu Señor nuestro, que dio los Diez Mandamientos, es regida y gobernada nuestra Santa Madre Iglesia» (Regla decimotercera, nº 365).

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